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28.03.19

Baja por progenitoriedad

Cuando los lacayos del Gran Arquitecto -también conocido como Lucifer o Bafomet- lograron imponer la república en Francia allá por el 1792, su empeño en arrasar con cualquier cosa que recordara la civilización cristiana llegó a extremos tan abracadabrantes como el cambio del calendario. Las semanas pasaron de tener siete días a diez (adiós a los domingos festivos). Los nombres de los meses se cambiaron. Los años se empezaron a contar desde 1792 y se escribían en números romanos, siendo el 1 de vendimiario (otoño) el primer día del calendario y del año. En lugar de santos católicos, cada día del año tenía asignado una herramienta (los días terminados en 0), un animal (los días terminados en 5), o una planta o mineral (el resto). Etc.

Como bien esplica Javier Paredes en su artículo “La gran mentira de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad… y crueldad”:

… cuando el obispo Gregoire, un clérigo que dejó de servir a Cristo para servir al poder político y medrar, le pregunto a Romme, que era uno de sus promotores, para qué servía ese calendario, este le contestó:

—Sirve para suprimir el domingo.

Alguien pensará que el cambio fue “por las buenas", y que nada impedía a un católico cumplir con el descanso dominical. Pues no. Cito de nuevo del artículo del profesor Paredes:

Y como los revolucionarios no suelen pedir las cosas por favor, a propuesta de Joseph Lebon se dispuso “que todo empleado doméstico, conductor de carreta o criado que descanse en un día distinto del décadi, sea arrestado como sospechoso y que los ayuntamientos que no cumplan el presente decreto sean considerados como sospechosos y tratados como tales”.

Ser arrestado como “sospechoso” en aquellos tiempos suponía acabar con la cabeza separada del cuerpo. 

Hubo que esperar a la firma del Concordato entre Napoleón y la Santa Sede para que, ya en 1802, el domingo fuera de nuevo considerado festivo. Y el 31 de diciembre de 1805 fue abolido el calendario “ilustrado".

Estamos ante uno de los ejemplos de cómo se puede usar el poder civil para introducir cambios que afectan a la cosmovisión del mundo y de la sociedad.

Salvando las distancias, el socialismo “reinante” hoy en España, anda iigual de obsesionado con acabar con cosmovisión natural y cristiana de la familia. Ambas: natural y cristiana. Natural, porque es evidente que una familia está compuesta por un padre, una madre y sus hijos. En algunas civilizaciones se admite la poligamia, pasando entonces la familia a ser un padre, varias madres y los hijos. Pero lo que no había ocurrido jamás es que la figura del padre desapareciera. 

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