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28.09.12

Mi visita a Salt Lake City, meca del mormonismo (Pbro. Julio C. Elizaga) (2)

El Libro de Mormón

Según este libro, publicado en 1829 por Joseph Smith, el continente americano fue poblado desde el Oriente por varias emigraciones de judíos que vinieron en barco desde Palestina. La primera salió después de la construcción de la Torre de Babel y la segunda salió de Jerusalén unos 600 años antes de Cristo bajo la dirección de Lehí, un profeta de la tribu de Manasés, y de sus dos hijos, Nefí y Lamán, que dieron origen a dos pueblos, los Nefitas y los Lamanitas. Los lamanitas fueron maldecidos por el Señor a causa de sus iniquidades y su piel se volvió oscura (2 Nefí 5:21). Éstos fueron los primeros indios americanos o pieles rojas del norte y probablemente los indios de todo el continente. Los nefitas permanecieron fieles a la voluntad de Dios y construyeron una gran civilización estableciendo numerosas ciudades. A ellos se les apareció Jesús después de su resurrección, les enseñó el Evangelio y fundó entre ellos su Iglesia, enviando 12 apóstoles a convertir el continente americano. Los nefitas eran “las otras ovejas que él debía atraer” (Jn 10,16), y de las cuales habló a sus apóstoles en la Biblia. Pero los lamanitas fueron exterminando poco a poco a los nefitas, unos cuatrocientos años después de Cristo.

El último representante de este pueblo fue el profeta Mormón, quien escribió en unas placas de oro la historia de su pueblo, las cuales fueron enterradas por su hijo Moroni en el cerro de Cumorah en el año 420 después de Cristo. Estaba reservado a Joseph Smith, guiado por el ángel Moroni, descubrir esas placas y publicarlas en el Libro de Mormón. El libro narra también la destrucción de ciudades cuando los temblores desfiguraron la superficie de la tierra en el momento de la crucifixión de Cristo.

Dificultades críticas

Los mormones de hoy se esfuerzan en justificar esas fantásticas afirmaciones, basándose en las leyendas indias acerca de la venida de un Gran Dios Blanco y en las ruinas de grandes ciudades que se han encontrado en distintas partes del continente. En defensa de la inspiración divina del Libro de Mormón, dicen que Joseph Smith era analfabeto y no podría haber elaborado y escrito un libro con tantas referencias históricas y con un estilo tan uniformemente extraño.

Dejando de lado lo absurdo de atribuir una etnología judía a los indios americanos, al libro se le hacen graves e importantes objeciones. En la página 14, Nefí declara que los israelitas al llegar a América encontraron “la vaca, el buey, el asno y el caballo”. Pero es evidente que esos animales fueron introducidos por los europeos después del descubrimiento de Colón en 1492.

Por otra parte se supone que Mormón escribió la historia sobre las placas de oro antes del año 420 en que fueron enterradas. ¿Cómo pues Mormón podría incorporar en Nefí 11,1-14 una frase de Shakespeare: “el país no descubierto de cuyo reino ningún viajero vuelve”?

El Libro de Mormón contiene cientos de citas del Antiguo y el Nuevo Testamento, que son transcripciones literales de la versión de la Biblia llamada del Rey Jaime, en inglés anticuado y con los errores de erudición de esa versión. Esto prueba que quien quiera que haya escrito el libro de Mormón, vivió después que la Biblia del Rey Jaime había sido publicada. En él se encuentra la palabra Jehová, que es una mala traducción del nombre de Dios Yahvé, inventada en el viejo continente con posterioridad a la fecha en que Smith dijo que fue enterrado el Libro de Mormón.

También en este libro hay citas, palabra por palabra, de la “confesión de fe de Westminster” redactada en el siglo XVII y pasajes del Libro de Disciplina de los metodistas.

El Libro de Mormón contiene además errores manifiestos, como cuando atribuye entre la lista de los doce apóstoles elegidos por Jesús en America (3 Nefí) el nombre [griego] de Timoteo, ya que los piadosos nefitas salieron de Jerusalén en el siglo VI antes de Jesucristo, es decir tres siglos antes de la conquista de Alejandro Magno.

