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26.01.22

La oración es liturgia, culto privado (Notas de espiritualidad litúrgica - XV)

La oración es liturgia, culto privado

Por el Bautismo, recibimos el sacerdocio común. El Bautismo nos hace entrar en un reino de sacerdotes para nuestro Dios en medio de este mundo concreto. Y este sacerdocio nos habilita, nos capacita, para orar y ofrecer. Es derecho y obligación: ¡dar gloria a nuestro Dios!

Es nuestra vida cristiana: orar y glorificar, ofrecer y alabar. Y la vida litúrgica es oración. En ella entramos y participamos cuando descubrimos su verdadero rostro: la liturgia es oración con ropaje ceremonial y ritual, comunitariamente desarrollada, con ministerios diversos y jerarquizados. Es oración.

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16.01.22

Repasar el Misal y sus rúbricas (I)

Sede De vez en cuando hay que repasar las rúbricas, las normas de obligatorio cumplimiento para el desarrollo de la Santa Misa, de los sacramentos y de la Liturgia de las Horas.

Las rúbricas son, de algún modo, teología en acto, responden a un porqué, y evitan el capricho y la arbitrariedad de unos y otros, para crear unidad en la liturgia, unidad que es comunión eclesial. Sí, las rúbricas hay que cumplirlas y obedecerlas: es la Iglesia –nadie en particular, nadie por iniciativa propia- quien dispone cómo hay que celebrar. También en esto, “sentir con la Iglesia” y “sentir la Iglesia” es fidelidad a las rúbricas, obediencia fiel de hijos a la Iglesia madre. Se llaman “rúbricas” porque se escriben con tinta roja en los libros litúrgicos.

La primera parte del Misal es un amplísimo documento que se llama Ordenación General del Misal Romano (OGMR) donde se ofrece la teología del sacramento eucarístico y la normativa y rúbrica para su celebración. Este documento merece ser conocido y estudiado.

En la tercera edición de la Ordenación General del Misal romano (OGMR) se explican y se matizan muchas normas litúrgicas, se aclaran algunas rúbricas y se añade alguna más. Para ser fieles, hay que conocer estas rúbricas y, lógicamente, obedecerlas.

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8.01.22

1.01.22

El lenguaje del rito romano: lo breve, si bueno,...

El misal

Bello y elegante, sumamente claro y conciso, es el lenguaje de la liturgia romana. Está claro que muestra su origen del latín: sobrio y denso, rico al mismo tiempo. No desperdicia palabras, ni se llena de florituras ni adornos, no necesita reiteraciones ni proliferan oraciones de relativo. En ese estilo, en ese corte clásico, radica su belleza.

Una oración colecta de la Misa romana es una obra de orfebrería, con suma precisión, diciendo mucho con pocas palabras, expresando grandes verdades de fe con brevedad. Pensemos en la colecta de la Misa del día de la Natividad del Señor, con su estructura romana (a) Invocación, b) Memorial –con una oración de relativo- y c) petición, más d) la conclusión trinitaria):

  1. Oh, Dios,
  2. que estableciste admirablemente la dignidad del hombre y la restauraste de modo aún más admirable,
  3. concédenos compartir la divinidad de aquel que se dignó participar de la condición humana.
  4. Por nuestro Señor Jesucristo.

Es increíble tanta belleza en tan pocas expresiones, cuyo origen está en el gran genio literario de san León Magno. Se invoca a Dios sin adjetivos alguno, ni “todopoderoso”, ni “eterno”, etc. Luego una oración de relativo hace memoria del Misterio: “que estableciste…”, sin que aparezcan adjetivos, sino solo el juego sonoro de dos adverbios de modo: “admirablemente” - “aún más admirable”. Después la petición: “concédenos compartir la divinidad…”, y de la misma forma literaria, no aparecen adjetivos ni siquiera algún adverbio que dé colorido. Y, no obstante, ¡qué hermosura al cantar el Misterio del Nacimiento del Señor! Al Dios creador y redentor se le suplica que lleve a término en nosotros el admirabile commercium, “compartir la divinidad” de su Hijo que se ha hecho hombre.

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