Ave, Bibi, morituri te salutamus
Se dice que el Ministerio de la Verdad tenía tres mil habitaciones sobre el nivel del suelo y las correspondientes ramificaciones en el subsuelo. En Londres sólo había otros tres edificios del mismo aspecto y tamaño. Éstos aplastaban de tal manera la arquitectura de los alrededores que desde el techo de las Casas de la Victoria se podían distinguir, a la vez, los cuatro edificios. En ellos estaban instalados los cuatro Ministerios entre los cuales se dividía todo el sistema gubernamental. El Ministerio de la Verdad, que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes. El Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra. El Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la Abundancia, al que correspondían los asuntos económicos. Sus nombres, en neolengua: Miniser, Minipax, Minimor y Minindancia.
14 de abril de 2008, los ministros y ministras del gobierno
de España juran prometen sus cargos. ¿A que es fácil cerrar los ojos e
imaginarse esta terrorífica escena inicial de 1984 de Orwell con rostros bien
definidos? Y sin embargo ni el profeta inglés pudo imaginar la existencia de un
Minigual, en veterolengua Ministerio de la Igualdad. Ayer cuando supe de la noticia sentí pánico, un
cierto terror por el futuro de mis hijos.
El espanto no se disparó por el aspecto folclórico —que hayan nombrado como perpetradora a la directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco, Bibiana Aido, creo que es lo suyo, el perfil más adecuado—, lo disparó más bien la justificación de su existencia: hacer «pedagogía social» (tiene gracia, lo mismo que arrejuntar los Ministerios de Educación con Asuntos Sociales).
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