DE: Capitulo 2º: Las Domus Ecclesiae primitivas (2ª parte)

Desde la cripta bajo el ábside de San Martino ai Monti, el Titulus Equitii

No debemos, finalmente, olvidar los famosos títulos romanos, es decir, las veinticinco iglesias presbiterales de la ciudad, cuya remota antigüedad resulta ya de la forma de su nombre. Un gran número, al menos desde el principio, no lleva el título de un santo, en especial de un mártir; sino que, como era costumbre en los edificios profanos, se denomina simplemente por el fundador o propietario, cuyo nombre (títulus ) aparecía grabado encima de la entrada. En un período posterior, una tal denominación, como títulus ( Vestinae, Equitii, Byzanti, Práxedis, Pammachii ), hubiese sido imposible, porque con el progreso del tiempo solamente los mártires y después los santos en general consiguieron el honor de dar el nombre a las iglesias."

El uso antiguo se explica muy bien si se piensa que en un principio los títuli fueron otras tantas casas privadas, concedidas por sus piadosos propietarios para las necesidades del culto, y cuyo nombre quedó a ellas unido. Después de la paz, transformadas en basílicas, perdieron la fisonomía original; pero las excavaciones practicadas en los subterráneos de muchas de ellas, como Santa Cecilia, San Clemente, Santa Sabina, Santa Prisca, Santos Juan y Pablo, San Crisógono, etc., han puesto de relieve los restos de la casa primitiva. Podemos, por tanto, sostener que las numerosas iglesias -y San Optato, en el 370, afirma que eran más de cuarenta- poseídas por los cristianos inmediatamente antes de la paz, eran casas verdaderas y propias, ya desvinculadas del dominio privado y pasadas a la propiedad corporativa de la comunidad cristiana. Éstas, aparte las particularidades de las acomodaciones de los lugares internos para el clero, el guardián, los ornamentos litúrgicos, etc., eran exclusivamente habilitadas para la celebración del culto; si bien en cuanto al aspecto externo no debían distinguirse de las otras casas de los nobles romanos.

El titulus Equitii bajo la iglesia de San Martino ai Monti

Estas conclusiones han sido recientemente confirmadas por el descubrimiento hecho en Dura Europos, sobre el Éufrates, de una "casa de la Iglesia," en gran parte conservada en la planta baja. Se trata de una gran casa de habitación del siglo II, transformada en el 232 en domus ecclesiae, con decoraciones de escenas bíblicas del Antiguo y Nuevo Testamento y provista de locales accesorios, entre ellos el baptisterio.

Por esto, una opinión absolutamente errónea , aunque largamente difundida, es aquella de que los cristianos durante el período de las persecuciones se reuniesen en las catacumbas para celebrar los sagrados misterios y para escaparse de los enemigos. La falta de fundamento de esta leyenda se revela, sobre todo, por el hecho de que los recintos de las catacumbas son totalmente insuficientes para contener un número razonable de personas. Baste notar que uno de los más amplios, la Capilla Griega del cementerio de Priscila, verdadera iglesia cementerial, no sobrepasa los cincuenta metros cuadrados de superficie, mientras la comunidad de los fieles de Roma, a mitad del siglo III, debía ser muy numerosa si mantenía 1.500 pobres.

Frescos en el baptisterio de Dura Europos

Capilla Griega del Cementerio de Priscila

Se objeta frecuentemente con el hecho de que Sixto II fuese sorprendido el 6 de agosto del 258 con sus diáconos en el cementerio de Calixto, mientras explicaba al pueblo la palabra de Dios: quebrantando así el edicto de Valeriano que prohibía la reunión en los cementerios. Pero hay que recordar que aquel cementerio tenía una parte sobre la tierra ( sursum ) , ahora desaparecida, por lo cual es legítimo concluir que sea aquí donde haya tenido lugar la captura del papa. En el cementerio subterráneo no había lugar capaz para una reunión del pueblo; la capilla de los Papas no habría contenido más que unas quince personas.

No es además verdadero que las catacumbas fuesen desconocidas para los paganos, y mucho menos para la policía imperial. En Cartago, en efecto, como nos atestigua Tertuliano, el populacho gritaba: Areae ipsorum ( scilicet Christianorum ) non sint (1); y el emperador Valeriano prohibió expresamente a los cristianos la entrada en los cementerios. Si se celebraron servicios religiosos en las catacumbas, tuvieron un carácter excepcional, ya que generalmente los aniversarios de los mártires eran celebrados en la cámara fúnebre, provista de capillita con los edificios anejos, llamada cella memoriae o cella mártyris (2) erigida sobre su tumba. Aquí se reunía el clero, mientras los fieles estaban a techo descubierto. Una de estas cellae, con tres ábsides ( cella trichora ), existe todavía en el cementerio de Calixto, edificada quizá por el papa Ceferino (203-220) en honor de los Santos Sixto y Cecilia.

