El amigo Ravasi

No falla la semana en la que los medios de comunicación progre-eclesiales nos vengan a presentar al cardenal Ravasi, Presidente del pontificio consejo de la cultura, como su gran esperanza blanca en la curia vaticana. En Cataluña el martilleo todavía es más insistente, no en vano el llamado "ministro de cultura" fue el precursor del viaje papal a Barcelona y se muestra en perfecta sintonía con el cardenal Martínez Sistach. Pero aparte de los razonamientos, más o menos simplistas, de los informadores que dominan los espacios de religión, debemos profundizar en la figura de Ravasi, estudiarla detenidamente en sus orígenes y evolución posterior, para llegar a la conclusión de que no nos hallamos ni ante una personalidad tan aperturista ni ante un personaje de relumbrón en el actual círculo de poder vaticano.

Monseñor Gianfranco Ravasi nació en Merate (Lombardía) el 18 de octubre de 1942, siendo ordenado sacerdote en la diócesis milanesa el día 28 de junio de 1966. Estudió en el Pontificio Instituto Bíblico, pasando después a ser profesor de exégesis en la facultad de teología de Milán. En el año 1989, el cardenal Martini, que había sido su profesor en Roma, le designó prefecto de la Biblioteca y de la Pinacoteca Ambrosiana. Un cargo que supone una lanzadera importantísima, no en vano fueron sus prefectos cardenales insignes e incluso contó con un futuro papa, Achille Ratti, sucesor de Pedro con el nombre de Pio XI. Parecía, pues, que aquel Ravasi, con 47 años, estaba llamado a ser una gran figura eclesial. Y no fue así. Paradójicamente quien detuvo su promoción fue el propio cardenal Martini, su antiguo profesor, con el que dejó de tener sintonía y lo tuvo anclado en el cargo de bibliotecario.

Retirado Martini de la diócesis de Milán, parecía que llegaba el momento del biblista. Tanto es así que en el año 2005 fue propuesto para el obispado de Asís, la ciudad de San Francisco; diócesis pequeña, pero de notable relevancia. Pero cuando ya estaba listo el nombramiento, alguien filtró un artículo suyo del 31 de marzo de 2002, publicado en el suplemento dominical del diario de economía y finanzas "Il Sole 24 Ore". El artículo era sobre la Pascua y se titulaba: "No ha resucitado, se ha levantado". En aquel momento, el cardenal Re, prefecto de la congregación para los obispos, retiró la candidatura.

Pero quien sí se había fijado en Ravasi era su colega el profesor Ratzinger, nuestro actual Benedicto XVI, quien lo admiraba como divulgador, como experto en las Sagradas Escrituras y como exégeta. Tanto es así que puede decirse que cultivaron una buena amistad en los tiempos en que el actual pontífice ocupaba el cargo de Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe. No sorprendió, pues, que una vez elegido Papa tuviese la distinción de encargarle la redacción de los textos del Vía Crucis en el Coliseo. Más le costó la designación como Presidente del Pontificio consejo de la cultura, pero se lo tomó como una decisión personal, venciendo las resistencias de los muchos opositores que tiene Ravasi, no solo en la Curia , sino en el episcopado italiano, desde los más conservadores a los más aperturistas.

Y es que no se trata de un prelado tan progresista como nos lo presentan. No es Martini, ni mucho menos. De él se alejó rápidamente. Cuando están en juego temas cruciales como el aborto, la eutanasia o la vida naciente se muestra berroqueño y defiende el respeto absoluto a la vida de todo hombre en todo momento. En igual sentido se muestra tajante al defender el celibato sacerdotal y contrario a la ordenación sacerdotal femenina. No es casual por ello que uno de los medios mejor informados de la corriente progre-eclesial, como el semanario francés Golias, escribiese contra él acusándole de instrumentalizar la biblia y de abandonar la corriente progresista de Martini.

Se trata, en definitiva, de un hombre de Benedicto XVI, pero carente de amarres en el sottogoverno vaticano. Tan es así que, a pesar de los múltiples rumores, ni tan siquiera fue incluido en la terna del nombramiento de arzobispo de Milán que finalmente recayó en el cardenal Angelo Scola. Ahora suena su nombre para Patriarca de Venecia, pero ya es un rumor muy leve y apaciguado. Parece que sus posibilidades son nulas. Tan inconsistentes como también parecen sus aspiraciones a ser un hipotético papable. Rara sería la designación de un pontífice, cuyo único cargo episcopal ha sido la presidencia del pontificio consejo de cultura y que en este 2012 entrará en la nómina de los septuagenarios.

¿Y su entendimiento con Sistach? Se trata de una amistad reciente. Ningún nexo existía entre el canonista y el biblista. El advenimiento tuvo lugar en enero de 2010, cuando el entonces arzobispo Ravasi visitó Barcelona y, al contemplar la Sagrada Familia , declaró: "Commoso, commoso, sono veramente commoso". El viaje a Barcelona se produjo tan solo días después de que tuviese lugar el acto en la Capilla Sixtina , en el que se produjo el encuentro de Benedicto XVI con los artistas, cuyo éxito se anotó en el haber de Ravasi. Probablemente, a partir de aquí se gestó la visita del Papa a Barcelona, la dedicación del templo gaudiniano y su elección como símbolo de la nueva evangelización. El momento cumbre de Sistach. Junto a su cardenalato. Se comprende que, a partir de entonces, nuestro prelado le esté inmensamente agradecido. Y Ravasi, con escasísimos apoyos en el colegio cardenalicio, se dedica a incrementar el notable ego del purpurado barcelonés. Llegando incluso a recompensarle con el nombramiento de Francesc Torralba como consultor.

Pero la historia se detiene ahí: Ravasi ha sido candidato a todo y se ha quedado con el "ministerio de cultura". Igual que se quedó varado durante casi 20 años en la biblioteca ambrosiana. Y en el debut parisino de su "atrio de los gentiles" topó con la oposición de los medios progresistas, al haber censurado la presencia de ateos militantes como Hitchens u Onfray. Dejemos las cosas en sus justos términos, dediquémonos a estudiar bien las fuentes cuando se habla de alguien y aunque el cardenal Ravasi sea un notable políglota, que domina el italiano, español, francés, inglés, alemán, hebreo, árabe e incluso el arameo, siriaco y samaritano, aún no ha logrado familiarizarse con el catalán.

Oriolt