La mayoría de los estudiosos sostienen que el Libro de Mormón fue básicamente una novela sobre los indios americanos, escrita por Salomón Spaulding, un predicador presbiteriano. Éste ofreció el manuscrito a un impresor de la ciudad de Pittsburgh y se lo dejó cuando se mudó de barrio. Uno de los que visitaba la imprenta era Sidney Rigdon, que se había asociado a Joseph Smith. Rigdon, a quien no faltaban conocimientos de literatura, historia y Sagrada Escritura, agregó a la novela pasajes de teología y de la Biblia, comentados de acuerdo a las reformas religiosas que estaban en boga en ese tiempo, y Smith lo publicó como el Libro de Mormón. Según las últimas investigaciones, el estudio de las fotocopias del manuscrito original del Libro de Mormón coincide con las muestras de escritura de Salomón Spaulding, el autor de la novela sobre los indios americanos.

Este libro, que según Joseph Smith “es el más correcto de todos los libros de la Tierra”, no hace ninguna mención del bautismo por los muertos ni del matrimonio por la eternidad y denuncia a la poligamia como una práctica abominable a los ojos del Señor (Jacob 2,24).

Encabezando cada ejemplar, figura una declaración de tres amigos de Smith, que juran por su salvación haber visto las placas. Pero esto ocurrió después que el ángel Moroni se las hubo llevado y las vieron en una visión colectiva: ¿hipnosis, sugestión o autosugestión?

Poligamia

La poligamia y la inmigración extranjera, especialmente desde Gran Bretaña y los Países Escandinavos, hicieron crecer rápidamente el número de los mormones.

Dicen los Santos de los Últimos Días que Joseph Smith recibió la revelación de la poligamia en Nauvoo en 1843, pero la doctrina controversial no fue publicada hasta que los Santos estuvieron seguramente alojados en su santuario montañoso del Oeste. Es obvio que la poligamia era un pensamiento tardío, puesto que el Libro de Mormón (Jacob 2:26) y Doctrinas y Convenios, Sesión 101, publicado en 1835, la consideran una abominación ante el Señor. Pero la iglesia se encontró con un sobrante de mujeres, con una teología que desaprobaba el celibato y un desierto que necesitaba gente. Mediante la poligamia se imitaba a los patriarcas del Antiguo Testamento, se evitaba la prostitución y el adulterio y todas las mujeres alcanzarían la exaltación en la Gloria celestial.

El 29 de agosto de 1852, Brigham Young anunció a todos sus seguidores que la doctrina del matrimonio múltiple era dogma oficial de la iglesia mormona. Al ser conocida en Washington la práctica de la poligamia, provocó una fuerte indignación general. Una verdadera guerra dio comienzo entre las milicias mormonas y las gubernamentales. En 1877 murió Brigham Young a los 77 años, dejando 27 esposas, 9 ya fallecidas, 56 hijos y una enorme fortuna. La presión oficial obligó a los mormones a abandonar la práctica de la poligamia, pero no a considerarla ilegítima. El sucesor de Brigham Young la desaprobó en 1890 y la prohibió definitivamente en 1895, declarando haber recibido una revelación ordenando su abolición.

Por prohibirlo las leyes civiles de este mundo, los mormones no pueden practicar la poligamia, pero la pueden practicar en el otro, contrayendo aquí en la tierra un matrimonio celestial con varias mujeres. Por eso, las mujeres solteras pueden contraer matrimonio con hombres difuntos y a su vez los hombres pueden casarse con mujeres difuntas mediante ceremonias especiales que se celebran en algunos de los grandes templos mormones del mundo.

Doctrinas y enseñanzas

Los Mormones fundamentan sus enseñanzas en la Biblia, en el Libro de Mormón, en la Perla de Gran Precio y en Doctrinas y Convenios, a los que también consideran inspirados. En la práctica, Doctrinas y Convenios y el Libro de Mormón reciben más atención que la Biblia.

Doctrinas y Convenios contiene las presuntas revelaciones que Dios le dio a Joseph Smith desde 1830 a 1843 y la única revelación que le dio a su sucesor Brigham Young. Los Mormones sostienen que el Presidente de la Iglesia recibe inspiración de Dios en sus actos más importantes. Pero estas revelaciones no se convierten en “artículo de fe” hasta que son aprobadas por el “Consejo de los Doce Apóstoles”. Estas nuevas revelaciones pueden alterar considerablemente las doctrinas que la Iglesia enseña.

