InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Categoría: Séptimas teoréticas, no teóricas

13.04.19

(346) La era del subjetivismo

1ª.- Los orígenes.— La doctrina de los nominalistas, encabezados por Ockham, rompió la armonía entre la fe y la razón y desmontó la mente occidental, deconstruyendo sus principios. De las cenizas de esta deconstrucción surgió una nueva era, la era del subjetivismo. En ella se levantaron dos grandes movimientos disolventes, el protestantismo y el humanismo. De la interconexión de ambos emerge la Modernidad.

 

2ª.- El espíritu del subjetivismo se impone mediante revoluciones; es titánico; se gasta en la Civilización del Hombre, pero resurge siempre; cuantificador de sus propias valoraciones, las sistematiza en valores; postula la acción, a la que subordina el ser. Se realiza mediante el principio de independencia, por el cual la criatura pretende autodeterminarse.

 

3ª.- El espíritu del subjetivismo se opone, por su propia esencia, al espíritu del cristianismo. Éste se basa en realidades naturales y sobrenaturales. Aquél, en la sola voluntad subjetiva. Recientemente, en esta sub-era de la posmodernidad, el subjetivismo instrumentaliza la religión católica mediante un espiritualismo existencialista de corte kantiano.

 

3ª.- Esta instrumentalización del catolicismo por parte del espíritu del subjetivismo, esto es, de la Modernidad, se lleva a cabo mediante:

I) La hibridación de lo natural y lo sobrenatural a través del Método de Inmanencia (Blondel, De Lubac)

II) La filosofía de la acción, que hace depender al ser del acto autodeterminante (Wojtyla) o autoposesivo (Guardini) o de autodefinición (Frankl).

III) La escisión del individuo y la persona en un mismo sujeto personal, social o jurídico, a través del liberalismo de tercer grado y sus formas suaves de laicidad (Maritain) y de comunitarismo (Mounier).

IV) La sustitución del concepto de ley por el de norma, y del de pena por el de sanción.

V) La devaluación del conocimiento real u objetivo (Marcel, Heidegger), puesta entre paréntesis de los saberes heredados (Husserl), misteriosismo eclesiológico (De Lubac) o intimista (Marcel).

VI) La introducción de falsas dicotomías: el ser contra Dios (Heidegger), la ley universal contra el ethos individual (Kierkegaard, Rahner); la metafísica contra la espiritualidad (Marcel), contra la subjetividad (Wojtyla), contra la axiología (Guardini), contra la espontaneidad del espíritu (Mounier), contra el misterio de Cristo y de la Iglesia (De Lubac), contra los valores vitales (Scheler)  contra la apertura al mundo moderno y al hombre (Rahner); contra la belleza (Von Balthasar); contra la conciencia “transcendental"(Husserl).

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9.04.19

(345) De la objetividad como piedra de tropiezo

1ª.- El espejismo existencial.— Conocer el ser no como ser sino como valor. En esto consiste el nihilismo piadoso de los axiólogos. Lo copiaron de los existencialistas, lo introdujeron en la mente católica, lo exportaron y lo exportan al mundo bajo apariencia de evangelización. ¿Hasta cuándo no despertará el católico, formado o formador, de esta ilusión antimetafísica?

 

2ª.- Se veía venir.— No nos extraña la deriva materialista de algunos personalismos. ¿Adónde querían llegar, negando el alma, sino a un exceso de teología del cuerpo, y a un receso de la teología del estado de gracia?

 

3ª.- Spes inanis, esperanza vana.— Reza la Empresa 15 de Don Juan de Borja. La pictura es elocuente: una mano que, pretendiendo apoyarse, se hiere; toma la caña de bambú quebrada y es en balde, porque se raja y sangra y no logra apoyarse, sino quebrarse y caer.

Esto decimos nosotros del proyecto fenomenológico, spes inanis. Porque poner la tradición entre paréntesis no es apoyo, ni es sustento de verdad, ni es razonable. Más bien es caña que se quiebra y hiere, y hace caer. Y no precisamente al cielo, sino a la era del subjetivismo.

 

4ª.- La impunidad del error, por el misteriosismo.— Opina Heidegger que «la razón es la más tenaz enemiga del pensar». Y se pregunta uno cómo el pensar sin razón no causa desasosiego, remordimiento, desazón. ¿Puede la causa segunda, siendo racional, renegar razonablemente de su esencia? Peor aún es la locura del teólogo que, por pensar en modo heideggeriano, se vuelve misteriosista y deja a un lado su razón, enemistándola con el dato revelado. El siguiente paso es decir que los perros, los árboles, las piedras, no existen, porque sólo existe el hombre.

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