InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Espiritualidad cristiana

20.06.17

Sea nuestra conducta cual conviene a nuestra condición de templos de Dios

Del Oficio de Lecturas del martes de la undécima semana del Tiempo Ordinario:

Cuán grande es la benignidad del Señor, cuán abundante la riqueza de su condescendencia y de su bondad para con nosotros, pues ha querido que, cuando nos pongamos en su presencia para orar, lo llamemos con el nombre de Padre y seamos nosotros llamados hijos de Dios, a imitación de Cristo, su Hijo; ninguno de nosotros se hubiera nunca atrevido a pronunciar este nombre en la oración, si él no nos lo hubiese permitido. Por tanto, hermanos muy amados, debemos recordar y saber que, pues llamamos Padre a Dios, tenemos que obrar como hijos suyos, a fin de que él se complazca en nosotros, como nosotros nos complacemos de tenerlo por Padre.

Sea nuestra conducta cual conviene a nuestra condición de templos de Dios, para que se vea de verdad que Dios habita en nosotros. Que nuestras acciones no desdigan del Espíritu: hemos comenzado a ser espirituales y celestiales y, por consiguiente, hemos de pensar y obrar cosas espirituales y celestiales, ya que el mismo Señor Dios ha dicho: Yo honro a los que me honran, y serán humillados los que me desprecian. Asimismo el Apóstol dice en una de sus cartas: No os pertenecéis a vosotros mismos; habéis sido comprados a precio; en verdad glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo.

A continuación añadimos: Santificado sea tu nombre, no en el sentido de que Dios pueda ser santificado por nuestras oraciones, sino en el sentido de que pedimos a Dios que su nombre sea santificado en nosotros. Por lo demás, ¿por quién podría Dios ser santificado, si es él mismo quien santifica? Mas, como sea que él ha dicho: Sed santos, porque yo soy santo, por esto pedimos y rogamos que nosotros, que fuimos santificados en el bautismo, perseveremos en esta santificación inicial. Y esto lo pedimos cada día. Necesitamos, en efecto, de esta santificación cotidiana, ya que todos los días delinquimos, y por esto necesitamos ser purificados mediante esta continua y renovada santificación.

El Apóstol nos enseña en qué consiste esta santificación que Dios se digna concedernos, cuando dice: Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. Y en verdad que eso erais algunos; pero fuisteis lavados, fuisteis santificados, fuisteis justificados en el nombre de Jesucristo, el Señor, por el Espíritu de nuestro Dios. Afirma que hemos sido santificados en el nombre de Jesucristo, el Señor, por el Espíritu de nuestro Dios. Lo que pedimos, pues, es que permanezca en nosotros esta santificación y -acordándonos de que nuestro juez y Señor conminó a aquel hombre que él había curado y vivificado a que no volviera a pecar más, no fuera que le sucediese algo peor- no dejamos de pedir a Dios, de día y de noche, que la santificación y vivificación que nos viene de su gracia sea conservada en nosotros con ayuda de esta misma gracia.

Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del Señor.
(Cap. 11-12: CSEL 3, 274-275)

San Cipriano nos da testimonio de cómo se entendía en el siglo III la vida cristiana. Que es exactamente igual a como lo enseñaron los apóstoles y deberia ser igual a como lo enseña la Iglesia en pleno siglo XXI.

Es decir, no tiene sentido llamarse cristiano y no comportarse como tal. No tiene sentido ser hijo de Dios y vivir esclavizado del pecado.

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17.06.17

Si alguno está en Cristo, es una nueva criatura

Primera lectura del sábado de la décima semana del Tiempo Ordinario:

Porque el amor de Cristo nos urge, persuadidos de que si uno murió por todos, en consecuencia todos murieron. Y murió por todos a fin de que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que desde ahora no conocemos a nadie según la carne; y si conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no le conocemos así.
Por tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva criatura: lo viejo pasó, ya ha llegado lo nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos confirió el ministerio de la reconciliación.
Porque en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo, sin imputarle sus delitos, y puso en nosotros la palabra de reconciliación. Somos, pues, embajadores en nombre de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de nosotros. En nombre de Cristo os rogamos: reconciliaos con Dios.
A él, que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que llegásemos a ser en él justicia de Dios.
2ª Cor 5,14-21

Si por la conversión somos criaturas nuevas, habremos de comportarnos como tales. Si en Cristo obtenemos el perdón de nuestros pecados, no es para que sigamos andando en ellos. Si es hora de reconciliarnos con Dios, no podemos vivir como si siguiéramos enemistados con Él.

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14.06.17

Nuestra capacidad viene de Dios

Primera lectura del miércoles de la décima semana del Tiempo Ordinario

Y esta confianza la tenemos por Cristo ante Dios. No es que por nosotros seamos capaces de pensar algo como propio nuestro, sino que nuestra capacidad viene de Dios, el cual también nos hizo idóneos para ser ministros de una nueva alianza, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.
Pues si el ministerio de muerte, grabado con letras sobre piedras, resultó glorioso, hasta el punto de que los hijos de Israel no podían fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, que era perecedera, ¿con cuánta mayor razón será más glorioso el ministerio del Espíritu?
Porque si el ministerio de la condenación fue glorioso, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia. Y verdaderamente, aquella glorificación deja de ser gloriosa en comparación con esta gloria eminente. Porque si lo perecedero pasó por un momento de gloria, con mucha más razón lo duradero permanece en gloria.
2ª Cor 3,4-11

Si San Pablo, gran apóstol, entendía que cualquier capacidad suya venía de Dios, ¿habremos nosotros de ser tan necios como para creer que tenemos capacidad de hacer algo bueno sin el Señor? Si hasta el desear hacer el bien nos viene de Él, cuánto más aquello que finalmente obremos conforme a su voluntad. Fuera pues, toda jactancia.

