Exégesis Simple para el Domingo XVII del Tiempo Ordinario, ciclo C
[Enséñanos a orar]
* Un estudio sencillo del vocabulario, las características principales y el mensaje del Evangelio del Domingo XVII del Tiempo Ordinario, ciclo C: Lucas 11, 1-13.
* ¡Y no te pierdas El Repaso: música para el texto griego, tomando de nuevo una parte del Evangelio de este Domingo!
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Jesús reza a su Padre, pero no con esta oración que está hecha para los hombres. Hay varios versículos de los Evangelios en que leemos partes de oraciones de Jesús. En la oración del Padrenuestro le pedimos a Dios Padre: “perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe”. El que perdona los pecados con que lo han ofendido ama a su prójimo. Pues bien, por el amor le quiero preguntar.
En Mateo 12 28-31, se cuenta que un escriba se acercó y le preguntó a Jesús: “¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: “El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos”.
Hace muy poco he leído a un articulista afirmar que el segundo mandamiento “está a una distancia infinita del primero, como la criatura está a una distancia infinita de ser Dios”.
¿No puede ser que esa distancia infinita la haya borrado Dios con su suprema voluntad y su gracia, como borró la distancia entre Él y la humanidad haciéndose hombre?
Yo creo que están cercanos y unidos, pero no como la cara y la cruz de una moneda. El amor a Dios y al prójimo están mirándose continuamente y se abrazan. Son inseparables. No pretendo posponer el primer mandamiento ni negar la supremacía del amor a Dios. No propongo la adoración y la idolatría a los demás, sino que pienso que el primer y el segundo mandamiento se unieron todavía más cuando Dios se humilló y se hizo hombre para que el hombre pudiese ser redimido y santificado con su gracia.
Como dice el apóstol san Juan “Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. Y en su primera carta 5, 2-3 dice: “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos”.
Mi pregunta es si considera usted que el segundo mandamiento “está a una distancia infinita del primero” o que se miran, se tocan, y se abrazan como hermanos, tan hermanos como Cristo y nosotros. A Cristo el escriba le pregunta por el primer mandamiento y Él responde señalando dos.
Gracias. Un saludo muy cordial.
Nota de fray Nelson: Considero completamente gratuita e incorrecta tu primera frase, como si Cristo tuviera dos formas de orar y nos hubiera dado una de las dos, la que no es la suya para dirigirse al Padre. Pero tu pregunta central va por el amor a Dios y al prójimo.
Yo diría que los dos amores, a Dios y al prójimo, en un sentido son muy próximos y en otro, muy distantes. Son próximos porque el auténtico amor al prójimo proviene de reconocer en él la imagen Dios, el querer de Dios, la obra de Dios y un futuro posible en Dios, y todo ello, por supuesto, conecta con el amor de Dios y es en el fondo una prolongación del amor a Dios. Sin embargo, estos amores también son distantes cuando consideramos su objeto inmediato: al amar a Dios amamos la perfección por encima de toda perfección; al amar al prójimo encontramos inevitablemente sus múltiples imperfecciones, incoherencias, falencias... este es el motivo por el que la famosa frase piadosa: "Ver a Cristo en el hermano" suele funcionar tan poco. En resumen, estos dos amores se unifican y funden cuando obrando como Cristo y en Cristo vemos al prójimo como obra de Dios en proceso.
Reflexión del Papa Benedicto XVI el 4 de noviembre de 2012
Amor de Dios y amor del prójimo son inseparables y tiene una relación recíproca. Jesús no ha inventado ni uno ni otro, sino que ha revelado que son en fondo, un único mandamiento, y lo ha hecho no solamente con la palabra, sino sobre todo con su testimonio: la misma Persona de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor de Dios y del prójimo, como dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal. En la Eucaristía, Él nos dona este doble amor, donándose a sí mismo, porque nutridos de este Pan, nos amamos los unos a los otros como Él nos ha amado.
Saludos cardíacos.
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