Estoy de los demagogos justo hasta...

Oigan, que ya está bien de vivir del cuento, del eslogan y de lo que se lleva. Que ya está bien. Y el problema no es el de los demagogos de chichinabo, sino de todo los que encima apoyan y aplauden sus memeces, porque tampoco tienen categoría de más. La penúltima, porque a estas horas ya habrá salido a la palestra algún demagogo nuevo.

La penúltima: “Las instituciones religiosas piden una “recuperación económica justa” mediante la desinversión de combustibles fósiles”.

Por partes.

Me temo que las instituciones religiosas, en general, de macro economía y de energía saben más bien lo justito. No pasa nada. Ya se sabe que nucleares no, gracias, y que “laudato si, petróleo no”. La verdad es que como axiomas para empezar son bastante flojos. Es lo mismo. Salen unos cuantos supuestos concienciados con el desastre climático, seguramente asesorados por alguna Greta, y pontifican como si todos fueran doctores en economía con máster en Harvard, químicos doctorados por la universidad de Stanford y moralistas por el alfonsianum.

Mañana ya veremos, y en cien años todos muertos, pero prescindir hoy de combustibles fósiles, según economistas de verdad, de los de cátedra ganada por oposición, y de empresarios de los que crean riqueza y puestos de trabajo, sería la mayor barbaridad y acabar todos de pobres de taparrabos, que a lo mejor es la pretensión.

Parece ser que ahora son 42 instituciones religiosas de 14 países las que anuncian su desinversión de combustibles fósiles. A ver, un momento. ¿Me están diciendo que tenemos o teníamos 42 instituciones religiosas convertidas en inversores? ¿Me están diciendo que esas instituciones religiosas, en lugar de utilizar sus fondos para sus objetivos religiosos y obras de caridad, los están invirtiendo? Y aquí no se salva nadie, porque en este grupo de inversores hay instituciones metodistas, anglicanas, católicas y budistas. Vaya, vaya, los budistas, tan ecológicos, tan de su om, tan pacíficos… y con inversiones. Vaya, vaya… Y eso que nos hablan constantemente de desprendimiento y desapego. ¿Ahora van a invertir en otra cosa?

Leo en el artículo, publicado, como no, en Religión Digital, nombres de personas que apoyan con fuerza esta iniciativa:  Oscar Pérez Sáyago, Secretario General de la Confederación Interamericana de Educación Católica, el padre Endra Wijayanta, director de la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación de la Arquidiócesis de Semarang, en Indonesia, Tomás Insua, director ejecutivo del Movimiento Católico Mundial por el Clima, James Buchanan, director de la campaña Bright Now de Operation Noah, la Prof. Dra. Isabel Apawo Phiri, Secretaria General Adjunta del Consejo Mundial de Iglesias, la Rvda. Rachel Mash, Coordinadora de Green Anglicans. También puede consultarse la lista de las 42 asociaciones religiosas que han decidido desinvertir ¡es decir, que estaban invirtiendo! De estas una española: las Hermanitas de la Asunción.

Bien. Cada cual, con sus ideas, sus ideales, y sus ocurrencias. Efectivamente los combustibles fósiles malos y muy malos. Dicho esto, sean coherentes, hermanos. Renuncien personalmente a todo lo que suponga utilizar combustibles fósiles, que para eso están concienciados. Espero que D. Óscar, el P. Endra, D. Tomás, Mr. James, Dª Isabel, la Rvda. Rachel y las Hermanitas de la Asunción no volverán a utilizar un coche o subir a un avión en los días de su vida. Imagino que si tienen que ir al Amazonas lo harán en canoa a remo y que sus desplazamientos, a partir de ahora, serán a pie, bicicleta, patinete o semoviente, porque hartito estoy de que para contarme lo malo que son los combustibles fósiles se pasen el día de avión en avión y de taxi en taxi con un culeo de esos de por aquí asomo y por allá traspongo.

Respeto su pensamiento, pero no me hagan trampas, porque si después de todo esto resulta que D. Óscar, el P. Endra, D. Tomás, Mr. James, Dª Isabel, la Rvda. Rachel y las Hermanitas de la Asunción, así como el resto de personas que han decidido convertir a sus entidades en desinversoras, siguen aprovechándose de los combustibles fósiles en la forma que sea, no me quedará más remedio que llamarlos cantamañanas, tuercebotas, botarates, cenutrios y, sobre todo, demagogos. Y a lo mejor hasta abrazafarolas.