Aunque el Libro de Mormón, el cual según Joseph Smith “es el más correcto de todos los libros sobre la tierra”, sostiene varias veces que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios (II Nefi 31,21; Alma 11,44) y el Testimonio de Tres Testigos que dicen: “el honor sean al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo que son un Dios”, Joseph Smith lo contradice enseñando que estos tres personajes son tres dioses distintos; y que el Padre y el Hijo son hombres perfectos de carne y hueso, con cuerpos tangibles ya que, como dice la Biblia, “Dios nos creó a su imagen y semejanza” y Dios se paseaba por el Jardín del Edén y habló cara a cara con Moisés. Dios Padre fue en un tiempo como nosotros y habitó sobre esta tierra, pues es sólo un hombre en un alto grado de evolución. Y puesto que Dios es nuestro Padre, debemos tener también una Madre poseedora de los atributos de la divinidad.

El Mormonismo enseña también que existen numerosos mundos y también numerosos dioses. Ellos sólo organizaron el universo, pues la materia, la energía, la vida y la inteligencia son eternas e increadas. “Nuestro Padre Celestial engendró a todos los espíritus que existen o existirán sobre la tierra, ellos fueron espíritus nacidos en el mundo eterno”. “Entre los hijos espirituales de Dios el primogénito fue y es Jehová o Jesucristo, a quienes están subordinados todos los demás”. “Él es, entre los hijos y las hijas de Dios, el Hijo”. “En cuanto al Diablo y a los espíritus que le acompañan, también ellos son hermanos del hombre y de Jesús, e hijos e hijas de Dios tal cual lo somos nosotros”. “Nuestro Padre Celestial es el Padre de Jesucristo, tanto en su espíritu como en su carne, por lo tanto Jesús fue engendrado por la unión de Dios Padre con la Virgen María”.

Según los Mormones, en las Bodas de Caná de Galilea, Jesús fue el esposo que tomó por esposas a María, a Marta y a la otra María. Por eso, antes de morir, contempló a sus propios hijos naturales. Cuando María vino al sepulcro, vio dos ángeles a quienes dijo: “Se han llevado a mi Señor o esposo”.

Según los mormones el Paraíso terrenal o Jardín del Edén estaba ubicado en los Estados Unidos en Independence, estado de Missouri, en el mismo lugar donde la Nueva Jerusalén será edificada en los postreros días. La razón por la cual la civilización se trasladó a la zona de la Mesopotamia es que durante el diluvio universal el Arca de Noé fue llevada por los vientos desde el continente americano hasta el Asia.

La caída del hombre

Según el Libro de Mormón, Adán cayó para que los hombres pudiesen existir (II libro de Nefi, 2,22). Ya que Eva, comiendo del fruto prohibido desobedeció primero a Dios, puso a Adán ante un dilema. Dios le había mandado a él y a ella multiplicarse y llenar la tierra. Pero como Eva había caído al estado de mortalidad y Adán no, su condición era tan desigual que no podían permanecer unidos. Entonces Adán “decidió deliberada y sabiamente mantenerse fiel al primero y mayor de los mandamientos y por eso plenamente consciente de la naturaleza de su paso, él también tomó del fruto prohibido”. Por eso Adán, según los mormones, es uno de los seres más nobles e inteligentes que jamás existieron. Su caída fue más bien un paso ascendente: una forma de proveer a millones de espíritus preexistentes de tabernáculos mortales, un paso necesario para la exaltación final del hombre hacia el estado divino. Evidentemente, la enfermedad y la muerte entraron a este mundo como consecuencia de la transgresión de Adán y Eva, pero no se nos considera a nosotros pecadores por la transgresión de nuestros primeros padres.

El regreso de las 10 tribus perdidas

Los mormones hacen una distinción entre los judíos, descendientes del reino de Judá, y los israelitas, descendientes del reino de Israel. Los judíos serán reunidos en Palestina o en el actual Estado de Israel, para el cumplimiento de las predicciones de los profetas. El centro de dicha reunión será la ciudad de Jerusalén. Pero antes de la venida de Cristo se produciría también el regreso de las 10 tribus perdidas de Israel, las cuales serán reunidas en la ciudad de Sión, edificada en Missouri, sobre el continente americano.

El milenio

Dicen los mormones que está próximo el retorno de Cristo a la tierra, y a su llegada resucitarán los creyentes y reinarán durante mil años con Él en la tierra. Todos los malvados morirán de muerte repentina y sus espíritus permanecerán en la prisión del mundo espiritual. Allí podrán arrepentirse y purificarse mediante sus sufrimientos. Satanás será atado y su poder será restringido. Resucitarán también, en esta primera resurrección, todos los no mormones sinceros que en su vida buscaron la Luz. Cristo reinará entonces sobre su pueblo y gobernará personalmente sobre las dos capitales: Sión y Jerusalén. Comenzará entonces una era de paz.

