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23.04.08

El vulgar es el que pasa junto a lo sublime y no se da cuenta

Miércoles de ceniza

Dicen que decía Chesterton «que el vulgar es el que pasa junto a lo sublime y no se da cuenta» (no he encontrado la cita, pero no me extraña la autoría; agradecería que si alguien la encuentra me la haga llegar). Encontré esta nota en un cuaderno antiguo cuando estaba preparando otro artículo sobre el laicismo que viene en su forma más chusca pero eficaz: erradicar los símbolos religiosos (ya se sabe que cuando se habla de símbolos religiosos se quiere decir el crucifijo).

De repente me sentí vulgar cayendo en la cuenta de que sólo apreciamos las cosas cuando están en peligro. Como ese juguete en mitad del pasillo, que como nadie recoja a la primera, se mimetiza con el parqué, aunque sea fucsia.

Hay muchos actos cotidianos que hacemos con demasiada rutina, como tantos crucifijos que están ahí y no vemos: despedirnos con un adiós, llevar una medalla o un escapulario, dar gracias a Dios, hacer o hacerse la señal de la cruz… Quiero detenerme es este último, me trae recuerdos de infancia. Recuerdos de los primeros ejercicios de memoria: ¿os acordáis? ¿Cuál es la señal del cristiano?, ¿qué es santiguarse? (por favor decidme que os acordáis, si no me voy a sentir demasiado mayor). Recuerdos de mis primeros ejercicios de coordinación: de derecha a izquierda, de paciencia de mis padres por la noche.

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