15.11.15

El que no reza al Señor, reza al diablo

El fundamentalismo islámico parece empeñado en relacionar al actual Occidente con la cruz, con el cristianismo. En sus soflamas aparece en repetidas ocasiones la idea de que están luchando contra los cruzados. Parecen anhelar aquellos tiempos en que el Islam conquistó casi toda España y llegó a las puertas de Viena. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

Occidente hoy, especialmente la Vieja Europa, es un ejemplo de apostasía, no de fidelidad a sus raíces históricas. Aunque los padres de la Unión Europea eran cristianos, hoy esa Unión es más hija de la Viuda que de Dios Padre. Hablamos de un continente donde naciones enteras cayeron bajo el yugo del nazismo (que venció unas elecciones) y del comunismo, que se apoderó de la Gran Rusia ortodoxa -tercera Roma-. Y que pretende que el referente principal sean los principios de la Ilustración, que no solo fue anticristiana en su letra y espíritu sino en su aplicación práctica -p.e, masacre de la Vendée, cristeros mexicanos, II República española-. Ilustración, dicho sea de paso, que no era sino el hijo natural de la Reforma protestante. No es casual que el mayor avance del islam en el corazón de Europa se diera mientras la antigua Cristiandad era aniquilada por las guerras intestinas nacidas del cisma y la herejía luterano y sus derivadas.

La Europa de hoy no es la Europa de los grandes santos que la fundaron. Es la Europa del aborto, la poligamia a plazos (divorcios y adulterios), de la falta de práctica religiosa, etc. Sí, queda una gran masa de bautizados, pero en su mayoría han dejado a un lado cualquier atisbo de fe.

El papa Francisco, en su primera homilía como Obispo de Roma y sucesor de san Pedro, dijo, citando a Leon Bloy: «El que no reza al Señor, reza al diablo» porque «cuando no se confiesa a Jesucristo se confiesa la mundanidad del demonio». Pues bien, Occidente hace ya bastante tiempo que parece rezar más al diablo que al Señor. Y las consecuencias las tenemos a la vista.

Leer más... »

14.11.15

La guerra llegó a Europa

Francia, y con ella Europa y el resto de Occidente, amanece hoy en estado de conmoción. La nación francesa ha sufrido el mayor ataque desde la II Guerra Mundial. Ciento veintiocho personas -todavía no es oficial la cifra definitiva- han fallecido a manos de ocho yihadistas que sabían que pagarían con su propia vida el acto de guerra que iban a cometer.

Porque, conviene tenerlo claro, esto no es mero terrorismo. Es una guerra que transcurre mayormente en Oriente Medio pero que asoma sus garras en el continente europeo. Y las guerras se ganan o se pierden. Dificilmente suele haber un punto medio.

Antes de seguir, debemos recordar que los cristianos tenemos un arma verdaderamente eficaz: la oración. Por encima de todo, hoy toca rezar por las víctimas mortales, los heridos y sus familias. Toda pérdida de un ser querido supone un dolor enorme, pero cuando se produce en circunstancias así, ese dolor parece amplificarse. 

Occidente ve ahora en las calles de una de sus ciudades más emblemáticas lo que viene siendo el pan nuestro de cada día en las poblaciones de Siria e Irak. Esta guerra no es nueva. Simplemente está llegando a nuestros hogares. El Ejército Islámico -ISIS, DAESH o como quieran llamarlo- advirtió que traerían el terror al Viejo Continente. Y lo han hecho.

Si Obama, Putin, Hollande y Cameron se sentaran en una habitación durante un par de horas con la intención de acabar militarmente con esta guerra, las horas del ejército yihadista estarían contadas. Por supuesto, sería necesario mandar soldados a la zona y no limitarse a bombardear sentados ante una consola de ordenador. Esta guerra no se ganará jugando desde una XBox o una PlayStation.

El problema es que unos y otros tienen diferentes intereses “geoestratéticos". El dinero que financia las actividades de los yihadistas no llueve del cielo cual maná asesino. Occidente asistió complacido a la desaparición de regímenes totalitarios de caractes laico y a cambio hemos recibido lo que hoy ven nuestros ojos. Por ejemplo, si a estas alturas alguien cree que la clave es decidir si Assad sigue como presidente de Siria, es que no hemos aprendido ninguna lección.

Leer más... »

12.11.15

Lío del bueno en tierras gaditanas

Hace unos meses que me trasladé con la familia a tierras gaditanas. Por acá me he encontrado a hermanos en la fe con ganas de “hacer lío” en el mejor sentido del término. Por ejemplo, Alonso Gracián, Pedro Luis Llera, Néstor Mora, Pedro Mejías, etc. Como dice el refrán “Dios los cría y ellos se juntan". Aunque más bien habría que decir que Dios nos cría y nos junta.

Por ejemplo, en breve anunciaremos una iniciativa sociocultural de carácter católico que puede animar el ambientillo eclesial en esta zona del sur de España. No puedo dar más pistas, pero sí decir que el proyecto tiene una pinta magnífica.

Leer más... »

6.11.15

Ni fariseos ni mercaderes de una falsa misericordia

Empecemos reconociendo una verdad que no admite discusión. Todos, sin excepción, somos pecadores. Unos más, otros menos, pero todos estamos lejos de cumplir a la perfección la voluntad del Señor en nuestras vidas. Una perfección a la que estamos llamados, a menos que creamos que Cristo se equivocó al decir: “Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Y como también enseña Santiago la paciencia producida por nuestra fe nos ha de llevar a ser ”perfectos e íntegros, sin ninguna deficiencia” (Stg 1,4).

La necesidad de reconocer nuestra condición de pecadores es absoluta. Jesucristo puso un ejemplo bien claro para que lo entendiéramos:

«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano.

El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Luc 18-10-14

No hay cosa más peligrosa para la salvación que considerarse en un grupo distinto del de los pecadores. Quien se cree ya lo suficientemente santo como para que Dios tenga que premiarle, sí o sí, con la salvación, está a las puertas del abismo de la condenación. Y si encima desprecia a los que, según su criterio, son pecadores sarnosos dignos de la aniquilación, es harto probable que haya cruzado ya esas puertas.

Leer más... »

5.11.15

¿Puedo pertenecer a la misma Iglesia que el cardenal Sturla?

Unos pensarán que la pregunta es una barbaridad. Otros que está muy bien hecha. Otros, que es retórica.

Unos responderán: “obviamente no, así que ya te estás largando". Otros dirán: “obviamente no, ya se está largando el cardenal". Aquellos opìnarán: “la cosa no es para tanto, ya se llegará a un acuerdo". Y los de allá me preguntarán: “¿y quién te crees que eres tú, simple seglar, para andar preguntando esas cosas?”

Pues miren ustedes, la verdad es que cuando el Señor me trajo de vuelta a la Iglesia hace justo ahora dieciséis años, me hizo profesar una fe que, sinceramente, no creo que sea la misma que profesa ese cardenal uruguayo. Pero tampoco la que profesan otros cardenales y obispos. Intentaré explicarme.

Leer más... »