Durante el milenio, los justos continuarán multiplicándose y sus hijos crecerán hasta salvarse y criarán hasta que crezcan a los hijos muertos en la infancia. Se les predicará entonces a todos los que buscaron la Luz pero no conocieron el Verdadero Evangelio. Y continuará la obra vicaria de los resucitados a favor de los muertos, en todos los templos del Señor. Recibirán revelaciones sobre quiénes fueron sus antepasados hasta Adán y Eva, y entrarán en los templos para orar por ellos.

Después del milenio vendrá la resurrección final de toda la humanidad sin Cristo y Satanás será puesto en libertad por un corto tiempo, a fin de tentar a los habitantes de la tierra por última vez. Los que lo sigan se convertirán en Hijos de Perdición. Se librará entonces una gran batalla final en la cual Satanás y sus huestes serán derrotados. Luego vendrá el Juicio final y los que no hayan aceptado a Cristo y a su Iglesia mormona en este mundo ni en el otro, es decir, los que han pecado contra el Espíritu Santo, irán al suplicio eterno con el Diablo y todos sus ángeles. La tierra será la morada de los que fueron dignos en la gloria celestial, cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida. Y acompañados de sus familiares y amigos, vivirán en la tierra de generación en generación, por siempre jamás.

Toda la humanidad salvada tendrá algún grado en la gloria de Dios: celestial, terrestre o telestial, simbolizados en el resplandor del sol, la luna y las estrellas. Al Reino Celestial entrarán las mayorías de los hijos de Dios, alcanzando la plena exaltación. Al Reino Terrenal los que han sido moralmente puros pero, habiendo rechazado el Evangelio en esta vida, lo aceptaron después en el mundo celestial. Y al Reino Telestial entrarán los pecadores que, después de ser castigados, alcanzarán un grado de salvación. Evidentemente, los mormones creen en el castigo eterno de Dios. Pero el castigo es eterno porque Dios, quien lo inflige, es eterno, aunque sea durante una hora, un día, una semana o un siglo. En cada uno de estos reinos, habrá oportunidad de progresar indefinidamente. (Continuará).

Fuente: Julio C. Elizaga, Las sectas y las nuevas religiones a la conquista del Uruguay, Editorial La Llave, Montevideo 1988, pp. 58-79.

24.09.12

Mi visita a Salt Lake City, meca del mormonismo (Pbro. Julio C. Elizaga) (1)

En 1977 desembarqué en el aeropuerto de Salt Lake City y días después fui recibido cordialmente por el Dr. Spencer Kimball, Profeta y Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, rodeado de sus Doce Apóstoles. Conviviendo una semana con ellos y visitando entre otras cosas su célebre Tabernáculo, la Escuela de Misioneros y la Universidad Brigham Young, pude conocer íntimamente esta próspera religión, mezcla curiosa de judaísmo, cristianismo, campbellismo, milenarismo y masonería, que practicó por más de cincuenta años la poligamia y que asegura ser la Única y Verdadera Iglesia Cristiana restaurada por Jesucristo en los Estados Unidos en estos últimos tiempos. (…)

Joseph Smith, el profeta fundador del mormonismo

El profeta fundador de esta conocida religión es Joseph Smith, un muchacho de escasa y deficiente cultura, pero agradable y soñador. Su padre, sin embargo, le tenía por el genio de la familia y se sentía fascinado por la facilidad con que inventaba historias, ya que cualquier acontecimiento que le sucedía le servía para contar largos y complicados relatos que entretenían al auditorio como si fueran sucesos reales.

Era hijo de un granjero presbiteriano y vivía en la parte occidental del estado de Nueva York. Según nos cuenta en su autobiografía, en 1820, cuando él tenía sólo 15 años, se manifestaba una gran agitación religiosa, en la que varias iglesias luchaban para aumentar el número de sus miembros. Unos contendían a favor de los bautistas, otros de los metodistas y otros de los presbiterianos. Cada una de esas iglesias convidaba al joven Smith a juntarse con ella, pero a causa de su juventud e inexperiencia, le era difícil decidirse sobre cuál de ellas era la verdadera. En medio de este dilema, en un bosque cercano a su casa, Smith suplicó al Señor que lo iluminara. Tuvo entonces una pretendida “visión” de dos personajes gloriosos que eran Dios Padre y su Hijo Jesucristo. Se le dijo que todas las iglesias protestantes estaban desviadas y corrompidas y que la verdadera Iglesia de Jesucristo había dejado de existir. Sería él el instrumento por el cual Dios restauraría la Iglesia cristiana primitiva y el sacerdocio correspondiente.

Tres años más tarde, en 1823, aseguró que se le había aparecido el ángel Moroni, un antiguo profeta americano, el cual le reveló que en el cerro de Cumorah, cerca de Manchester, había unas planchas de oro en las cuales estaba grabada la historia de los habitantes del continente americano. Estas planchas contenían también las enseñanzas de Cristo, que se había aparecido a los americanos después de su resurrección, fundando su Iglesia entre ellos. Pero el ángel le prohibió desenterrar de inmediato las planchas y tan sólo cuatro años después, en 1827, se le permitió traer las planchas del cerro de Cumorah.

En 1827 se casó con Emma Hale. En ese mismo año retiró las láminas de oro y unos lentes divinos, el Hurin y el Thummin, con los cuales podría descifrar la misteriosa escritura. Al fin, con las láminas y su mujer, se retiró a Pennsylvania, compró una pequeña granja y emprendió la delicada tarea de traducir los jeroglíficos al inglés. Smith afirmaba que quien viera las placas de oro moriría; por esta razón, durante las sesiones de traducción se escondía detrás de una cortina para dictar su texto a su secretario Oliver Cowdery, un ex-maestro de escuela, quien escuchaba desde afuera, ya que él no sabía escribir.

Dice en su autobiografía que Juan el Bautista se apareció en 1829 y les impuso las manos a él y a Oliver Cowdery y con este acto restauró el sacerdocio aarónico, que les confirió el poder de predicar el Evangelio y administrar el bautismo por inmersión para la remisión de los pecados. Luego los dos se bautizaron el uno al otro en el río Susquehanna. Tiempo después se les aparecieron los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, quienes les confirieron el sacerdocio de Melquisedec y con éste el poder de imponer las manos y bautizar con el Espíritu Santo.

Se inicia la iglesia de los mormones

Martin Harris, un granjero y comerciante que se sentía impresionado por las visiones del joven Smith, le ofreció financiar con tres mil dólares los cinco mil ejemplares, lo que se llevó a cabo en la primavera de 1830. Publicado el Libro Santo, el 6 de abril de 1830 Joseph Smith y sus amigos organizaron la Iglesia de Jesucristo de los Santos del Último Día. Joseph Smith llamó así a su flamante organización porque suponía que el Último Día estaba cercano, inminente. Pero como el mundo ha seguido rodando, el nombre en castellano ha sido traducido en plural: los Santos de los Últimos Días.

Pronto tuvieron su jerarquía de 15 miembros: Joseph Smith “Primer Presidente, Profeta, Vidente, Apóstol de Jesucristo, Anciano de la Iglesia por la voluntad de Dios Padre y la gracia de nuestro Señor Jesucristo”, ayudado por dos consejeros y 12 apóstoles. Smith puso en marcha, con enorme habilidad y elocuencia, con admirable tenacidad y delirante fanatismo, su plan de reconstruir la verdadera Iglesia de Jesucristo. Luego nombró a su padre “Patriarca del Reino de Dios”, encargado de bendecir a los fieles.

Rechazando a las iglesias cristianas provenientes de Europa por sus mutuas contradicciones, aunque basadas en la Biblia, Joseph Smith se sintió llamado a proporcionar al pueblo americano la revelación directa y auténtica para que se estableciese así la Biblia en toda su pureza y al mismo tiempo quedase completada por el Libro de Mormón.

Pero comenzó entonces una severa persecución y Smith fue tratado de impostor. Se ridiculizó su afirmación de que se le había aparecido un ángel; y los ministros de las otras iglesias fueron los más pronunciados en su contra. A raíz de esta persecución, Smith se dirigió con sus primeros adeptos a Kirtland, donde un pastor protestante de la iglesia campbellista, llamado Sidney Rigdon, se le unió con sus mil feligreses. Allí construyeron su primer templo y uno de sus primeros apóstoles fue Brigham Young, que nunca pareció dudar de las revelaciones de Joseph Smith y quien declaró que en el estado de Missouri había estado el jardín del Edén, donde habían vivido Adán y Eva y que sería el sitio de la Nueva Jerusalén en América.