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12.06.17

Bienaventurados

Evangelio del lunes de la décima semana del Tiempo Ordinario.

Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
Mt 5,1-12

Con temor y temblor me asomo a esta sublime enseñanza de nuestro Señor en lo alto de uno de los montes de Israel. Bienaventuranzas se llaman, pero también son un llamado a la santidad.

Pobres en el espíritu. Fue Cristo el primero en hacerse pobre para que nos hagamos ricos.

Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.
2ª Cor 8-9

Él bajó del cielo para enriquecernos. ¿No habremos nosotros de bajar al fango del mundo para donar la riqueza con la que él nos obsequió? 

Al fin y al cabo, no hay mayor riqueza que hacer lo que agrada a Dios:

No te preocupes de que hayamos caído en la pobreza: serás muy rico si temes a Dios, evitas todo pecado y haces lo que agrada al Señor, tu Dios.
Tob 4,21

Mansos. Cordero manso fue Cristo en la cruz:

Fue maltratado, y él se dejó humillar, y no abrió su boca; como cordero llevado al matadero, y, como oveja muda ante sus esquiladores, no abrió su boca.
Is 53,7

A Él debemos imitar en pruebas y persecuciones. Al Señor le agrada la mansedumbre:

Porque el temor del Señor es sabiduría e instrucción, le agradan la fidelidad y la mansedumbre.
Sir 1,27

Tanto más crezcamos en los caminos del Señor, más humildes debemos ser, dejando atrás toda jactancia y presunción, pues:

Cuanto más grande seas, tanto más debes humillarte, y encontrarás gracia ante el Señor. Muchos son los altivos y jactanciosos, pero Él revela sus secretos a los mansos
Sir 3,20

Los que lloran. Aquél que fue manso en la Cruz, Aquél que lloró por la muerte de su amigo Lázaro, será nuestro consuelo eterno:

… pues el Cordero, que está en medio del trono, “será su pastor, que los conducirá a las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima” de sus ojos. 
Ap 7,17

Y

Y oí una fuerte voz procedente del trono que decía: -"Ésta es la morada” de Dios con los hombres:” Habitará con ellos y ellos serán su pueblo", y Dios, habitando realmente en medio de ellos, será su Dios.  "Y enjugará toda lágrima” de sus ojos; y no habrá ya muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque todo lo anterior ya pasó.
Ap 21,3-4

Hambre y sed de justicia. Rodeados de todo tipo de maldad e injusticia, los cristianos deben anhelar el justo juicio de Dios, y clamar para que ponga en orden todo aquello que el pecado ha deformado. Dios así lo hará:

¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche, y les hará esperar?
Luc 18,7 

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar a las almas de los inmolados a causa de la palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron. Clamaron con gran voz: -¡Señor santo y veraz! ¿Para cuándo dejas el hacer justicia y vengar nuestra sangre contra los habitantes de la tierra? Entonces se les dio a cada uno una túnica blanca y se les dijo que aguardaran todavía un poco, hasta que se completase el número de sus hermanos y compañeros de servicio que iban a ser inmolados como ellos.
Ap, 6,9-11

Misericordiosos. Aquellos que hemos alcanzado misericordia, ¿cómo no seremos misericordiosos con el prójimo? ¿Cómo alzará sus ojos al cielo quien no perdona, quien no lleva consuelo al aflijido y quien ignora la suerte de las almas perdidas?

El hombre que no tiene misericordia con su semejante, ¿cómo se atreve a rezar por sus propios pecados?
Sir 28,4

Limpios de corazón. ¿Cómo limpiar el corazón manchado por nuestro pecado? Por la conversión que el Señor nos concede. No seamos necios como aquellos de quienes habla el proverbio:

...gente que se cree pura pero no está limpia de su inmundicia
Prov 30,12

Más bien:

Apártate tus delitos, rectifica tus actos; limpia tu corazón de todo pecado.
Sir 38,10

Los que trabajan por la paz. Mas no por la paz del mundo sino por la paz que solo Dios da.

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.
Jn 14,27

Y la paz de Dios que supera todo entendimiento custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Fil 4,7

Perseguidos, insultados, calumniados. No nos engañemos. No es posible pasar por el mundo haciendo el bien sin recibir a cambio persecución:

Por lo demás, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos
2 Tim 3,12

Señor, aleja de nosotros toda tentación de apostasía y convierte tus palabras en el monte en guía segura de nuestro proceder en esta vida.

Luis Fernando

11.06.17

Trabajad por vuestra perfección

Segunda lectura de la Solemnidad de la Santísima Trinidad:

Por lo demás, hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
Saludaos mutuamente con el beso santo. Os saludan todos los santos.
2 Cor 13,11-13

El cristiano auténtico huye de cualquier quietismo. Sabe que es Dios quien obra en él, pero ciertamente él obra. De Cristo recibimos gracia tras gracia (Jn 1,17) para que andemos conforme al Espíritu Santo para ser agradables a los ojos del Padre. Santísima Trinidad que nos salva y nos santifica.

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