ALBA analiza la realidad eclesial catalana

El semanario ALBA dedica dos páginas a analizar la realidad eclesial catalana, bajo el título "Crónica de una decadencia". Aunque en algunos aspectos podríamos matizar algunos detalles del citado reportaje, suscribimos mayorítariamente la linea de fondo del artículo, que refleja una situación calamitosa de la Iglesia en Cataluña que necesita una reacción urgente imposible con obispos del estilo Sistach. Por su interés reproducimos los datos publicados por ALBA.

 

LA SITUACIÓN DE LA IGLESIA EN CATALUÑA

Crónica de una decadencia

18/04/2010 | Luis Losada Pescador

El rector de la Universitat Progresista d’Estiu, Jordi Serrano, acaba de publicar Cataluña, ¿has dejado de ser católica? El informe pone de manifiesto la decadencia de la Iglesia en Cataluña. En apenas tres décadas el deterioro ha sido tal que, de seguir la tendencia, en veinte años el catolicismo sería residual (ver recuadro). ¿Quién es el culpable de la crisis? El laicismo ha azotado con fuerza a toda España. Sin embargo, el efecto en Cataluña ha sido más demoledor que en el resto del país. La razón hay que buscarla en un nacionalismo que cercena la espiritualidad católica y universal. Y sobre todo en un progresismo que trata de convertir la teología en sociología y que abandona la radicalidad evangélica.

El origen se encuentra en los seminarios y las instituciones supradiocesanas como la Facultad de Teología. Uno de sus profesores, el padre Casimir Martí, se permitió plantar al cardenal Carles por haber prohibido la confesión comunitaria. En la Facultad de Teología enseñaban los jesuitas José Ignacio González Faus y Xavier Alegre, impulsores de la teología de la liberación.

Es verdad que el decano de la Facultad de Teología, el P. Armand Puig, parece dispuesto a una línea de renovación. Pero a un ritmo tan lento que para algunos es “prudencia” y para otros, “actitud timorata”. “Parece que colocan la esperanza en la edad de jubilación de los profesores mayores”, señalan a ALBA algunas fuentes eclesiales.

La espada y la cruz

Y lo peor: la facultad sigue vetando a los curas más ortodoxos. Ejemplo: monseñor Jaume González-Agapito, director emérito del Departamento de Derecho Canónico de la Universidad Autónóma de Barcelona y a quien -infructuosamente- intentó colocar Carles.

O el muy preparado Dr. Joan Antoni Mateo. A cambio, la estrategia para no recibir el veto de Roma es invitar a cardenales romanos para manifestar una fidelidad al Papa que no se respira en el día a día. Curiosamente, la Generalidad destina cuantiosas subvenciones en los estudios de posgrado de la Facultad de Teología. La espada financia la cruz. La cruz obedece a la espada.

Otra fuente de la decadencia es el Centre d’Estudis Pastorals (CEP), lugar de formación de buena parte de los sacerdotes de Cataluña y Baleares, así como de sus laicos. Muchos de sus alumnos ya entraban en el CEP críticos con el Papa y su doctrina. El CEP ha estado dirigido por Josep Batlles y Josep Totosaus, sacerdotes radicales que se enfrentaron al cardenal Carles.

Actualmente dirigen la revista El Pregó desde donde censuran a la jerarquía (también a la catalana) y defienden las tesis del progresismo religioso. Actualmente el CEP es dirigido por el P. Joaquim Cervera, quien a pesar de sus críticas a la jerarquía sigue manteniendo el favor de su obispo.

Cataluña es la región española con mayor presencia de escuelas católicas, con cerca de 130.000 alumnos sólo en Barcelona. Sin embargo, comparte con el resto de España el mismo espíritu light. La razón hay que buscarla en el deterioro de los centros de formación y en la crisis de las órdenes religiosas. Por ejemplo, la editorial y librería Claret, foco progresista. Más ejemplos: los jesuitas transformaron sus devotas congregaciones marianas en grupos dedicados a jóvenes contestatarios como Fòrum Vergès. ESADE es una de las mejores escuelas de negocios de Barcelona, pero su perfil doctrinal se aleja de la ortodoxia. Ha llegado a albergar congresos de marcado carácter homosexual, como la I Cumbre Global de la Cámara de Comercio Gay y Lésbica Internacional en 2007.

