El desplazamiento de «Iglesia» a «mi comunidad»: Ratzinger, eclesiología y liturgia

misa parroquial

Por la fe y el bautismo somos introducidos en la Iglesia, en la gran Iglesia, en la Católica, tal como la califican los Padres. Nuestra comunidad es la gran Iglesia, a la que pertenecemos como hijos por el bautismo y no se nos pide nada más (ninguna afiliación pertenencia o asociación, ninguna adscripción extra).

Nuestra comunidad es la gran Iglesia y así ha sido siempre. Una única Eucaristía, presidida por el Obispo junto a sus presbíteros congregaba a todo el pueblo cristiano en una única y gran asamblea.

¡Qué fuerza tienen las expresiones de los Padres Apostólicos, como san Ignacio de Antioquía, o posteriores, como san Cipriano en Cartago o san Agustín en Hipona, o la Didascalía siríaca o las Constituciones apostólicas!: un altar, el obispo celebrando la Eucaristía y toda la comunidad cristiana celebrando unida al obispo y al altar.

“Poned, pues, todo ahínco, en usar de una sola Eucaristía; porque una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y un sólo cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de presbíteros y con todos los diáconos” (Ad Phil., 4).

En absoluto hay datos o testimonios que avalen una práctica de Misa dominical con pequeños grupos o pequeñas comunidades, en lugar de la unidad de todos presididos por un Apóstol, un sucesor de los Apóstoles (obispo) o un presbítero en alguna comunidad alejada de la ciudad. Los Padres no entenderían que la gran Asamblea eclesial del domingo se dividiera en pequeños grupos para “compartir” o “participar / intervenir” más.

Y si bien es cierto que la fe es eclesial y se vive en comunidad, comunitariamente, esto no significa que la fe haya que vivirla obligatoriamente en grupos pequeños, en comunidades pequeñas para provocar el intercambio de sentimientos y experiencias, creando lazos afectivos y cálidos grupos donde sentirse arropado y desnudar la conciencia en público.

La fe se vive en comunidad eclesial, pero eso no significa que se tenga que identificar con un despliegue en pequeño grupo, célula o comunidad y si no es así, se niega que alguien esté viviendo la fe católica. Y lo que era algo bueno, una ayuda tal como la formación y la convivencia en la fe en un pequeño grupo o comunidad, se convirtió en fin en sí mismo, en rígido método que se quiera aplicar a todos. Se ha realizado un desplazamiento de la comunidad eclesial –la gran Iglesia- hacia el comunitarismo del pequeño grupo o movimiento (afectivo, emotivo, con lazos muy personales). Nada de esto lo avalan las enseñanzas del Concilio Vaticano II, si uno las lee, en lugar de citar “el espíritu del Concilio”.

Es la Iglesia entera, instituida por Cristo, “Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible” (LG 8); y los presbíteros, colaboradores del obispo, son los que están al frente del pueblo de Dios: “modelos de la grey, gobiernen y sirvan a su comunidad local de tal manera, que ésta merezca ser llamada con el nombre que es gala del único y total Pueblo de Dios, es decir, Iglesia de Dios” (LG 28). Jesucristo crea a su Iglesia como una gran comunidad: “constituye, con el don de su Espíritu, una nueva comunidad fraterna entre todos los que con fe y caridad le reciben después de su muerte y resurrección, esto es, en su Cuerpo, que es la Iglesia, en la que todos, miembros los unos de los otros, deben ayudarse mutuamente según la variedad de dones que se les hayan conferido” (GS 32).

Basta repasar los documentos del Concilio Vaticano II para darse cuenta de que en ningún sitio aparece la frase literal ni nada parecido de “la fe hay que vivirla en comunidad” ni la obligatoriedad de vivir la fe en pequeñas comunidades, grupos o movimiento.

