Yo, mi, me, conmigo, mismamente

¿Qué os parece?, ¿Qué opináis?, ¿Podría ser?… Bueno, ya lo pensaré y ya diré algo. Tranquilos que lo anoto en la agenda.
¡Dirá algo! ¿Cuándo?, ¿A quién? Y preguntarnos el cómo y a través de que no es tampoco cosa sin importancia. Vaya vaya…dirá algo.
El Evangelio dice que ni uno solo de los cabellos de nuestra cabeza cera sin que Dios lo permita. Y caramba, a eso si le hace tanto caso la Iglesia como los anti-iglesia.
Y todo estaría quizás hasta bien si no fuese que se lo toman tan apecho que se pasan y creen que ellos son los que dan o no permiso a eso, esto y aquello en nombre de su dios personal. Los que mandan, los jefes de nuestras tribus y desde las Ramblas nos centramos en la “tribu Barcelona” creen que pueden dominar y regular todas las cosas, circunstancias, posibilidades e incluso porque no intentar hacerlo con las personas en su fuero más intimo pasando de la libertad individual, de las presunciones de inocencia olvidándose de la frase del predicador “Vanidad de vanidades y todo es vanidadMira, haz lo que te digo, que eso ha de ser así… Escuchar eso mañana tarde y casi noche es como el pan de cada día a pesar de por esta frase muchas personas se sienten humilladas y por esta frase muchas cosas no salen todo lo bien que podrían salir y hacerse sencillamente porque no solo los grandes jefes saben cómo hay que hacerlas.

¡Déjamelo leer…a ver…! ¿Por qué lo dices así? ¡Yo no pienso que deba ser de esta manera! Así las cosas no van bien. Hazlo como te digo y para ayer ya fue tarde, corre, se necesita urgentemente.
Que fuertes, que puestos en todo y que bien argumentados parecen estar los tres. ¿Qué quiénes son esos tres? Pues los jefes de la “tribu Barcelona”. Los principales personajes que se observan y no se admiran casi nunca en las Ramblas.
Parecen muy distintos y físicamente lo son pero en el fondo….ay, ay, ay. Aunque ellos ni lo saben ni lo sospechan se parecen más de lo que nos ofrecen las apariencias
Ya sea Eminencia, Excelentísimo o Ilustre; cardenal, presidente autonómico o alcalde repiten casi en plan coral y tan acostumbrados están que ni se dan cuenta muchas veces, lo de: Yo, mi, me, conmigo, mismamente. Y a quien no le guste, a la oposición, que ahí está la puerta.
En uno o en otro palacio, ya sea episcopal, de gobierno o municipal quien permanece bien mirado y valorado es Don SI SEÑOR. Por algo los “jefes de la tribu” sin diferencia ni distinción también en este plano, lo han practicado sumisamente hasta ocupar los sitios que ocupan y haber logrado sentarse en las cátedras en que se han sentado usando un personalismo Kantiano en su aspecto más negativo y nefasto, ya que de por si no lo es en absoluto…pero le saben sacar la puntita para justificarse.
Jefes individualistas hasta la paranoia se montan un sistema de moralidad, sentimientos, ideas e instituciones en las cuales se pueden organizar desde su mutuo aislamiento y defensa viviendo en lo abstracto y disociadamente de los demás y de los grupos y comunidades a las que deben gobernar en aras del bien común, aunque al sentirse soberanos y centrados en su propio ombligo limitando cualquier sano desarrollo integral ya personal ya comunitario y relegando las libertades y los dones que Dios si nos da a todos para el bien común viviendo ellos, una implícita libertad sin límites y sin dirección en sus haceres por lo menos de gobierno, llevan al resto a una auténtica desconfianza generalizada que solo genera a la par de un tremendo estupor una cada vez más creciente pasividad.

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