Otro aspecto delicado: el clero. El problema se remonta a monseñor Marcelo González y se acrecienta con monseñor Jubany. En lugar de pastorear a un clero levantisco, optaron por transigir en pro de la paz… del cementerio. El resultado ha sido un clero ‘progre’, radical, nacionalista y rupturista. ¿Su principal vínculo? La Unió Sacerdotal, un verdadero lobby eclesiástico de carácter rupturista. La mayoría son revolucionarios de la tercera edad con algún apoyo juvenil salido del seminario regido por el padre Turull, simpatizante de la Unió.

No es el único lobby eclesiástico. Los curas obreros se aglutinaron en el Pradó. Hoy apenas suman dos docenas. Se reúnen con otros grupos disidentes, como el Col.lectiu de Capellans en el Treball (trece miembros, el más joven de 52 años). Estos últimos son una delegación diocesana en el organigrama del Arzobispado de Barcelona.

A éstos hay que sumar la Plataforma de los Grupos de Revisión de Vida, una alternativa a los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de carácter progresista y nacionalista. Los más jóvenes se acercan a los 60 años.

Terreno minado

Más: los curas nacionalistas capitaneados por el seglar convergente Albert Manent. Promovieron campañas de protesta ante la Santa Sede por los nombramientos episcopales de monseñor Sainz Meneses (Tarrasa) y monseñor Román Casanovas (Vic). También se opusieron al nombramiento de monseñor Ureña en Barcelona. En este último caso lograron su objetivo.

Manent mantiene estrecha relación con un reducido grupo de sacerdotes ancianos denominado Església Plural. Muchos participan en el Fòrum Vida i Llibertat que organizan conocidos progres como el Dr. Joan Bada y el P. Josep Hortet, con la ayuda de sacerdotes secularizados y -en su tiempo- con la del P. Xavier Morlans, profesor de la Facultad de Teología y cantautor.

“Es necesario pasar de un obispo administrador a un obispo pastor”, señalan fuentes eclesiásticas de base desde Barcelona. Es decir, rectitud de doctrina unida a ardor apostólico, renovación espiritual y firmeza en la dirección. Menos miedo y más comunión con Roma. Sin temor a enfrentarse a aquellos sacerdotes rupturistas que han secado y esterilizado la pastoral.

Sobre todo, renovación. La Iglesia catalana es heredera del progresismo de los 60, de las malas interpretaciones del Vaticano II. Sus herederos son los que hoy ocupan los puestos de responsabilidad de las diócesis catalanas. No representan a nadie y son exponentes de una Iglesia caduca, envejecida y de demostrada esterilidad pastoral. La amenaza de una ruptura real existió.

El ‘progresista’ Fòrum Alsina de Gerona llegó a aglutinar un 70% de firmas contra el nuevo obispo. Roma dio marcha atrás. Por miedo a la ruptura, a la pérdida de fieles, y de los templos. Muchos temen -o temían- que el poder civil les terminara dando la razón a los rupturistas. Ese miedo a la ruptura fue el que provocó la división de la diócesis de Barcelona. Una decisión acertada que permitió nombrar obispos más fieles a Roma en Tarrasa y San Feliú. El seminario de Tarrasa ha dado ejemplo del acierto; el de San Feliú, en cambio, no ha cubierto las expectativas.

Pero el futuro no puede basarse en sacerdotes progres que aspiran a suceder a Martínez Sistach. Lo mismo ocurre en la diócesis de Solsona. Su actual obispo, monseñor Trasera, propone como su sucesor a monseñor Novell. ¿Renovación? Inexistente. Más de lo mismo. ¿Razones? Novell es el ‘delfín’ de Trasera.

El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit