InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Secularización interna de la Iglesia

3.12.15

Aquelarre sincretista en catedral católica

Día de Acción de Gracias, Catedral católica de San Pedro en Scranton, diócesis de Pensilvania, Estados Unidos. El párroco y/o deán de la catedral decide suspender la habitual Misa del mediodía. En su lugar se celebra un acto “interreligioso”.

El acto comienza con el toque del shofar por parte de una rabina judía, casada con un rabino, ambos defensores del “matrimonio” homosexual.

Luego se produce una “procesión” de los representantes de los diversos credos religiosos, que toman sitio ante el altar. 

El primer orador es un pastor metodista. Y no tiene mejor idea que decir esto:

“Dios es grande. Doy testimonio de que no hay Dios, excepto el único Dios. Mahoma es el mensajero de Dios”.

A continuación toma la palabra el responsable de los Friends of the Poor (Hermanos de los Pobres) en Scranton, que invita a la oración común y cita el Salmo:

Ved qué bueno y qué gozoso es convivir los hermanos unidos.

Tras lectura de un pasaje del evangelio, el rabino toma la palabra para asegurar que el Día de Acción de Gracias es “un día de fiesta para todos, no importa cual sea nuestra religión… adoramos a Dios juntos“.

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18.11.15

Para saber bien quién es Mons. Pedro Casaldáliga

Llevamos unas semanas en las que el medio de comunicación religioso neo-oficialista (*) por excelencia, Religión Digital, está en plena campaña de marketing y loa permanente a la figura de Mons. Pedro Casaldáliga, CMF, obispo emérito de San Félix de Araguaia (Brasil).

Lo último es la publicación de una “Carta de la Pastoral de la Juventud al apóstol de la Amazonia, Pedro Casaldáliga, ejemplo de esperanza y rebeldía para la juventud".

Pues bien, no hay nada mejor para saber quién es este obispo, que tiene ya 87 años, que copiar la carta que dirigió en su día a Fidel Castro:

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17.11.15

Yo también sé escribir así

Dios es bueno y misericordioso, nos ama tal y como somos, y no quiere que ninguno se sienta excluido independietemente de cuál sea su situación. La Iglesia está para acompañar a los hombres de manera que se sientan acogidos y respetados, dejando atrás tiempos de exclusión, condenas y anatemas. Las divisiones del pasado entre cristianos son eso, pasado. Nada que no se pueda solucionar con un poco de buena voluntad y la firme intención de caminar juntos.

Respecto a las otras religiones, no debemos ser exclusivistas. Todas tienen en mayor o menor medida semillas de la verdad y en eso debemos fijarnos, en vez de caer en proselitismos sectarios que violentan la paz y fraternidad universal entre los hombres a la que todos estamos llamados.

La opción preferencial por los pobres, entendida bajo parámetros de un humanismo esperanzador y optimista, ha de ser el lei motiv de cualquier cosa que haga la Iglesia en los siglos venideros. Nuestra principal misión es darles de comer y de beber, y de luchar solidariamente para, con nuestras capacidades humanas, cambiar el sistema económico injusto.

Aunque puede haber sitio para quienes añoran liturgias antiguas, recargadas y poco comprensibles para el hombre moderno, el camino a recorrer consiste en hacer celebraciones participativas, innovadoras, donde se deje fluir el espíritu que guía al pueblo de Dios por nuevos caminos de comprensión y comunión 

Debemos desechar cualquier idea de un Dios colérico, que castiga a los hombres, que los condena al infierno u osa hacerles pasar por un purgatorio antes de llegar al cielo. El infierno, de existir, seguramente está vacío, pues Dios es amor.

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5.11.15

¿Puedo pertenecer a la misma Iglesia que el cardenal Sturla?

Unos pensarán que la pregunta es una barbaridad. Otros que está muy bien hecha. Otros, que es retórica.

Unos responderán: “obviamente no, así que ya te estás largando". Otros dirán: “obviamente no, ya se está largando el cardenal". Aquellos opìnarán: “la cosa no es para tanto, ya se llegará a un acuerdo". Y los de allá me preguntarán: “¿y quién te crees que eres tú, simple seglar, para andar preguntando esas cosas?”

Pues miren ustedes, la verdad es que cuando el Señor me trajo de vuelta a la Iglesia hace justo ahora dieciséis años, me hizo profesar una fe que, sinceramente, no creo que sea la misma que profesa ese cardenal uruguayo. Pero tampoco la que profesan otros cardenales y obispos. Intentaré explicarme.

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28.10.15

Nuestra fe no quedará sepultada para siempre en el cementerio de la mentira

Ni siquiera el más optimista de los oficialistas-buenistas puede estar contento con lo que ha ocurrido en los dos últimos años, con una Iglesia dividida en cuestiones que afectan a tres sacramentos y con el espectáculo de manipulación, filtraciones, quejas, enfrentamientos abiertos ante el mundo, textos heterodoxos (Relatio intermedia 2014) o confusos (resto de relatios) de los dos últimos sínodos.

Buena parte de ese embolado en el que nos han metido, y al que muchos buenos pastores se han visto empujados no por voluntad suya, gira en torno a dos conceptos diferentes e irreconciliables de la misercordia divina. Uno, herético, que es una copia barata de las tesis luteranas pero va incluso más allá de las mismas. Se trata de una misericordia que concede el perdón al pecador pero no transforma su esencia, su naturaleza caida, que sigue siendo esclava del pecado. A lo sumo, dicen, ese perdón ejerce una influencia benéfica que anima al perdonado a ser mejor persona. Es un concepto pelagiano o semipelagiano -va por barrios la cosa-, de la gracia.

El otro concepto lo expresó perfectamente nuestro Papa emérito cuando todavía era Papa reinante:

«Para evitar equívocos, conviene recordar que la misericordia de Jesús no se manifiesta poniendo entre paréntesis la ley moral. Para Jesús el bien es bien y el mal es mal. La misericordia no cambia la naturaleza del pecado, pero lo quema en su fuego de amor. Este efecto purificador y sanador se realiza si hay en el hombre una correspondencia de amor, que implica el reconocimiento de la ley de Dios, el arrepentimiento sincero, el propósito de una vida nueva. A la pecadora del Evangelio se le perdonó mucho porque amó mucho. En Jesús Dios viene a darnos amor y a pedirnos amor».

Palabras de S.S. Benedicto XVI en Asís, el 17 de Mayo de 2007, en su homilía en la plaza inferior de la basílica de san Francisco.

Por más que algunos quieran enterrar la verdad en el cementerio de la mentira, la verdad acaba resucitando e imponiéndose. Hay tantas posibilidades de que la fe católica sucumba a las estratagemas de los malvados que la atacan como de que Cristo se quedará sepultado para siempre en la tumba a la que fue a parar una vez crucificado.

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