En 1835 el dueño de un circo ambulante invitó a Smith a que examinara el papiro que tenía una momia. El Profeta declaró que los jeroglíficos eran las escrituras del Libro de Abraham y comenzó a realizar la traducción de dichos signos. Pero los egiptólogos se dieron cuenta de que los jeroglíficos eran parte del famoso Libro de los Muertos y que no había similitud con el trabajo de Smith. No obstante Smith publicó su traducción con el nombre de Libro de Abraham. Se desató entonces una fuerte persecución contra los Santos de los Últimos Días.

Los últimos años del profeta

Acompañados por unos miles de seguidores que se habían ido incorporando, emigraron al estado de Illinois. Allí los Mormones compraron tierras y desecaron una gran extensión de terreno lacustre y fundaron la ciudad de Nauvoo. Construyeron el primer templo mormón y Smith organizó un ejército propio, del cual tomó el mando supremo y se designó teniente general. Sus anhelos se orientaron desde el principio a la conquista del mundo. Anunció que tendrían que salir de dos en dos para evangelizar toda la tierra, y entre ellos envió a Brigham Young con otros misioneros a Inglaterra a extender la religión. Allí Brigham Young imprimió cinco mil ejemplares del Libro de Mormón y ofreció un ejemplar a la reina Victoria.

En poco tiempo, los habitantes de Nauvoo llegaron a ser 20 mil. El poder y la fama de Smith crecieron hasta el punto de hacerlo aspirar a la presidencia de los Estados Unidos. En 1844 Smith puso todo su empeño en llegar a ser presidente y envió a varios centenares de sus misioneros para que organizaran la campaña electoral a su favor. En su programa figuraba la liberación de los esclavos.

Smith gobernó bajo sus “revelaciones perpetuas”, que se convertían en artículos de fe. Pero su caída estaba próxima. La poligamia practicada secretamente excitó la indignación general. Para calmar la indignación de su esposa, dijo haber tenido una visión en 1843 en que se autorizaba la poligamia para él y para unos cuantos más. Tal revelación no se hizo pública hasta nueve años más tarde. Los informes oficiales de la Iglesia le atribuyeron 27 esposas; pero según algunos de sus biógrafos llegaron a 49. Todos esos matrimonios fueron realizados en secreto, ya que Emma era “poco razonable”. Tiempo después, unos ex apóstoles revelaron ciertos detalles sobre las costumbres morales del “Profeta”, que atizaron las iras acumuladas hacía tiempo contra él.

Un diario publicó un llamamiento a la guerra contra los mormones y Smith se rodeó de sus tropas. En 1844 Smith y su hermano fueron encerrados en la prisión de Chartago y tres días más tarde, el 27 de junio, una banda de cien asesinos de rostros ennegrecidos forzó la entrada de la prisión. Joseph Smith sacó de su chaqueta una pistola de seis tiros que un amigo le había pasado de contrabando y, al abrirse la puerta de par en par, estalló una descarga cerrada. Smith hirió a tres atacantes y su hermano Hyrum murió instantáneamente. Smith arrojó la pistola e intentó escalar una ventana de su celda que daba al patio, pero fue acribillado a balazos, diciendo: “¡Oh Señor y Dios Mío!” Así terminó a los 39 años de edad Joseph Smith, el Profeta, Vidente y Revelador, fundador y primer Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

La trágica muerte del Profeta selló estrechamente el destino común de los Mormones, convirtiéndose en un símbolo sagrado. Ante su trágica desaparición, en medio del desconcierto, surgieron varios aspirantes para sucederle. Uno de ellos era Sydney Rigdon, que había sido colaborador cercano del Profeta y que después murió como jefe de una pequeña secta. Estaba también el hijo de Joseph Smith, llamado también José, el cual atrajo a muchos insistiendo en que el líder debía ser descendiente del profeta y fundó la “Iglesia Reorganizada de los Santos de los Últimos Días”, a quienes tuve el agrado de visitar en su sede de la ciudad de Independence, estado de Missouri. Éstos rechazan la poligamia y el politeísmo y hasta sostienen que semejantes doctrinas no pertenecen al fundador y que fueron introducidas tan sólo por Brigham Young. Ellos poseen la tumba del Profeta y la ley les reconoció como legítimos herederos del Templo que Joseph Smith había edificado en Independence.

La viuda de Smith, Emma, se casó con el dueño de una taberna de Nauvoo y crió a su familia en la casi desierta ciudad al lado del río.