La fe es eclesial (“La fe se vive dentro de la comunidad de la Iglesia, se inscribe en un « nosotros » comunitario”, Francisco, Enc. Lumen Fidei, n. 43), se vive en la Iglesia junto con los demás miembros de la Iglesia, sean conocidos o desconocidos –es “uno que me pertenece” (Juan Pablo II, Novo Millennio ineunte, n. 43), sin desprecio ni superioridad porque no viva mi carisma o camino espiritual- y son hermanos por el bautismo en el ámbito diocesano y en la parroquia, comunidad cristiana abierta y accesible a todos, “la Iglesia que vive entre las casas de sus hijos e hijas” (Juan Pablo II, Christifideles laici, n. 26), participando en la vida parroquial, su formación, su comunión y su misión. ¡Es la parroquia la comunidad cristiana concreta, local!

Con el fino espíritu que le caracterizaba y su agudeza teológica, Ratzinger ve el peligro que supone reducir la Iglesia a la experiencia local de la propia y pequeña comunidad, perdiendo mucho del sentido católico de integración de todos y comunión por la homogeneidad del grupo comunitario:

“El desplazamiento terminológico de ‘Iglesia’ a ‘comunidad’ muestra el proceso interno de transposición de la estructura de la fe obrado por la Reforma [luterana] de modo tan conciso y preciso como quizá en ningún otro lugar se pueda percibir. La Iglesia se reduce a la comunidad, es decir, la Iglesia como successio, como unidad de tradición vinculante y dotada de una forma estructurada sacramental-personalmente, pierde para Lutero su contenido teológico. En el mejor de los casos se convierte en aparato, organización…

La idea de que propiamente solo la comunidad es ‘Iglesia’ en el verdadero sentido (a saber, lugar del ‘Evangelio’), mientras que en cambio lo otro –la gran Iglesia- es meramente aparato, organización sin auténtico rango espiritual, se le viene a la cabeza hoy en día al cristiano medio casi inevitablemente como algo obvio, y está activa de forma más o menos consciente también en el área católica”[1].

misa del domingo Claro que esto tiene repercusiones en la liturgia: el afán de celebrar con un peculiar estilo y sólo con el pequeño grupo o comunidad, sin integrarse en la gran asamblea de la Iglesia (diocesana o parroquial) o no participando a la Eucaristía si no es celebrada en el pequeño grupo algún domingo o día de precepto. ¡Es el desplazamiento del concepto “Iglesia” a “comunidad”!, creando modos de celebrar, cantos, etc., que refuerzan sólo la propia identidad como grupo o asociación, pero sintiéndose extraños y ajenos a la liturgia católica habitual en una parroquia o en la iglesia catedral, siguiendo los libros litúrgicos aprobados y desconociendo los cantos que son conocidos por todos.

Para evitar ese desplazamiento de “Iglesia” a su reducción a “comunidad” –pequeña, con fuertes lazos humanos-, la Eucaristía en grupos particulares no se celebrará “los domingos y fiestas de precepto. Con ello se logrará que la asamblea litúrgica parroquial no se vea privada del ministerio de algunos sacerdotes ni de la participación de determinados fieles, y se contribuirá a acrecentar la vida y la unidad de la comunidad” (Inst. Actio pastoralis, n. 10 a).

Y lo mismo decía la Carta Dies Domini de Juan Pablo II:

“En las Misas dominicales de la parroquia, como comunidad eucarística, es normal que se encuentren los grupos, movimientos, asociaciones y las pequeñas comunidades religiosas presentes. Esto les permite experimentar lo que es más profundamente común para ellos… Por esto en domingo, día de la asamblea, no se han de fomentar las Misas de los grupos pequeños: no se trata únicamente de evitar que a las asambleas parroquiales les falte el necesario ministerio de los sacerdotes, sino que se ha de procurar salvaguardar y promover plenamente la unidad de la comunidad eclesial” (n. 36).

Vemos entonces cómo el desplazamiento de la “Iglesia” al concepto reducido de “comunidad” tiene sus reflejos en la praxis litúrgica, en el modo de entender la liturgia y de realizarla. Pero el camino será siempre un gran sentido de Iglesia, sentido católico, integrarse felizmente en ella –diócesis, comunidad parroquial- viviendo la liturgia junto con todos en la gran asamblea eclesial, sabiéndose una parte pequeña y sencilla del Cuerpo místico del Señor.



[1] RATZINGER, J., “¿Derecho de la comunidad a la Eucaristía?”, en OC VIII/1, pp. 510-511.

Los comentarios están cerrados para esta publicación.