(InfoCatólica) El obispo Dominique Rey ha expresado su convicción de que la Iglesia en Francia posee un «inmenso potencial misionero» a pesar de décadas de secularización. En una extensa entrevista concedida a Tribune Chrétienne, el prelado ha defendido que los católicos deben recuperar «una verdadera audacia apostólica» para responder al hambre espiritual de la sociedad contemporánea.
Un balance tras 25 años de episcopado
El obispo emérito de Fréjus-Toulon, cuya dimisión fue aceptada este año, ofreció la entrevista con motivo de la publicación de su nuevo libro Mes choix, mes combats, ce que je crois (Mis decisiones, mis combates, lo que creo), una reflexión personal sobre veinticinco años de ministerio episcopal.
Mons. Rey insistió en que la fidelidad a la tradición de la Iglesia no debe convertirse en una retirada hacia la nostalgia. «El cristianismo es a la vez herencia y promesa», afirmó, argumentando que los tesoros de la doctrina y la liturgia deben permanecer abiertos a las inspiraciones del Espíritu Santo en el presente.
Referentes claros en una cultura relativista
El prelado subrayó la necesidad de que los católicos ofrezcan «puntos de referencia doctrinales, espirituales, éticos y antropológicos claros» en una cultura que describió como «volátil y relativista». Añadió que las presiones seculares no deben llevar a la timidez, sino más bien a un fervor renovado. «La historia muestra que las crisis nunca tienen la última palabra», declaró. «Mi esperanza viene de la promesa de Cristo de permanecer con su Iglesia».
En cuanto a la liturgia, Rey describió al Papa León como «cauteloso y atento», señalando con interés que el Santo Padre había permitido al Cardenal Burke celebrar la misa tradicional en San Pedro. Indicó que la dirección futura de las decisiones concernientes al vetus ordo está por verse, pero subrayó que el Papa busca «paz y unidad».
Rechazo a las etiquetas políticas
El obispo Rey también abordó las etiquetas políticas que le han acompañado durante gran parte de su ministerio, descartándolas como engañosas. Dijo que siempre había acogido a personas «de derecha y de izquierda» en su diócesis y rechazó la sugerencia de que recibir a ciertas figuras implicara una alineación ideológica.
«Si observas la vida de Jesús, él sabía escuchar y encontrarse con todos», declaró, recordando que había presidido bodas tanto para casas reales como para personas de medios muy modestos.
El experimento pastoral de Fréjus-Toulon
Gran parte de la entrevista reflexionó sobre el experimento pastoral en que se convirtió Fréjus-Toulon durante su mandato. Rey describió su enfoque como una disposición a «confiar en la creatividad del Espíritu Santo», acogiendo diversos carismas y dando espacio para que crecieran las iniciativas misioneras.
Durante sus años en Fréjus-Toulon, el obispo Rey se hizo conocido por una apertura inusual en el episcopado francés, acogiendo una amplia variedad de comunidades y nuevas fundaciones en la vida de la diócesis. Entre las más notables estaba el Monastère Saint-Benoît, al que permitió establecerse en el Var como parte de su esfuerzo más amplio para fomentar una renovación de la vida monástica y litúrgica.
Como resultado, Fréjus-Toulon pronto contó con más vocaciones que cualquier otra diócesis en Francia y emergió como una de las pocas diócesis en Europa que experimentaba un crecimiento significativo.
Controversia y crecimiento espiritual
Este florecimiento inusual atrajo el escrutinio de Roma, llevando a una visitación apostólica hace tres años, la suspensión de ordenaciones y la gradual reducción de su autoridad tras el nombramiento de un obispo coadjutor. El obispo Rey fue finalmente invitado a dimitir, y su sucesor ha asumido ahora la plena gobernanza de la diócesis.
Hablando abiertamente de las pruebas que marcaron su ministerio, dijo que estos momentos le fortalecieron más que debilitarle. «No soy el propietario de mi misión sino su humilde servidor», declaró, añadiendo que las dificultades habían revelado «verdaderos amigos» que le acompañaron a través de la adversidad.
Mirando hacia adelante
Su partida de Toulon fue, sin embargo, un momento innegablemente doloroso. Preguntado sobre cómo experimentó la transición, Rey empleó una imagen tomada del viaje: «En un tren, hay dos tipos de asientos: los que miran hacia atrás, con el riesgo de demorarse en el pasado, y los que miran hacia adelante».
Dijo que había elegido mirar hacia adelante, continuando sirviendo a través de la dirección espiritual, el ministerio parroquial, retiros y peregrinaciones desde su nueva base en París. Advirtió contra la fragmentación dentro de la Iglesia y dijo que su tarea presente era «crear vínculos entre cristianos» para que el trabajo misionero pudiera dar fruto.
Añadió que animaría a los obispos más jóvenes a conocer la realidad concreta de la vida pastoral, a apoyar a los pobres, a mantener la comunión en medio de la diversidad, y a cultivar «audacia y creatividad con discernimiento pero sin timidez». Su énfasis en la evangelización se hizo eco del impulso de Juan Pablo II, cuya llamada a una Nueva Evangelización moldeó muchas de las prioridades de Rey.
La transición marcó el final de uno de los episcopados más distintivos de la Francia contemporánea, un período marcado no solo por la controversia sino también por el crecimiento espiritual.








