InfoCatólica / Razones para nuestra esperanza / Categoría: Biblia

5.09.22

Consideraciones sobre el problema sinóptico (4)

Partes anteriores de esta serie: (1), (2) y (3).

Desde la época apostólica, la tradición eclesiástica sostuvo que los cuatro Evangelios fueron escritos poco después de la muerte y resurrección de Cristo, con base en el testimonio de testigos oculares de los hechos allí narrados. Éste es uno de los motivos principales de la multisecular confianza de la Iglesia Católica en el valor histórico de los Evangelios. Algo análogo puede decirse sobre los restantes escritos del Nuevo Testamento (NT). La más antigua tradición afirma que también ellos fueron redactados tempranamente por distintos apóstoles, algunos de los cuales (como Pedro y Juan) formaron parte del grupo de los Doce que acompañaron a Jesús durante su vida pública.

A partir del siglo XVIII el estudio crítico de la Biblia desafió estas convicciones tradicionales, negando en muchos casos que los autores de los libros del NT fueron los apóstoles a los que son atribuidos, y asignando a dichos libros fechas de redacción tardías, en general. De este modo, durante el siglo XIX muchos estudiosos de tendencia racionalista sostuvieron que los Evangelios y los demás libros del NT habían sido compuestos en el siglo II, e incluso en la segunda mitad de ese siglo. Así se puso en duda la historicidad de los Evangelios, para sostener diversas tesis sobre el origen de la fe cristiana a partir de mitos, de fraudes o de la creatividad de las comunidades cristianas primitivas.

En el siglo XX el estudio histórico-crítico del NT descartó las críticas más extremas y revirtió parcialmente la tendencia anterior, regresando a dataciones más tempranas, pero (en general) sin volver del todo a la visión tradicional. Desde 1950 hasta hoy la mayoría de los expertos sitúa la composición del Evangelio de Marcos en torno al año 70, la de los Evangelios de Mateo y Lucas en torno al período 80-90 y la del Evangelio de Juan en torno al año 95. Este consenso mayoritario actual debilita algo –sin destruirlos– los argumentos apologéticos a favor de la historicidad del NT.

No obstante, en las últimas décadas varios estudios exegéticos, filológicos y papirológicos, desarrollados independientemente unos de otros, han convergido en un resultado inesperado para muchos: un fuerte cuestionamiento del citado consenso, en el sentido de un regreso integral a las tesis de la antigua tradición cristiana.

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31.08.22

Consideraciones sobre el problema sinóptico (3)

Esta serie de artículos trata sobre la “cuestión sinóptica” o “problema sinóptico”, es decir el problema planteado por las similitudes y diferencias entre los tres Evangelios sinópticos: los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. Estos tres Evangelios tienen grandes similitudes pero también muchas diferencias de detalle entre sí. Véanse aquí los artículos anteriores: (1) y (2).

La solución del problema sinóptico preferida hoy por la mayoría de los exégetas (incluso católicos) es la teoría o hipótesis “de las dos fuentes”. Esta teoría sostiene que los Evangelios de Mateo y Lucas fueron compuestos (cada uno de ellos) con base en dos documentos escritos anteriores: el Evangelio de Marcos y Q (inicial del término alemán Quelle, que significa “fuente”). La hipótesis de las dos fuentes depende de dos premisas básicas, ambas muy cuestionables: la prioridad de Marcos (sostenida hoy por la gran mayoría de los exégetas) y la independencia entre Mateo y Lucas.

La principal consecuencia de la teoría de las dos fuentes, si se la acepta, es el retraso de las fechas de composición de Mateo y Lucas. Ese retraso es consistente con la visión racionalista y el interés anti-apologético de los exégetas liberales que impulsaron las teorías de la prioridad de Marcos y de la fuente Q a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Las fechas de composición tardías tienden a contradecir la visión tradicional de los Evangelios como relatos históricamente fidedignos, basados en testimonios de testigos oculares y redactados por Apóstoles (Mateo y Juan) o colaboradores directos de Apóstoles (Marcos y Lucas). En cambio esas dataciones tardías tienden a favorecer la visión racionalista de quienes buscan “desmitologizar” los Evangelios, considerándolos más bien como productos de comunidades creativas, que, varias generaciones más tarde, habrían transformado por su cuenta al “Jesús histórico” en el “Cristo de la fe”.

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27.08.22

Consideraciones sobre el problema sinóptico (2)

En el primer artículo de esta serie analicé someramente el problema del orden de composición de los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). En esta ocasión analizaré brevemente el problema de la dependencia entre los Evangelios sinópticos. Diremos que el Evangelio B depende del Evangelio A si el autor de B conoció a A y reutilizó parte de su contenido. Naturalmente, si B depende de A, A es anterior a B.

Supongamos que el orden de composición de los sinópticos es A-B-C. Dado ese orden, el problema de la dependencia admite ocho soluciones básicas, porque: B es dependiente o independiente de A (dos alternativas); y en cada uno de esos dos casos hay cuatro alternativas con respecto de C: 1) C depende de A y de B; 2) C depende de A pero no de B; 3) C depende de B pero no de A; 4) C no depende de A ni de B.

Como vimos antes, el problema del orden de composición admite seis soluciones básicas. Por lo tanto, dado que, como acabamos de ver, el problema de la dependencia (en abstracto) admite ocho soluciones básicas, y que ambos problemas son independientes entre sí, resulta que el problema sinóptico admite 48 soluciones básicas (6x8). Digo soluciones “básicas” porque cada una de ellas tiene numerosas variantes en cuestiones de detalle, lo que hace que la cuestión sinóptica sea sumamente compleja.

