InfoCatólica / Liturgia, fuente y culmen / Categoría: Espiritualidad litúrgica

3.09.21

Salmo y participación litúrgica (un poco de todo)

Salmista

Desde que leí esta afirmación de san Juan Crisóstomo no la he podido olvidar por lo gráfica e impactante que es refiriéndose al estribillo del salmo responsorial:

“Yo os exhorto a no salir de aquí con las manos vacías, sino a recoger las respuestas como perlas, para que las guardéis siempre, las meditéis y las cantéis a vuestros hijos” (Com. Sal 41).

Esta frase nos daría para varios puntos de catequesis y formación:

1. Los salmos deben ser alimento constante para la oración personal, repetirlos, cantarlos, asimilarlos, memorizarlos, porque esa es la Tradición de la Iglesia.

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22.12.20

Lectio divina con la liturgia (Notas sobre espiritualidad litúrgica - XIV)

    lectio De la liturgia nace el deseo de conocer mejor la Palabra de Dios en las sagradas Escrituras mediante la lectio divina, y la lectio divina favorece luego vivir la liturgia escuchando la Escritura, cantando los salmos, etc., con mayor conocimiento y fervor.

     Toda la liturgia está impregnada de la Palabra de Dios; en cada oficio litúrgico se lee la sagrada Escritura, en mayor o menor extensión, y con una distribución propia. Y es que la liturgia ofrece diversos ciclos de lecturas en su liturgia para instruir y alimentar las almas:

a)      El ciclo dominical en tres años (A, B y C)

b)      El ciclo anual en ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua

c)      El ciclo bianual para la 1ª lectura y anual para el Evangelio en las ferias del tiempo ordinario

d)     A lo que hay que sumar la distribución de lectura para fiestas del Señor, de la Stma. Virgen, Apóstoles y santos, etc…

e)      El ciclo anual, por ahora, del Oficio de lecturas en la edición española.

f)       Y aunque no son lecturas, habría que añadir los salmos de la Liturgia de las Horas distribuidos en cuatro semanas, especialmente los salmos de las Laudes, Vísperas y Oficio de lecturas.

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1.12.20

¿La Liturgia de las Horas es para los seglares? ¿O eso es clericalizar? Y además una app

Liturgia de las Horas

Con suma claridad, expuso el Concilio Vaticano II lo siguiente: “Procuren los pastores de almas que las Horas principales, especialmente las Vísperas, se celebren comunitariamente en la Iglesia los domingos y fiestas más solemnes. Se recomienda, asimismo, que los laicos recen el Oficio divino o con los sacerdotes o reunidos entre sí e inclusive en particular” (SC 100).

Obsérvese: se insta que los laicos recen el Oficio divino, con los sacerdotes, o reunidos entre sí o en particular, cada cual en su hogar. ¡Eso sí es doctrina del Vaticano II y no otras cosas que se le atribuyen basados en un supuesto “espíritu del Concilio”, tan subjetivista!

La Liturgia de las Horas, llamada también Oficio divino, es oración de toda la Iglesia, de todo el Cuerpo místico, uniéndose a Cristo: “la voz de la Iglesia o sea, de todo el Cuerpo místico, que alaba públicamente a Dios” (SC 99). Si se dice que es de toda la Iglesia, eso incluye a cada uno de sus miembros, sea clérigo o seglar, consagrado por votos o unido en santo matrimonio. Siendo la oración de la Iglesia, pertenece a cada uno de sus hijos, sea cual sea su estado de vida cristiano. Cada bautizado, con esta oración litúrgica, realiza la “oración pública de la Iglesia” (SC 98), se constituye en Iglesia orante, incluso si está solo en su hogar orando o de rodillas ante el Sagrario. “Expresa la voz de la amada Esposa de Cristo, los deseos y votos de todo el pueblo cristiano, las súplicas y peticiones por las necesidades de todos los hombres” (Pablo VI, Const. Laudis canticum, n. 8).

Unos tienen encomendado el oficio y obligación de rezar la Liturgia de las Horas, los contemplativos, monjes y monjas en el coro, y los obispos y sacerdotes, garantizando así que cada día, en comunidad o en particular, se eleve la oración de alabanza y súplica de la Iglesia. Es un encargo, un oficio: asegurar ininterrumpidamente la Liturgia de las Horas. Y deben dedicarle tiempo y amorosa entrega, también los sacerdotes, orando por sus fieles y en nombre de sus fieles, frenando la actividad frenética. ¡Preocupante señal si un sacerdote apenas reza o nunca reza la Liturgia de las Horas, arrinconando el Breviario!

