La capilla del Sagrario

El tabernáculo -sagrario- debe estar situado dentro de las iglesias en un lugar de los más dignos con el mayor honor. La nobleza, la disposición y la seguridad del tabernáculo eucarístico deben favorecer la adoración del Señor realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar (Catecismo de la Iglesia, nº 1183).
El lugar de la reserva eucarística no es, de por sí, un lugar celebrativo, sino un lugar de oración personal. Al hacer esta afirmación no queremos decir que la reserva eucarística esté desligada de la celebración litúrgica, pero sí, en cambio, subrayar que el creyente que se recoge ante el Santísimo no se sitúa en la dinámica de la celebración sacramental, sino de la oración personal. Pensemos cómo a lo largo del Barroco proliferaron hermosísimas capillas sacramentales o capillas del Sagrario en parroquias y templos, para ensalzar su Presencia Real, permitir la adoración personal y favorecer el culto al Santísimo.

La pila bautismal es preciosa: ella es el seno de nuestra Madre queridísima, la Iglesia, que allí nos engendró a la vida sobrenatural, otorgándonos la filiación divina, ser miembros del Cuerpo de Cristo, templos del Espíritu, llamados a compartir con Cristo su sacerdocio, su realeza y su profetismo, llamados a la santidad.
La renovación de la vida bautismal exige la penitencia. Por tanto, el templo debe estar preparado para que se pueda expresar el arrepentimiento y la recepción del perdón, lo cual exige asimismo un lugar apropiado (Catecismo de la Iglesia, nº 1185).





