Jorge Soley: “La abundancia de niños en las familias en Covadonga es fidelidad y confianza en el Señor”

Jorge Soley Climent es un barcelonés felizmente casado y padre de seis hijos. Apasionado por la lectura, la historia y el fútbol humilde y auténtico. Su profesión de economista le impone el agradable deber de viajar con frecuencia a la América hispana.

Está convencido de que ser católico significa ser universal, de que lo razonable es la fe y de que la Iglesia, a pesar del empeño que ponemos los hombres para afear su rostro, es Madre y Tesoro de criterio seguro.

¿Qué supone para usted haber participado en la primera peregrinación de estas características en España?

Un gran gozo, una gracia muy grande al poder unirme a tantas personas en esta peregrinación a la Virgen de Covadonga para pedirle por la Iglesia y por España. Para la configuración de la Cristiandad fueron claves las peregrinaciones, que nos recuerdan que nuestra vida en la tierra es un peregrinar hasta nuestro hogar definitivo, la patria celestial. Ha sido una vivencia en la que se ha unido el cansancio y el sacrificio con una intensa alegría y hermandad con el resto de peregrinos. Y sobre todo las muchas gracias recibidas, especialmente en las cuidadas ceremonias de la misa, que nos han hecho crecer en amor a Jesucristo, a la Virgen y a San José, a quien estaba especialmente encomendada la peregrinación en este su año.

¿Era consciente de vivir un hecho importante?

Era consciente, inicialmente, de estar viviendo algo nuevo sobre lo que había una cierta incertidumbre. Al acabar la peregrinación, las dudas se habían disipado por completo y sí, creo que todos los que participamos somos conscientes de que se ha iniciado algo llamado a perdurar y a hacer mucho bien.

Usted está felizmente casado. ¿Cómo le ayuda el hecho de poder compartir la fe con otras familias católicas?

Es clave: la fe no se vive aisladamente, sino en comunidad. El hecho de que pudieran asistir familias con niños en un formato específico para ellos dio un tono de acogida en el que era imposible no sentirse a gusto. La gran mayoría de los asistentes eran jóvenes, como es lógico, y eso nos llena de esperanza y nos confirma que los jóvenes responden cuando se les propone algo que, aunque exigente, es verdadero, auténtico y radical en el sentido de ir a lo nuclear. Pero la presencia de familias enteras, junto a los jóvenes, creo que refleja una imagen más completa de lo que es la Iglesia, personas de todas las edades caminando hacia nuestro fin que no es otro que el cielo.

¿Por qué compartir la fe crea grandes lazos de amistad?

Compartir la fe une porque se tiene en común aquello más esencial de nuestra vida, se comparte un fin y una manera de comprender la vida. Lo hemos experimentado estos días, cuando fácilmente descubríamos profundas afinidades con personas a quienes acabábamos de conocer y que ya serán amigos siempre, y también profundizando en nuestra amistad con quienes ya conocíamos y ahora compartimos mucho más. Es curioso cómo a pesar del cansancio o las distintas privaciones, en estos días reinaba una gran alegría y una hermandad como no se acostumbra a ver. Todos coincidíamos: qué bien hemos estado y cómo echamos en falta esa compañía, a pesar de que solo han pasado unos pocos días. Creo que el cultivo de la amistad entre quienes vivimos la peregrinación nos ayudará a mantener vivas las gracias recibidas y a incendiar el mundo con el fuego de la fe durante este año, a la espera de regresar el año que viene.

De todos los momentos de la peregrinación, ¿con cuál se quedaría?

Creo que el conjunto de la peregrinación, hecho de muchos pequeños momentos, ha sido muy emocionante, pero si hay que singularizar un momento me inclino por la llegada a nuestra meta, a Covadonga. Por su sentido simbólico y por el gozo de ver llegar a tantos jóvenes, cansados y contentos, entonando canciones a la Virgen y ondeando sus banderas y estandartes. Es cierto que, como nos decían, en nuestros tiempos la gran tentación es perder la esperanza, pero en ese momento de gracia era muy fácil recuperarla.

¿Por qué tenemos que rezar mucho por los sacerdotes y darles nuestro apoyo?

Los sacerdotes son un referente, qué duda cabe. Los que nos han acompañado han sido de enorme ayuda para vivir la peregrinación en su verdadero sentido cristiano. Sacrificados, los primeros en andar, siempre alegres, siempre cercanos, dispuestos a charlar y orientarnos, entonando canciones y ayudándonos a rezar el rosario con intensidad. Y sobre todo a través de los sacramentos: dispuestos a confesar en todo momento y diciendo la Misa con un fervor y piedad que no suele ser habitual.

Hemos rezado, hemos adorado al señor, hemos pasado incomodidades, nos hemos ayudado y animado los unos a los otros. No se me ocurre mejor escuela de vida.

Hoy en día, en donde la llamada cultura de la muerte es una gran amenaza, es muy alentador ver a familias numerosas, el mayor alegato a favor de la vida.

Es cierto, una Iglesia sin niños, o con poquitos niños, es una Iglesia mortecina. La abundancia de niños nos habla de fidelidad al Señor y, sobre todo, de confianza total en Él. Con cálculos humanos muchas veces no salen las cuentas, pero para quien se abandona en el Señor siempre acaban cuadrando.

Hemos rezado, hemos adorado al señor, hemos pasado incomodidades, nos hemos ayudado y animado los unos a los otros. No se me ocurre mejor escuela de vida.

Por Javier Navascués

4 comentarios

  
Manolo
Gracias por la estupenda entrevista. Un abrazo fuerte para Jorge, Guadalupe y toda la familia desde la Asociación Pro-Vida del pueblo sevillano de Mairena del Alcor.
18/08/21 8:51 AM
  
Jorge Soley
Manolo, qué alegría saber de ti. Un fuerte abrazo a todos los pro-vida de Mairena. Sois los mejores, un ejemplo para todos los defensores de la vida.
18/08/21 11:45 AM
  
África Marteache
Me ha encantado ver el pendón de Santa Eulalia de Barcelona en la peregrinación. Como vivo actualmente en Cataluña me intereso mucho por cómo va el catolicismo por aquí y la cantidad de santos que ha dado esta tierra, la verdad es que si cada catalán llevara uno tendrían que asistir muchos para que estuvieran todos bien representados, tanto los autóctonos como los que murieron aquí en las persecuciones, no en una sino en muchas persecuciones, o los que murieron allende la mar.
18/08/21 2:47 PM
  
África Marteache
Si yo hubiera podido ir a la peregrinación habría llevado un pendón con el nombre de un santo anónimo cuya beatificación está tardando demasiado: El siervo de Dios Magín Catalá. Este fraile franciscano sufrió una enfermedad degenerativa no diagnosticada que le impedía moverse, pero los indios de la misión reclamaban su presencia por lo que tenían que llevarle en un carrito. Murió en olor de santidad en la Misión de Santa Clara de Asís y está enterrado en la Catedral de San Francisco (California). Habría sido bonito que caminara quién en vida no pudo hacerlo. Siervo bueno y humilde y prácticamente desconocido.
Lástima que siendo mayor ya no puedo caminar ni yo misma, pero en espíritu sé que caminamos los dos.
18/08/21 3:26 PM

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