¡La que ha liado Sistach en la Sagrada Familia!

En una reunión del Consejo presbiteral, previa a la visita del Papa, se le preguntó a Sistach cómo iba a quedar el culto en la Basílica de la Sagrada Familia. La respuesta no pudo ser más contundente: seguirá igual. Ergo: cerrada al culto y abierta únicamente al turismo, con el pago adelantado de 12,50 € por cabeza. Después de la dedicación del templo por Benedicto XVI, el arzobispado hizo pública una escueta nota en la que se designaba al secretario-canciller Sergi Gordo como "sacerdote encargado de las celebraciones litúrgicas" y se hacía especial énfasis en que la parroquia de la Sagrada Familia seguiría en la cripta, donde tendría lugar la actividad parroquial. En román paladino: la parroquia sigue alojada en la cripta y la Basílica pasa a depender directamente de Sistach, que delega en su canciller. Un templo con dos cabezas, dos estructuras, dos organigramas. Si alguien quiere casarse en la Basílica deberá entenderse con Sergi Gordo. Si alguien quiere casarse en la cripta que vaya a ver a Mossèn Bonet. Esta peculiar decisión causó el natural enojo al actual párroco del templo de Gaudí así como a sus feligreses; cuya mayoría, además, había tenido que sufrir los perjuicios del cierre de varias manzanas con ocasión del viaje papal. El disgusto fue asimismo tremendo en la inmensa mayoría de cristianos catalanes: ¿por qué se hacía consagrar al Papa una basílica, si luego iba a estar cerrada al culto?

Pero el escándalo fue agigantándose: en la carta del pasado 20 de diciembre, Francisco Fabra nos daba cuenta del espectacular lleno producido durante la celebración por la familia y la vida. 6000 personas dentro del templo y 2000 sin poder entrar. El citado lector fue uno de los afortunados. Sin embargo, muchos quedaron fuera y lo que cuentan es un cúmulo de desatenciones y despropósitos: gritos, empujones, intervención de las fuerzas de seguridad. Era previsible: todo el mundo había visto el templo por televisión; solo 6000 agraciados (incluidos políticos, autoridades civiles y militares, alto y bajo clero,etc.) habían sido privilegiados con el acceso el 7 de noviembre; todo el mundo sabía que iba a estar cerrado al culto; todo el mundo sabía que solo se podía visitar previo pago de 12,50 € y rodeado de guiris. Al anunciarse la primera celebración (y sin saber cual iba a ser la siguiente) el entusiasmo se desbordó. Desde aquel día se ha producido un goteo constante de cartas de protesta. Vean, por ejemplo, dos publicadas en La Vanguardia , aquí y aquí O en Forum Libertas

La protesta y la rabia de los católicos de a pie ha sido de tal envergadura que ha provocado la intervención de Sistach. Y ha sido propia de Sistach: miedosa, rala e insignificante. ¿Decretar que unas horas al día estará libre para el culto y otras solo para el turista? ¡Quia! ¿Crear un gran templo dedicado a la familia y la vida? ¡Menos! ¿Alguna solución imaginativa? Sistach e imaginación están reñidos. La solución, a la sistachiana manera, no consiste en otra cosa que en decretar cuatro domingos de puertas abiertas. ¡Que pasen los pobres y vean! O como decía la Duquesa de Alba: ¡Que pasen los periodistas y coman! Otros cuatro domingos de colapso, de inconveniencias, de enfados, de enojo. Al final, obviamente, conseguirán que no vaya nadie. El pueblo fiel no se contenta con migajas, sobre todo si tiene que recibir las mismas a empellones. Cuatro días de puertas abiertas, además, sin celebración alguna. ¡Que miren el templo y a casita! ¡Si quieren misa, a la cripta!

¡Qué ocasión ha perdido nuestro arzobispo! El último templo dedicado por Benedicto XVI cerrado al culto. Un templo especialmente dedicado a la familia, dicho sea. Podía ser el centro religioso europeo dedicado a la familia y la vida y lo ha vaciado de contenido. Una obra artística -indudablemente maravillosa- pero sin el contenido espiritual que había sido el móvil de Antonio Gaudí. En estos momentos, Barcelona podría presumir del gran templo europeo dedicado a la familia. Un gran centro católico, acorde con su monumentalidad, en el que se podría haber designado a un párroco dinámico y audaz (y de paso jubilar al octogenario rector actual), con celebraciones diarias, peregrinaciones, centro de documentación, movimiento juvenil, confesiones, conferencias, etc. La nueva evangelización desde Barcelona. Ni ha podido ser ni será. Sistach no se ha atrevido. Como en tantas otras cosas.

Oriolt