Brigham Young, el nuevo Moisés americano

El 8 de agosto de 1844 el Consejo de los Doce Apóstoles, bajo el impulso de Brigham Young, joven enérgico y fanático, tomó en sus manos el destino de su pueblo. Dotado de un verdadero sentido de organización, consiguió enseguida un extraordinario ascendiente sobre sus hermanos, y se convirtió en segundo Presidente de la Iglesia Mormona.

Los asesinos del Profeta, tras un simulacro de proceso, quedaron libres y multiplicaron su violencia contra los mormones. Por esta razón, el 4 de febrero de 1846, éstos debieron abandonar su ciudad, comenzando un nuevo y terrible éxodo tras año y medio de penosas marchas, desde el río Mississipi hasta las riberas del Gran Lago Salado. En carretas de bueyes, formando una enorme caravana, de doce a quince mil personas se pusieron en camino en busca de la soñada tierra prometida.

Brigham Young condujo aquella ingente masa humana, entre grandes esfuerzos y temibles sacrificios y privaciones. En sus lentas carretas tuvieron que atravesar solitarios desiertos, torturados por la sed, muriendo de frío al cruzar las sierras nevadas, cruzando peligrosas gargantas y comarcas infectadas de paludismo; en peligro de ser masacrados por los indios hostiles, oraban a Dios y continuaban su marcha hacia el Oeste. Los terribles fríos, los enjambres de mosquitos de verano, la fatiga, el hambre y las enfermedades jalonaron de cadáveres la ruta. Finalmente la caravana llegó al valle del Lago Salado, junto a las Montañas Rocallosas, el 24 de julio de 1847. Brigham Young, que iba enfermo recostado en un lecho, miró el paisaje durante varios minutos y reconociendo el lugar visto en una revelación anterior, dijo con satisfacción: “Éste es el lugar”.

Los sobrevivientes hicieron florecer el desierto, hicieron casas, irrigaron la tierra, plantaron árboles y comenzaron la edificación de la primitiva ciudad de Salt Lake City, la meca del mormonismo y del estado teocrático del Oeste. Ese territorio, que pertenecía a México, pasó a los Estados Unidos en 1848. El 9 de setiembre de 1850, el país de los mormones fue admitido por el Congreso de los Estados Unidos como Territorio y se reconoció a Young como gobernador… Aunque se proclamó una democracia liberal con derecho a la libertad religiosa, de hecho se estableció una teocracia.

Brigham Young, gobernador espiritual y temporal, promulgó sus mensajes bajo forma de cartas apostólicas y sus decretos como revelaciones proféticas. Era una Iglesia cuya jerarquía administraba un Estado. No se había visto cosa semejante desde los tiempos del Antiguo Testamento. Allí se construyó el Gran Templo de granito blanco con seis torres, y el llamado Tabernáculo, en forma de colmena. Y los mormones estimulaban a los muchos convertidos de otros países a establecerse en aquellos parajes.

Durante 30 años, desde 1847 hasta 1877, Brigham Young gobernó el imperio teocrático con excepcional capacidad de organización. En 1877 murió Brigham Young, dejando 27 esposas, 9 ya fallecidas, 56 hijos y una enorme fortuna.

En 1894 el gobierno federal reconocía al estado de Utah, así como sus leyes particulares.

Fuente: Julio C. Elizaga, Las sectas y las nuevas religiones a la conquista del Uruguay, Editorial La Llave, Montevideo 1988, pp. 58-79.

7.12.11

Escatología y Apologética (3)

3. Crítica de la escatología del panteísmo reencarnacionista

Siguiendo el plan trazado, me corresponde ahora plantear una crítica de la escatología del panteísmo reencarnacionista. Expondré esa escatología siguiendo un análisis del documento de la Comisión Teológica Internacional del año 1990 denominado “Algunas cuestiones actuales de Escatología”. Ese documento, en su Capítulo 9, titulado “Irrepetibilidad y unicidad de la vida humana. Los problemas de la reencarnación”, sostiene que los diversos sistemas “reencarnacionistas” se pueden reducir sintéticamente a los siguientes cuatro puntos básicos (9):

1) Las existencias terrestres son numerosas. Nuestra vida actual no es nuestra primera existencia corporal ni será la última. Hemos vivido anteriormente ya y viviremos aún en varias oportunidades en cuerpos materiales siempre nuevos.

2) Existe en la naturaleza una ley que empuja hacia un continuo progreso encaminado a la perfección. Esta misma ley conduce a las almas a vidas siempre nuevas y no permite ningún retorno ni tampoco ninguna detención definitiva. Por lo mismo queda excluida la posibilidad de una condena sin fin. Después de pocos o muchos siglos todos llegarán a la perfección final de un espíritu puro. Se niega la realidad del infierno.

