Nuestra Teresa de Calcuta

¿Quién no conoce en Barcelona a Sor Genoveva Massip? Es una monja, con 87 años de vida, de los cuales ha dedicado 66 a practicar la caridad con una intensidad más allá de lo que estamos acostumbrados. Pertenece en efecto a la congregación de las Hijas de la Caridad, de San Vicente de Paúl. Su casa -y la de los menesterosos- que acuden a las monjas, está en la Barceloneta. Son todos ellos víctimas de exclusión social: los que la sociedad rechaza, sor Genoveva los acoge con amor. No los recoge como hacen otros servicios que no están inspirados en la caridad, sino que los acoge. Y hace que se sientan como en familia. Como si fuesen su verdadera familia. Son personas a las que ya no aguantan en su casa por sufrir trastornos mentales por los que no les internan; son alcohólicos que han convertido su vida en un infierno, y han condenado a él a los que tienen cerca; son enfermos de sida, son expresidiarios, son todos sin excepción gente de la calle, gente sin techo y sin recursos.

Sor Genoveva no lo hace todo, como tampoco lo hacía todo la Madre Teresa de Calcuta; pero como ella, es el alma de la casa. Su religiosidad (aunque el hábito no hace al monje, ella lo lleva), su alegría de vivir, su positivismo, la fe y la caridad que se transparentan en todos sus actos y con todas las personas que acuden en busca de ayuda; esas virtudes de Sor Genoveva se contagian al resto del personal de la casa y a los que ésta acoge, y finalmente imprimen carácter a toda la institución.

En la Obra Social Santa Luisa de Marillac, dar de comer a los desheredados que allí acuden no es sólo alimentarlos: es acogerlos, es ayudarles a socializarse, a compartir espacio e intereses, es darles amor. Es la marca de la casa; una marca con la que tiene mucho que ver Sor Genoveva Massip.

Hoy es noticia Sor Genoveva porque, como luz que luce en el candelabro, es percibida por toda la sociedad y da testimonio a favor de la Iglesia y de la fe de la que se nutre esta monja prodigiosa. Por eso, porque son muchísimos los que ven y admiran la fe y el coraje de esta Hija de la Caridad, también los políticos otorgadores de reconocimientos y galardones, han parado mientes en la extraordinaria labor de Sor Genoveva. En este caso ha sido Unió Democràtica de Catalunya el partido que ha decidido conceder este año a Sor Genoveva Massip la Medalla Carrasco i Formiguera “por sus más de 65 años de dedicación al ámbito social” (suena muy aséptico, porque las personas, sobre todo para una monja entregada a la caridad, son mucho más que un ámbito).

El galardón lo entregó en un acto protocolario el presidente del comité de gobierno de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, que en su discurso hizo referencia a la "dimensión social" de Sor Genoveva Massip, de la Obra Social de Santa Luisa de Marillac. Pero Sor Genoveva -no lo sabemos- debía de estar ocupada con sus gentes, a las que considera mucho más importantes que el galardón. Así que delegó en la madre superiora Eduarda Vergara, responsable provincial de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Las autoridades civiles ven en nuestras monjas un agente social que ayuda a aliviar las necesidades de la población más necesitada; pero nosotros vemos en ellas a personas consagradas al amor de Dios; y por el amor de Dios, al amor del prójimo. Por eso, porque siempre piden (o pidieron) “por el amor de Dios”, por eso nuestra lengua dio en llamarles “pordioseros”. En catalán no se recoge este matiz y se les llama simplemente “pidolaires”.

Queda en pie, de todo esto, un bello testimonio del amor de Dios. Un testimonio del que el mundo se da por enterado, pero llamándole solidaridad, acción social y todas esas cosas. Pero a quien en realidad tenemos entre nosotros es a otra Hija de la caridad, a otra madre Teresa de Calcuta, otra dulce madre de los pordioseros.

Virtelius Temerarius