El sueño circular y la primavera creativa y alegre
Una de las cosas que más me llama la atención del discurso de los eclesio-progres es el uso que hacen de frases grandilocuentes con aroma a espiritualidad intelectualoide sesentayochera. Esa especie de hippismo eclesial podría resultar gracioso en los años 70 del siglo XX. A inicios de la segunda década del siglo XXI resulta patético, caducado, “naftalínico".
Dolores Aleixandre, una de las más conspicuas representantes de esa realidad moribunda -su esterilidad no tiene remedio-, ha concedido una entrevista al paladín mediático de la carcundia progre-post-conciliar. Nadie me acuse de pasarme al hablar de hippismo eclesial. Esta buena gente comparte con los Beatles y los hippies su amor por la espiritualidad oriental:
… Hacemos meditación silenciosa, leemos textos de la tradición espiritual cristiana o sufí o hinduista.
El entrevistador le pregunta si no hemos de volver a la primavera post-conciliar de la creatividad y la alegría. Cambien ustedes primavera por infierno y creatividad y alegría por heterodoxia y secularización interna, y tendrán ustedes una descripción más adecuada de lo ocurrido en el post-concilio. La crisis que ha sufrido y sufre la Iglesia hunde sus raíces no solo en ese post-concilio desmadrado, sino en las corrientes sincretistas previas con el liberalismo teológico que arrasó el protestantismo “oficialista” en Europa y que se adhirió a la Iglesia como una garrapata venenosa. De no ser por la savia santa que corría por las venas del catolicismo, una savia madurada en los veinte siglos precedentes, la Iglesia Católica sería hoy un páramo moribundo al estilo del anglicanismo o el luteranismo en Dinamarca y los países bálticos.

El 28 de enero
En repetidas ocasiones he dicho que pasar de ser protestante a católico no es algo que pueda alcanzarse sin la gracia de Dios operando en el alma. Y no lo digo solo porque yo mismo haya recibido ese regalo de lo alto. Basta con leer los relatos de los grandes conversos, como el del Beato Newman, para captar que dicho “cambio” no se produce sin intervención divina. A muchos les puede parecer raro que se hable de conversión debido a que en esos casos el converso ya era cristiano. Es decir, no hablamos de personas que antes no tuvieran fe cristiana y pasen a tenerla. Hablamos de aquellos que siendo ya creyentes en Cristo pasan a ser verdaderos discípulos de su Iglesia.
Sí, lo sé. Para muchos soy un pesado que parece vivir obsesionado con dogmas, doctrinas, herejías, cánones, bulas de excomunión, etc. Numerosos son igualmente los que me recuerdan que no tengo autoridad alguna para decir que tal o cual sacerdote, religioso, teólogo o bloguero viven apartados de la fe de la Iglesia. Y luego están quienes piensan que es bueno que ocupe parte de mi tiempo a estos menesteres pero debería de moderar mi tono, mis expresiones, etc.
Llevaba tanto tiempo sin saber de él que ya me estaba preocupando. Me refiero al P. Juan Masiá, sj, a quien sus superiores en la Compañía de Jesús pidieron que no escribiera más artículos para la prensa española. Aunque cerró su blog en Religión Digital, de vez en cuando soltaba alguna de sus perlas en artículos que aparecían publicados acá y allá. Ahora bien, a este sacerdote jesuita -uno no entiende como sigue siendo ambas cosas- le ocurre lo que a muchos heterodoxos. Si no hacen públicas sus herejías -uso el término de forma coloquial, no según el derecho canónico-, no viven a gusto. Necesitan tener público que atienda a sus razones. En cierta manera son como el niño travieso que no se conforma con hacer estropicios sino que busca que se sepa que ha sido él quien los ha causado.


