A.M.D.G. Los jesuitas piden perdón
Ad maiorem Dei gloriam («A la mayor gloria de Dios»). La primera parte del titular también valdría para actualizar los rumores, a raíz de su visita al Papa, de la conversión al catolicismo del presidente Bush pero no hay nuevas, y lo que hoy se lee en otros medios aquí ya lo comentamos hace dos meses.
Pero el tema es otro. El 24 de mayo de 1814, Pío VII restauraba la Compañía de Jesús con la Santa Misa en la Iglesia del Gesù. Terminada la ceremonia, en presencia de una inmensa multitud, incluyendo cardenales, realeza y cerca de 150 miembros de la antigua Compañía, Su Santidad hizo leer solemnemente la Bula Sollicitudo Omnium Ecclesiarum, y la entregó al P. Luigi Panizzoni. Después el Papa, con gran cariño y uno a uno, saludó a los ancianos jesuitas que lloraban de consuelo y a los jóvenes que miraban sonrientes. Tengo que agradecerle a Paco Pepe a quien me une —entre otras cosas— un intenso amor a la Compañía de Jesús la oportunidad de escuchar la más conmovedora descripción de los hechos que había oído en mucho tiempo.
Algunos no anhelábamos tanto, pero casi, bien de la 35ª Congregación General, bien de la elección del nuevo Prepósito General. Pero los tiempos del Señor son los que son, y siempre sorprenden. Hace una hora he terminado de leer los Decretos de la Congregación —disponibles desde hace una semana—: esperanzadores, con todos los peros que se quiera, esperanzadores; basta recordar que son la guía (de obligado cumplimiento) hasta la siguiente Congregación General, cuasi-inamovibles.
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