Epifanía de la Iglesia (Tu Catedral - III)
Ver una catedral, observarla sobresalir de entre los edificios circundantes de la ciudad, firme, fuerte, al paso de los siglos, es toda una epifanía de la Iglesia misma.
Es la presencia de la Iglesia en el mundo y entre los hombres va conducirlos a Cristo y la vida sobrenatural. ¿Acaso puede tener la Iglesia otro fin distinto, acaso puede reducirse a objetivos humanos y político-sociales? La catedral, elocuente, en el marasmo de la ciudad, señala a Cristo y su vida. Es un nuevo Cenáculo donde el Espíritu Santo actúa eficaz y generosamente y, saliendo de la catedral, la Iglesia predica, catequiza, anuncia, viendo cómo surgen nuevas conversiones, aparecen vocaciones nuevas, vitalidad renovada. Cada catedral es un Cenáculo donde, orando junto con la Stma. Virgen María, el Espíritu Santo se derrama desde el cielo a las almas, a la Iglesia, a la cual da vida, carismas, vocaciones, impulso, gracias, santidad.
Es la Iglesia misma. La catedral, cualquier catedral, nos lleva a pensar en el Misterio mismo de la Iglesia, en su naturaleza, en su vocación, en su misión. Tal como la quiso Cristo mismo, su Esposo, su Cabeza, su Señor, que por Ella murió en la cruz para agraciarla y embellecerla (cf. Ef 5, 21ss).

Hay oraciones “secretas” en la Misa, que acompasan el ritmo espiritual de la Santa Misa para el sacerdote que la celebra, aunque en muchos casos estas “oraciones secretas” son tan secretísimas, que se omiten, no se recitan, no se hacen las pausas necesarias para que el sacerdote pueda rezarlas.
Ya sé que es delicado lo que vamos a abordar; que muchas sensibilidades se pueden sentir heridas y molestísimos los que van creyéndose que son “pastoralistas-más-que-nadie” y hacen la liturgia a su aire; otros tal vez queden boquiabiertos y descolocados porque jamás han pensado estas cosas y creían que estaba bien lo que siempre veían y ellos han seguido repitiendo. ¡Paciencia, catequistas, pastores y catequetas! Lean sin prejuicio. Y entremos todos juntos en el sentido y la normativa de la liturgia, que sí es pastoral.
Hermosa tradición, antigua, ya casi en desuso, fue la elaboración de medallones de cera, con la imagen del Agnus Dei impresa, grabada, y que se fabricaban con simbólico ritual con la cera del Cirio pascual del año precedente.
Porque ha resucitado el Señor, el canto brota del alma, expresando alegría y paz, manifestando alabanza al Señor.