3) Es por méritos propios que se llega a la meta final. En toda nueva existencia el alma progresa en relación con sus esfuerzos. Todo el daño cometido será reparado por expiaciones que el espíritu padecerá a lo largo de nuevas y difíciles encarnaciones. Se niega la realidad de la redención.

4) En la medida en que el alma progresa hacia la perfección final, tomará en sus nuevas encarnaciones un cuerpo cada vez menos material. En ese sentido el alma tiene una tendencia hacia una independencia definitiva del cuerpo. A través de la sucesión de las reencarnaciones, el alma logrará un estado definitivo en el cual vivirá finalmente liberada por siempre jamás de su cuerpo e independiente de la materia. Se niega la realidad de la resurrección.

El reencarnacionismo contradice radicalmente a la fe cristiana en la resurrección de la carne; pero además contradice a muchos otros dogmas cristianos: el carácter indeleble del Bautismo, el juicio particular inmediatamente después de la muerte, el juicio final en el fin de los tiempos, la existencia del Infierno, el Purgatorio y el Cielo, etc. No hay en él lugar alguno para la doctrina cristiana sobre la Encarnación, la Redención, la Gracia, la Iglesia, los sacramentos, la oración, etc. Más aún, en general la creencia en la reencarnación supone el panteísmo, que contradice al monoteísmo bíblico. El pecado es considerado como un simple error, no como una ofensa a Dios. Esto es natural, ya que en un sistema panteísta no hay seres distintos de Dios que puedan ofenderlo.

La teoría de la reencarnación también está en total contradicción con los principios fundamentales de la moral cristiana. En efecto, en dicha teoría no existe perdón, ni arrepentimiento, ni conversión, ni siquiera opciones definitivas: toda culpa puede ser expiada en las vidas futuras. Todos tienen una eternidad feliz asegurada, hagan lo que hagan. Se trata de una simple cuestión de tiempo: algunos evolucionan más rápidamente y otros más lentamente. En este esquema la decisión moral puede ser sustituida por un cálculo o intercambio mecánico entre culpa y tiempo de purificación.

Todos los sufrimientos, fracasos, enfermedades y discapacidades son considerados como castigos merecidos por faltas cometidas en vidas anteriores. Por otra parte, todo poder, toda fama y toda gloria mundana son considerados como premios merecidos por las buenas obras realizadas en vidas anteriores. Obviamente esta ideología favorece a los poderosos. Justifica, por ejemplo, el sistema racista de las castas en la India.

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20.02.11

Ocho verdades de fe

El 6 de agosto de 2000, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), con la aprobación del Papa Juan Pablo II, emitió la Declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia (en adelante citada como DI). Éste fue uno de los documentos doctrinales más importantes del largo pontificado de Juan Pablo II.

La forma solemne en que se expresa dicha aprobación subraya la importancia de este documento del Magisterio: “El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la Audiencia del día 16 de junio de 2000, concedida al infrascrito Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con ciencia cierta y con su autoridad apostólica, ha ratificado y confirmado esta Declaración decidida en la Sesión Plenaria, y ha ordenado su publicación.” (énfasis agregado por mí).

La declaración DI consta de una introducción, seis capítulos o secciones y una conclusión.

La introducción expone de forma clara y concisa el objetivo de la declaración. En el contexto del diálogo interreligioso impulsado por el Concilio Vaticano II han surgido o prosperado algunas teorías teológicas relativistas, que han puesto en peligro el perenne anuncio misionero de la Iglesia. La DI pretende volver a exponer la doctrina de la fe católica sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Cristo y de la Iglesia y refutar los errores que se le oponen (cf. DI, nn. 1-4).

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30.08.10

¿Buda? (Juan Pablo II)

PREGUNTA [del periodista Vittorio Messori]

Antes de pasar al monoteísmo, a las otras dos religiones (judaísmo e islamismo), que adoran a un Dios único, quisiera pedirle que se detuviera aún un poco en el budismo. Pues, como Usted bien sabe, es ésta una «doctrina salvífica» que parece fascinar cada vez más a muchos occidentales, sea como «alternativa» al cristianismo, sea como una especie de «complemento», al menos para ciertas técnicas ascéticas y místicas.

RESPUESTA [del Papa Juan Pablo II]

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