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24.09.22

Testimonios y discursos durante la Misa. ¿Cuándo hacerlos?

Testimonio en misa

Hace ya tiempo se introdujo una costumbre y es la de emplear la Misa dominical (o las distintas Misas dominicales) para todo, desde una salva de avisos interminables antes de dar la bendición o saludos y despedidas a cuantos han asistido, como también la introducción de testimonios y/o experiencias durante la celebración de la Santa Misa. Es un uso tan común y extendido, que a nadie llama la atención que se haga así. Excepto que la liturgia no da margen para ello, ni los documentos de la Iglesia lo permiten, sino que lo han reprobado como un abuso.

Sin duda es enriquecedor para los fieles de una parroquia escuchar el testimonio vibrante de un misionero o una misionera sobre la dura tarea de evangelizar ad gentes, formar catequistas, sostener la vida sacramental de comunidades dispersas, el catecumenado de adultos y los bautismos de nuevas conversiones. O escuchar el testimonio de caridad y solidaridad fraterna de quienes desarrollan algún voluntariado o sirviendo a los pobres o llevando a cabo algún programa de Cáritas o Manos Unidas. Asimismo, es ilusionante escuchar a un seminarista, del Seminario Menor o del Mayor, ofrecer nervioso su testimonio vocacional, su descubrimiento de la llamada del Señor, su deseo de ser santo sacerdote. Igualmente, es enriquecedor cuando algún fiel laico narra su experiencia en algún Movimiento o Comunidad, animando a quien quiera a compartir ese carisma.

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9.09.22

27.08.22

El desplazamiento de «Iglesia» a «mi comunidad»: Ratzinger, eclesiología y liturgia

misa parroquial

Por la fe y el bautismo somos introducidos en la Iglesia, en la gran Iglesia, en la Católica, tal como la califican los Padres. Nuestra comunidad es la gran Iglesia, a la que pertenecemos como hijos por el bautismo y no se nos pide nada más (ninguna afiliación pertenencia o asociación, ninguna adscripción extra).

Nuestra comunidad es la gran Iglesia y así ha sido siempre. Una única Eucaristía, presidida por el Obispo junto a sus presbíteros congregaba a todo el pueblo cristiano en una única y gran asamblea.

¡Qué fuerza tienen las expresiones de los Padres Apostólicos, como san Ignacio de Antioquía, o posteriores, como san Cipriano en Cartago o san Agustín en Hipona, o la Didascalía siríaca o las Constituciones apostólicas!: un altar, el obispo celebrando la Eucaristía y toda la comunidad cristiana celebrando unida al obispo y al altar.

“Poned, pues, todo ahínco, en usar de una sola Eucaristía; porque una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y un sólo cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de presbíteros y con todos los diáconos” (Ad Phil., 4).

En absoluto hay datos o testimonios que avalen una práctica de Misa dominical con pequeños grupos o pequeñas comunidades, en lugar de la unidad de todos presididos por un Apóstol, un sucesor de los Apóstoles (obispo) o un presbítero en alguna comunidad alejada de la ciudad. Los Padres no entenderían que la gran Asamblea eclesial del domingo se dividiera en pequeños grupos para “compartir” o “participar / intervenir” más.

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18.08.22

El uso variado del aceite en la liturgia

Era una prolongación natural que el aceite, usado en la vida de Israel y mostrado en la Escritura, se integrara en la liturgia cristiana como elemento creado puesto al servicio del orden de la Gracia. Tan sólo una visión panorámica, sin entrar en detalles, nos puede orientar en los distintos óleos y sus usos litúrgicos.

La variedad de usos señala su distinto significado y valor.

El aceite es ungüento, medicinal, y por ello con él se ungió a los enfermos.

El aceite es balsámico y tonificante, y tal como lo usaban deportistas y atletas, se empleó para el combate espiritual de los catecúmenos.

El aceite, con la cocción de esencias de flores, resultaba un perfume lleno de dulce fragancia, y se empleó para consagrar santificando en el sacramento del Bautismo y de la Confirmación, así como para expresar el sacerdocio en la unción de manos presbiteral o unción en la cabeza del nuevo obispo, y también para consagrar el altar y los muros de un nuevo templo.

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9.08.22

Orar in modum crucis: las manos sacerdotales

in modum crucisUno de los signos casi universales para la oración es extender las manos. El cuerpo hace oración también, el cuerpo expresa la oración y las manos abiertas señalan la indigencia, el recibir, el señalar al cielo; esto es que común a distintas religiones por su valor expresivo, lo encontramos claramente en el Antiguo Testamento. El orante se dirige a Dios extendiendo sus manos hacia el cielo, por así decir, para que Dios desde arriba vea las palmas de las manos extendidas.

Salomón, el rey ora: “se puso ante el altar del Señor, frente a toda la asamblea de Israel, extendió sus manos hacia el cielo y dijo: “Señor, Dios de Israel, ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra…”” (1Re 8,22-23). “Cuando Salomón terminó de dirigir al Señor toda esta oración y esta súplica, se levantó de delante del altar del Señor, donde estaba arrodillado con las manos extendidas hacia el cielo” (1Re 8,54).

Así mismo, igualmente, lo narra el libro de las Crónicas:

“Salomón, puesto de pie ante el altar del Señor, frente a toda la asamblea del Israel, extendió las manos. Porque él había hecho un estrado de bronce, de dos metros y medio de largo, dos y medio de ancho, y uno y medio de alto, y lo había colocado en medio del atrio. Salomón subió al estrado, se arrodilló frente a toda la asamblea de Israel, extendió sus manos hacia el cielo” (2Cro 6,12-13).

Los salmos oran y cantan pidiendo que Dios escuche la oración “cuando elevo mis manos hacia tu Santuario” (Sal 27,2); o el salmo vespertino 140,2: “Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde”.

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