La Casa de Santiago, el mosquito-tigre del obispado de Barcelona, se carga el futuro de otra parroquia de Mataró

La Casa de Santiago es uno de los grupos más peligrosos del obispado de Barcelona. Nitroglicerina pura. Especialista en sembrar minas eclesiales, su labor es como la del rey Midas pero al revés. Todo lo que toca acaba saltando por los aires. A los escándalos de la Casa en Sant Jeroni de la Murtra que obligaron a su clausura o al desplome de ventas de Catalunya Cristiana desde que está a su cargo Jaume Aymar, entre otros ejemplos, se ha sumado el pollo de verano que le ha montado a Sistach el actual párroco de la parroquia de la Mare de Déu de Montserrat de Mataró.

Josep Lluís Socías i Bruguera, otro santiaguero con aspecto de vendedor de Seguros Ocaso, deja bien seca toda materia eclesial por donde pasa. Personaje tan esterilizante, eclesialmente hablando, solo se podía enviar a una parroquia muerta de antemano, la del polígono de viviendas del Pla d’en Boet, de Mataró, un barrio urbanizado en los años sesenta y setenta de la mano del desarrollismo y poblado por la inmigración del sur de España a la capital del Maresme.

Fundada en 1965, Montserrat fue una segregación de la parroquia de Sant Josep –la de nuestro amigo el vicario episcopal destroyer de la liturgia, Segis, el que cede locales para consultas independentistas-. La parroquia de la Mare de Déu de Montserrat se programó para dar atención espiritual a la zona más occidental de la ciudad. Como párroco fundador se destinó a ella a un antiguo vicario de Sant Josep, Mn. Joan Sabaté Sospedra, rector emérito, fallecido este año, el único que ha tenido la parroquia antes de la llegada de Socías. Hombre moralmente íntegro pero raro y áspero como un papel de lija del número 12, fue párroco por más de treinta años.

Trasladó la iglesia parroquial del barracón primitivo de uralita a los subterráneos de un bloque de pisos. Allí se encerró convirtiendo las paredes de la iglesia, y las plantas adyacentes que adquirió, en ermita donde vivió el resto de su vida literalmente como un anacoreta del asfalto, como diría Joaquín Sabina. Impermeable a la realidad social de uno de los barrios más desestructurados y faltos de personalidad de la ciudad, la parroquia quedó circunscrita a un grupo exiguo de feligreses colaboradores que eran ya de la fundación, provenientes del substrato periurbano catalán anterior a la aparición del polígono de viviendas.

Encastillado en la parroquia, nadie lo pudo cambiar y no fue hasta su jubilación que se le envió a su substituto, Socías, quien no ha vivido nunca en la rectoría pues estaba ocupada por su antecesor. Socías ha reducido al mínimo los servicios parroquiales.

Como buena parte de los curas santiagueros, Socías visita la parroquia cuando se lo permite una agenda que nos da por suponer no muy cargada de otros menesteres. Es como el antecesor de Segis en Sant Josep, también de la casa de Santiago, un párroco de fines de semana.

Sin actividades, los locales conseguidos por Mn. Sabaté, unos pisos situados encima del subterráneo que hace de iglesia, duermen desde su construcción el sueño de los justos. Hay que especificar que el párroco fundador rechazó la reserva de terreno que el Ministerio de la Vivienda le ofreció para la construcción de una Iglesia exenta en el Polígono de Viviendas citado. Por culpa de una ideología radical, este vecindario se quedó sin la posibilidad de tener una Iglesia parroquial con una mínima dignidad. Una Iglesia en un feo almacén subterráneo es la belleza material que debe albergar la vida parroquial del obrero que se pasa toda la semana en la fábrica. Hay en ello un punto de elitismo intelectual y religioso gélido que nunca he llegado a comprender. Así eran nuestros curas progres post-conciliares. Y al final, nada. Quien puede enamorarse de un congelador. ¿Un jansenismo proletario?

Delante del desierto parroquial y las nulas ganas de remontar la situación, a nuestro Socías, de radiofónica voz, no se le ha ocurrido otra cosa que ceder los locales parroquiales para que allí se traslade un Centro Residencial de Acción Educativa, para menores problemáticos provenientes de familias desestructuradas, concretamente el Mas Sant Jordi del barrio de Cerdanyola que no puede albergar las 20 camas que necesita. Y allí estaba Robin Hood Socías para ceder los locales de la parroquia de Montserrat (un espacio residencial con 20 camas son muchos metros cuadrados) hipotecando toda resurrección de la parroquia en el futuro con otro párroco. Además el centro no será gestionado por Caritas o una organización eclesial sino por una entidad no de Iglesia llamada Centre de Formació i Prevenció, que me juego una cena, debe aconsejar suministrar preservativos a los conflictivos adolescentes. No veo a Socías enmendando la plana a los educadores sociales en plenos locales parroquiales si finalmente se produce el traslado.

Este acto de Socías se compenetra perfectamente con su concepción del sacerdocio, la de un animador social. 100% Casa de Santiago.

Mientras tanto los vecinos han montado en cólera al enterarse del futuro centro por la presencia de dichos adolescentes en un barrio ya de por si problemático. Pancartas con Curas al paredón o Al cura no le importa el barrio solo el dinero o Sr. Cura vais al infierno por vender al barrio han poblado los balcones de los edificios cercanos a la parroquia.

¿Habrá informado Segis al Cardenal? ¿Se atreverá Sistach a corregir a Socías con lo peligroso que puede resultar tener que enfrentarse a los amigos de este último, el lobby PSC en la parroquia de Sant Josep, quienes han avalado la operación con el Ayuntamiento de la ciudad?

Si Mendizábal levantara la cabeza…

John Cheaap