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24.11.20

Prepararnos con la lectura y la lectio divina (Notas de espiritualidad litúrgica - XIII)

lectio La liturgia requiere preparación. La improvisación, la premura consigue que el alma esté impermeabilizada a la gracia de la liturgia; no puede entrar en la liturgia de forma inmediata, automáticamente. Hace falta prepararse. Dejar atrás el ruido del mundo, penetrar en el ámbito de lo divino. Apagar sensaciones, charlas, pensamientos, ruidos y distracciones. Pacificarlo todo para que se llene de Dios y su gracia.

Como preparación próxima a la liturgia ayuda y es eficaz la lectura espiritual en sentido amplio y la lectio divina propiamente dicha, con los textos bíblicos.

La lectura siempre es beneficiosa: ilustra la mente, suministra conocimiento a la inteligencia, enciende la voluntad y la orienta en su actuar. La lectura espiritual es sumamente provechosa para el crecimiento de la vida interior.

Esta lectura espiritual prepara para la liturgia… y también nace de la liturgia como deseo de profundización. Es una doble dirección. “Por ser escuela de doctrina sobrenatural, la liturgia supone en los discípulos que en ella se forma una labor personal de estudio de penetración y asimilación de las enseñanzas recibidas” (Brasó, G., Liturgia y espiritualidad, Barcelona 1956, 271). Es un deseo de explorar e investiga las insondables riquezas del Misterio de Cristo (cf. Ef 3,8) que se despliegan en la santa liturgia.

Tanta riqueza necesita ser saboreada con el gusto del alma, sapiencialmente, y profundizada.

“La liturgia nos enseña prácticamente que se nos ha otorgado, por benignidad del Señor, el conocer los misterios del reino de Dios, y nada anhela tanto el alma conformada en la escuela de la Iglesia como ser iluminada acerca de estos misterios. Es el don mayor que puede apetecer en este mundo, y con frecuencia la Iglesia lo pone ante sus ojos para avivar su deseo y se lo hace pedir con insistencia en la oración pública en muchos salmos y oraciones, particularmente en las que siguen al acto de la comunión” (Brasó, p. 271).

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10.11.20

Prepararnos a la liturgia (Notas de espiritualidad litúrgica - XII)

campanarioSi queremos sacar fruto y alimentar el alma, si deseamos santificarnos y elevarnos a Dios, si buscamos el rostro de Cristo en la liturgia y glorificar a la santa Trinidad, el ex opere operantis de toda liturgia debe estar bien activo: habremos de prepararnos a la liturgia.

    Hay una actividad espiritual privada como preparación a la liturgia, de modo que el alma se disponga convenientemente y así vivir la liturgia con unción, participando realmente de corazón plena, consciente y activamente.

     Comencemos a ver la preparación remota: penitencia y purificación.

     La virtud de la penitencia debe acompasar los pasos del alma y purificarnos para acercarnos al Misterio de Dios en la liturgia. Recordemos: “¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?” (Sal 23). De cualquier manera no se puede estar en presencia del Señor. Dios mismo, con un serafín, purificó a Isaías para estar ante Él (cf. Is 6,1s), hombre de labios impuros.

     La liturgia requiere en el alma la penitencia y la purificación:

     “La liturgia, como toda espiritualidad, en primer lugar debe preocuparse de establecer al cristiano en aquel estado de pureza interior necesario para emprender el camino de la espiritual ascensión hacia Dios y para ir disponiéndole a las diversas comunicaciones. Dada nuestra condición de pecadores, el primer fruto de la gracia en un alma deberá ser siempre el perdón y la purificación, y para lograrlo deberá suscitar previamente el humilde reconocimiento de la propia condición de pecador, el profundo pesar por sus culpas y por sus tendencias perversas y el sincero deseo de un efectivo retorno a Dios. Es la actitud espiritual que se concreta con el nombre de compunción” (Brasó, G., Liturgia y espiritualidad, Barcelona 1956, 259-260).

    La compunción del alma debería ser lo habitual: reconocimiento de la santidad de Dios y del propio pecado y desorden interior pidiéndole gracia. La liturgia lo potencia arrojando luz sobre lo que somos. “La liturgia, fuente eficaz de la gracia, presencia y comunicación del misterio de Jesucristo, por esta sola realidad que llena al alma de luz sobrenatural y lo establece en la verdad hace al cristiano profundamente humilde y le lleva al sincero reconocimiento de su condición de pecador y de las posibilidades de cometer el mal que esta su condición supone” (Brasó, p 260).

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