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14.02.24

Mons. Santiago Calvo habla de su biografía de D. Marcelo, con el que estuvo 43 años hasta que murió

Monseñor Santiago Calvo Valencia nació en Cuenca de Campos (Valladolid), el 16 de marzo de 1938, A los once años ingresó en el Seminario de Valladolid, en el que estudió los cursos de Latín y Humanidades, y de Filosofía. En la Universidad Pontificia de Comillas (Santander) obtuvo la licenciatura en Teología. Fue ordenado sacerdote en Comillas por el Nuncio de Su Santidad Mons. Hildebrando Antoniutti, el 2 de abril de 1961, y en el mes de julio de ese mismo año Don Marcelo, que unos meses antes había sido nombrado Obispo de Astorga, le llamó para que fuera su secretario particular.

Acompañándole estuvo en Roma durante las cuatro etapas del Concilio Vaticano II. Trabajó como voluntario en la secretaría general del Concilio y estuvo presente, dentro del Aula Conciliar, en todas las sesiones del Concilio en las etapas tercera y cuarta. Al ser nombrado Don Marcelo González arzobispo Coadjutor de Barcelona, continuó con él en aquella Diócesis y lo mismo hizo cuando Don Marcelo fue designado arzobispo de Toledo – Primado de España y Cardenal. Después de la jubilación de Don Marcelo, continuó atendiéndole hasta, su fallecimiento el 25 de agosto de 2004 y después ha seguido ordenando y estudiando su archivo. Ha sido Deán de la Catedral Primada y capellán de la residencia de las Religiosas Angélicas.

En la actualidad es Prelado de Honor de Su Santidad, Arcipreste honorario de la Catedral Primada y el encargado de cuidar, ordenar y estudiar el archivo personal del Cardenal Don Marcelo, que consta de más de ciento cincuenta cajas.

En esta entrevista analiza los principales aspectos de su libro Don Marcelo. Navegante y sembrador. Volumen I.

¿Qué supuso para usted poder estar tantos años cerca de D. Marcelo?

Una gracia de Dios, que cambió los planes que yo tenía cuando fui ordenado sacerdote. Yo pensaba y deseaba ir de cura a un pueblo y, al cabo de dos o tres años, irme de capellán castrense. Me llamaba la vida militar.

Don Marcelo me escribió, invitándome a que me fuera con el, como colaborador inmediato, el arzobispo de Valladolid, diócesis de la que yo era presbítero, y el Vicario General me animaron a que fuera y junto a Don Marcelo y estuve con él los 43 años que fue obispo, hasta que murió.

¿Cuál es el principal legado que dejó en la Iglesia?

Don Marcelo dejó como legado varias cosas. En primer lugar, el ejemplo de su amor a Jesucristo y a la Iglesia, sin escatimar esfuerzos, ni sufrimientos. Su trabajo incansable para que el rostro de la Iglesia resplandeciera con el Evangelio y la doctrina recta, siendo testigos en el mundo del ejemplo que Nuestro Señor Jesucristo nos dio. Para eso trabajó, escribió y sobre todo predicó de palabra y por escrito.

¿Y qué le aportó a usted personalmente?

Un ejemplo constante de amor y servicio a la Iglesia, y a la vida y a la doctrina de Jesucristo.

¿Por qué decidió escribir esta biografía en dos tomos?

Porque publicarlo en un solo volumen de más de 1.700 páginas era imposible.

¿Por qué considera hoy muy oportuna la biografía?

Porque en ella aparece la figura de una persona, que fue ejemplar en su vida de niño, de seminarista, de sacerdote y de obispo, en una determinada época de la historia de España y de la Iglesia. Creo que, en esta biografía, dedicada a la persona de Don Marcelo como figura central, aparece el ambiente social, político y religioso de 50 años de la historia de la segunda mitad del siglo XX, con unos rasgos importantes, que son poco conocidos o totalmente ignorado.

¿Qué podemos destacar de su infancia y de sus años de seminarista?

Su sencillez, su honradez, su piedad, su obediencia, su caridad y su amor al trabajo, acomodadas en su ejercicio, a su edad y a su estado.

¿Qué cualidades tenía como sacerdote?

Siempre su vida de piedad, profunda y sencilla, su esfuerzo por desarrollar las facultades que Dios le había dado, para servicio de Dios y del prójimo. Su empeño en formarse bien, sobre todo en su época de seminarista, y durante toda su vida.

Cultivó en sí mismo las virtudes humanas de respeto y educación para con los demás, su formación académica, fomentada con el estudio continuo del ambiente en que se movía, con el conocimiento de ciencias profanas y sobre todo con la doctrina de la Iglesia, actualizada continuamente con lo que iban diciendo los distintos papas que conoció, para trasmitirlo mejor a los demás en los distintos ambientes muy variados, en que se fue desarrollando su vida.

Se esforzó para mantener y crecer en virtudes, trabajando para poder ayudar, con su ejemplo, las obras y la palabra, a conocer el Evangelio a los demás, sobre todo a los que más lo necesitaban.

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