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8.02.17

El cardenal Sistach interpreta Amoris Laetitia contra la doctrina de la Iglesia

El 14 de septiembre de 1994, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el cardenal Ratzinger, publicó una carta a los obispos de todo el mundo sobre el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar. La carta acababa de esta manera:

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, durante la audiencia concedida al Cardenal Prefecto ha aprobado la presente Carta, acordada en la reunión ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado que se publique.

Estamos por tanto, ante un texto magisterial pontifico. En el mismo se aborda la relación entre la conciencia del cristiano divorciado vuelto a casar (adúltero le llama Cristo) y la posibilidad de comulgar, La cuestión se plantea así:

Conscientes sin embargo de que la auténtica comprensión y la genuina misericordia no se encuentran separadas de la verdad, los pastores tienen el deber de recordar a estos fieles la doctrina de la Iglesia acerca de la celebración de los sacramentos y especialmente de la recepción de la Eucaristía. Sobre este punto, durante los últimos años, en varias regiones se han propuesto diversas soluciones pastorales según las cuales ciertamente no sería posible una admisión general de los divorciados vueltos a casar a la Comunión eucarística, pero podrían acceder a ella en determinados casos, cuando según su conciencia se consideraran autorizados a hacerlo. Así, por ejemplo, cuando hubieran sido abandonados del todo injustamente, a pesar de haberse esforzado sinceramente por salvar el anterior matrimonio, o bien cuando estuvieran convencidos de la nulidad del anterior matrimonio, sin poder demostrarla en el foro externo, o cuando ya hubieran recorrido un largo camino de reflexión y de penitencia, o incluso cuando por motivos moralmente válidos no pudieran satisfacer la obligación de separarse.

En algunas partes se ha propuesto también que, para examinar objetivamente su situación efectiva, los divorciados vueltos a casar deberíanentrevistarse con un sacerdote prudente y experto. Su eventual decisión de conciencia de acceder a la Eucaristía, sin embargo, debería ser respetada por ese sacerdote, sin que ello implicase una autorización oficial.

¿Cómo responde la Congregación para la Doctrina de la Fe a esas propuestas?

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