La Iglesia diocesana ¿fuente de vocaciones?

Una imagen vale más que mil palabras y una contraimagen vale más que mil contrapalabras. ¿De verdad que la Conferencia Episcopal no ha encontrado mejor alegoría del sacerdocio que esta bellísima fuente natural, ciertamente ideal para promover el ecologismo y otras hierbas? Ni que fuese un alzacuello (o un clergyman, como los llaman), ni que fuese una estola, un manípulo, una casulla. ¿Acaso no son buenas alegorías del sacerdocio cada uno de los 7 sacramentos o todos juntos? O la imagen de alguno de los grandes sacerdotes que han dado vida y prestigio cristiano a la Iglesia. El Cura de Ars, sin ir más lejos. ¿Es que han agotado ya los obispos todas las alegorías, todas las imágenes, todos los iconos que representan al sacerdocio, para ir a buscar semejante icono?

¡Ah, que esa especie de piedras que se adivinan al fondo son de una iglesia! ¡Haberlo dicho! Yo, pobre de mí, me lo he tenido que imaginar. Porque si no era por ahí, no sabía por dónde relacionar con las vocaciones sacerdotales, esa espléndida imagen del más acendrado ecologismo. Pero no es que lo vea o que lo sepa, es que hago el acto de fe de imaginármelo. Uno más: la fe que hemos de poner los fieles para suplir la que no muestran los pastores. Justo en el domingo del Buen Pastor. ¡Ah, claro, el icono del Buen Pastor con la oveja sobre sus hombros! ¡Qué va, qué va!, eso ya no se lleva. Prefieren mostrarnos los verdes pastos tan espléndidamente regados.

Es esa fe que nos venden como discreta y silenciosa. Pero si es esa la fe, no es de las que mueven montañas, porque ni el ánimo mueve. Es en realidad una fe avergonzada de sí misma, que se hace perdonar por existir, una fe vergonzante. Una fe que no siendo capaz de mover al que dice tenerla, mucho menos será capaz de mover a otros. Muy sintomático ese cartel de los tiempos que corremos. Es una imagen. Es la imagen de la Iglesia rezando para que no le falten sacerdotes. Si esperan que de esa imagen surja del alma de los fieles una oración pidiendo al Señor que envíe operarios a su mies, lo tienen claro. A Dios rogando y con el mazo dando. Pero es que ni ruegan ni dan con el mazo. La Iglesia que hace ese cartel, bien poco hace por invitar al sacerdocio. O si algo hace, es mucho menos de lo que debiera.

Y por si algo faltara, la oración endosada. Más que una oración es un jeroglífico en el que han hecho entrar con ” las vocaciones al laicado ” (¿qué nueva figura es esa?), la “ vida de especial consagración ”, los “ cenáculos vocacionales ” que, pobre de mí, ni sé qué son; y en el que se pide, ¡maravíllense de la petición!, “ la extensión de tu reinado ”. Y la otra petición: que el Señor dé “ a los llamados la disponibilidad gozosa de decirte “Sí”. Lo dicho: un auténtico jeroglífico y una oración más apretada que el metro en hora punta.

Pero es que, con todos los respetos con que merecen tratarse las cosas sagradas, el que redactó esta cosa, ¿se cree que puede engañar a Dios tan fácilmente? ¿O quizá que puede irle con sarcasmos? Dirigiéndose a Él le dice que todo ese embrollo de vocaciones es “para la extensión de tu reinado”. ¡Por favor!, ¿acaso no se ha enterado ese ingenuo redactor, de que el reinado de Cristo en España se tambalea y amenaza ruina? ¿Extensión? Lo que se necesita con mayor urgencia es apuntalarlo para que no se derrumbe, y a partir de ahí consolidarlo, restaurarlo, rehabilitarlo. ¿No se ha enterado el redactor de esa insólita oración, de que la Nueva Evangelización que ha emprendido la Iglesia en el mundo cristianizado desde hace muchos siglos, no persigue la extensión ni la expansión del reinado de Cristo, sino su afianzamiento?

Los autores de este cartel no han acertado ni en la imagen ni en las palabras. Quieren que se les perciba tan pegados al terreno, que apenas se les nota que la función del cartel es invitar a los fieles a rezar para que Dios suscite en los jóvenes (y en los adultos, ¿por qué no?) el deseo de consagrarse a su servicio en el sacerdocio y en la vida religiosa. Está en la línea del magnífico vídeo de la Conferencia Episcopal destinado a defender la vida. Al anciano moribundo le vale la pena resistir para vivir la apoteosis del gol de Iniesta con el que la Selección Española ganó el Mundial. Estupendo, muy en el mundo. Pero Cristo y su Evangelio no tienen sitio en ese vídeo, que igual podía haber sido de CocaCola, de Redbull o de Nike. ¿De qué hacen publicidad pues? No se sabe muy bien, porque están por lo sutil, por lo subliminal, por el si es no es.

“Me llama”, “No me llama”. Ése es el primer paso de la vocación. Y eso no lo hace Dios solo, sino que se sirve en primer lugar de su Iglesia. ¿Y qué hace la Iglesia en la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones? ¡Pues qué va a hacer! Lo que se lleva. ¿Y lo que se lleva es claramente religioso, definido, inequívoco? No, no, no, que ahora somos mucho más sutiles. ¿Servir a Dios? No, hombre, no, que eso hoy día no vende. En todo caso, servir al pueblo de Dios, que eso vende muchísimo. Y si le añadimos una pincelada de ecologismo, ¡la repera!

Pues esa es la cosa que me ha impresionado del cartel titulado “Tu Iglesia diocesana, fuente de vocaciones”. Me ha llamado mucho la atención verlo colgado en la parroquia. Con el primer impacto del color, del agua y del verde, pensaba que un grupo ecologista, con permiso del párroco, se servía de la cartelera de la iglesia para hacer proselitismo. Pero no, no era eso. Se trataba de un cartel religioso. ¿Qué más religioso que la llamada al sacerdocio? Pero claro, por exigencias del guión no podía ser otro que el que era. Es que si hablamos de “fuente”, qué menos que llenar el cartel con una fuente, y además natural, ecológica, de las que no son obra de la mano del hombre. Ése es el tema: la fuente; pero ecológica, naturaleza plena y selvática. Evidente, ¿no? Quien no ve ahí la mano de Dios y la voz de su llamada al sacerdocio, es porque está ciego.

Nuestros obispos e han contagiado de las nuevas corrientes publicitarias en que el anunciante queda en la sombra; porque así, cuando lo descubra el destinatario, el impacto se multiplicará. ¿Y si no lo descubre? Mejor, mejor que no les descubran, ¿no? En efecto, se han pasado a la línea de publicidad más sofisticada, y se han olvidado del gran invento que hizo la Iglesia con la Sagrada Congregación de Propaganda Fide . Han olvidado la sustancia: la propagación de la fe. Sí, sí, de la fe. ¡Cuánto silencio en ese cartel! He ahí una imagen que delata la ausencia de mil palabras. Si los obispos y los sacerdotes callan, tendrán que hablar las piedras.

Cesáreo Marítimo