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Consideraciones sobre el problema sinóptico (1)

El Papiro Magdalen

Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas son tan similares entre sí que pueden ponerse fácilmente en tres columnas paralelas para obtener una sinopsis o visión de conjunto. De ahí que se les llame Evangelios sinópticos. El célebre “problema sinóptico” es el problema planteado por las semejanzas y diferencias entre los tres Evangelios sinópticos. Se puede dividir el problema sinóptico en dos cuestiones principales: la cuestión del orden de composición de los Evangelios sinópticos y la cuestión de la dependencia o independencia entre los Evangelios sinópticos.

Consideremos primero la cuestión del orden de composición. Si descartamos las posibles formas de simultaneidad, ya que ésta nunca podría ser absoluta o estricta, básicamente hay seis soluciones posibles a esta cuestión: Mateo-Marcos-Lucas, Mateo-Lucas-Marcos, Marcos-Mateo-Lucas, Marcos-Lucas-Mateo, Lucas-Mateo-Marcos y Lucas-Marcos-Mateo. Conviene dividir esta compleja cuestión en otras dos: ¿Cuál fue el primer Evangelio sinóptico en ser escrito? ¿Y cuál fue el segundo?

Consideremos ante todo la primera de esas dos cuestiones. Obviamente las soluciones posibles son tres: prioridad de Mateo, prioridad de Marcos y prioridad de Lucas. Las tres teorías han tenido defensores.

La teoría de la prioridad de Marcos, que se formó en el siglo XIX a partir del estudio histórico-crítico de los Evangelios, es sostenida hoy por la gran mayoría de los biblistas. Sin embargo, en mi humilde opinión, sus fundamentos son débiles, y se reducen principalmente a la suposición de que el Evangelio de Marcos ha de ser anterior a los otros Evangelios porque es el más breve y el menos elaborado, tanto desde el punto de vista literario como desde el punto de vista teológico. Dios mediante, analizaré la teoría de la prioridad de Marcos en un próximo artículo.

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5.07.22

Philip Trower, La Iglesia Católica y la Contra-fe -19

La Iglesia Católica y la Contra-fe: Un estudio de las raíces del secularismo moderno, el relativismo y la descristianización

Por Philip Trower

Contenidos

Parte 1. La civilización occidental en los siglos XX y XXI: creencias centrales

Capítulo 1. Por favor use la puerta principal

Capítulo 2. ¿Qué fue la Ilustración?

Capítulo 3. Las denominaciones

Capítulo 4. El progreso perpetuo

Capítulo 5. Los principios de 1789

Capítulo 6. La salvación por la política

Capítulo 7. Los derechos humanos y los males humanos

Parte 2. Influencias secundarias

Capítulo 8. El cambio al sujeto humano en filosofía

Capítulo 9. El existencialismo: Heidegger y Sartre

Capítulo 10. El personalismo: Buber, Marcel y Scheler

Capítulo 11. El personalismo: Maritain y Mounier

Capítulo 12. La idea evolutiva

Capítulo 13. El teilhardismo

Capítulo 14. Mayormente sobre Freud

Capítulo 15. Principalmente acerca de Jung

Capítulo 16. El hombre en plural

Capítulo 17. Las palabras y su significado

Capítulo 18. El encuentro con el protestantismo

CAPÍTULO 19. BARTH Y LA NEO-ORTODOXIA

Después de su ruptura con Bultmann, Brunner y Gogarten, Karl Barth (1886-1968) desarrolló una alternativa a la teología liberal a medio camino, o aparentemente a medio camino, entre el protestantismo histórico y el modernismo protestante.

[Su libro] La Epístola a los Romanos no sólo lo había hecho famoso. Lo transformó de un pastor en un profesor de teología, eventualmente de renombre mundial. Entre la aparición de la primera y la segunda ediciones de La Epístola, le ofrecieron una cátedra en Göttingen, y se mudó a Münster en 1925 y a Bonn en 1930. Con el ascenso de los nazis, se unió a la minoría opositora protestante alemana y tomó la iniciativa en la redacción de la Declaración de Barmen contra las pretensiones pseudorreligiosas de los nazis (1934). Cuando se vio obligado a abandonar Alemania al año siguiente, se le ofreció un puesto en la universidad de Basilea, y permaneció en Basilea durante el resto de su vida.

A lo largo de la Segunda Guerra Mundial utilizó su reputación para endurecer la resistencia suiza al régimen nazi, e incluso se unió al ejército suizo como un gesto de solidaridad con la oposición anti-nazi. Pero después, como Buber, sin excusar en ningún sentido los crímenes de guerra nazis, trabajó para reconciliar a Alemania y sus conquistadores. Durante la Guerra Fría, por otro lado, adoptó lo que entonces era la línea “políticamente correcta” para la mayor parte de la intelectualidad occidental. Hizo hincapié en desvincularse de las campañas anticomunistas177. En 1962 se retiró de la enseñanza, pero continuó escribiendo y, en general, siendo un oráculo sobre asuntos religiosos, políticos y sociales hasta su muerte seis años más tarde.

Mientras tanto, desde fines de la década de 1920, había estado trabajando en su formidable Dogmática Eclesial, un estudio y una reinterpretación de la mayor parte de la teología anterior a la Reforma y de la Reforma a la luz de sus nuevos principios y enfoques. Para el momento de su muerte era más larga que la Summa de Santo Tomás. Hay 13 volúmenes en 4 partes, dedicadas respectivamente a La Palabra de Dios, Dios, La Creación y La Reconciliación178. A medida que los volúmenes aparecieron uno a uno, su reputación se expandió hasta ser mayor que la de cualquier otro erudito protestante de la época. El primer volumen reescrito, publicado en 1932, marcó su ruptura definitiva con Bultmann. La quinta y última parte (sobre la Redención) quedó sin escribir.

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