Con todo esto podemos preguntarnos si antes de la paz constantiniana los fieles habían construido edificios sagrados a propósito, es decir, constituidos esencialmente por una gran aula cubierta, dispuesta para las celebraciones litúrgicas; en suma, el precedente de la basílica cristiana. La respuesta afirmativa es sumamente probable.

En Oriente, San Gregorio Niseno habla de la construcción de una gran iglesia erigida por San Gregorio Taumaturgo en Neo-Cesárea, con la ayuda de toda la población cristiana, hacia la mitad del siglo III, y sus palabras hacen suponer que se tratase de un edificio propio para las reuniones sagradas.

En Occidente, los descubrimientos hechos debajo de algunas basílicas de época posterior parecen confirmar idénticas conclusiones. Los trabajos ejecutados en la célebre basílica eufrasiana de Parenzo, construida poco después del 521, han hecho encontrar debajo del pavimento restos de los muros de un santuario anterior, atribuido al final del siglo III, formado por un aula rectangular con el altar en el fondo, y a los lados una sala lateral menos ancha, y todo formando una construcción separada.

Agnus Dei y planta de la Basílica Eufrasiana de Parenzo (actual Pórec en Croacia)

Podrían citarse otros ejemplos de este género, de época anterior al siglo IV, los cuales han preparado el magnífico florecimiento basilical del período constantiniano.

El término ecclesia (del griego ekkalew = convoco), que ahora comúnmente sirve para designar el edificio del culto, significaba en el lenguaje clásico la asamblea plenaria de todos los ciudadanos libres, de donde pasó con sentido análogo antes a los LXX y después al Nuevo Testamento para indicar la reunión de los fieles para la celebración del culto, y finalmente, por una fácil metonimia, el lugar mismo donde se celebraba la reunión, la domus ecclesiae. En este sentido, los paganos usaban el término templum; pero los cristianos, al principio al menos, rechazaron el servirse de tal término, por evidentes razones de oportunidad, y prefirieron adoptar el de ecclesia. De esta propiedad de los términos se diría que estaba en conocimiento la misma autoridad romana, porque el emperador Aureliano, en el 274, insistiendo un día ante el Senado a fin de que se decidiese a consultar los libros sibilinos, escribía: Miror vos, patres sancti, tam diu de aperiendis Sybillinis dubitasse libris, perinde quasi in Christianorum ecclesia, non in templo deorum omnium tractaretis . Aquí la contraposición entre los dos vocablos es evidente. En el siglo III, la mayor parte de los escritores sagrados, y con éstos los padres del sínodo de Elvira (304) y la Didascalia, usan ya el término ecclesia para indicar el lugar del culto cristiano, y la denominación prevaleció después.

Pero el edificio material y visible del culto es símbolo de un edificio espiritual e invisible, formado por la reunión de todos los creyentes no en acto, en un lugar determinado, sino en espíritu, esparcidos por toda la tierra y formando la gran familia cristiana, la Ecclesia Christi. La imagen ha sido encontrada por Jesucristo mismo: Super hanc Petram aedificabo Ecclesiam meam, desarrollada después admirablemente por San Pablo: íam non estis hospites et advenae, sed estis cives sanctorum et domestici Dei; superaedificati super fundamentum apostolorum et prophetarum ipso sumo angulari lapide Christo lesu. In quo omnis aedificatio constructa crescit in templum sanctum in Domino; in quo et vos coaedificamini in habitaculum Dei in Spiritu ( 4).

La liturgia ha insertado estos sublimes conceptos en el Oficio de la Dedicación y en las fórmulas ceremoniales del solemne rito consagratorio de una iglesia, mediante el cual se toma posesión en nombre de Dios y se consagra irrevocablemente a Él el edificio del culto. Pero de esto trataremos a su tiempo.

NOTAS

  1. Campos de ellos (es decir de los cristianos) no haya.
  2. Celda (capilla) de la memoria, o capilla del mártir.
  3. Me admiro de que vosotros, padres santos, hayáis dudado durante tanto tiempo acerca de la conveniencia de abrir los libros sibilinos, tal como si os estuvierais moviendo en la iglesia de los cristianos, y no en el templo de todos los dioses.
  4. La Iglesia de Cristo… Sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia… Ya no sois huéspedes y extranjeros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la casa de Dios; sobreedificados sobre los cimientos de los apóstoles y de los profetas con la misma suma piedra angular, Cristo Jesús. En el cual toda edificación construida crece en templo santo en el Señor; en el cual también vosotros sois coedificados en habitáculo de Dios en el Espíritu.

    Dom Gregori Maria