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16.10.22

Eucaristía-Ofrenda y revisión de nuestros ofertorios y «ofrendas»

OfertorioSin duda aún no ha calado en la conciencia general y en la práctica litúrgica la corrección que Benedicto XVI formulara sobre la desmesurada y variopinta, hasta folclórica en ocasiones, procesión de ofrendas en la Misa.

Si se siguieran correctamente las rúbricas de la IGMR, sobrarían las “añadiduras superfluas” con que se recargan. Decía Benedicto XVI en la Exhortación Sacramentum caritatis:

“Este gesto, para ser vivido en su auténtico significado, no necesita enfatizarse con añadiduras superfluas” (n. 47).

Y exponía la razón teológica y espiritual del ofertorio de pan y de vino entregados –sin necesidad de más cosas ni ofrendas- y cómo todo estaba en ellos recapitulado, sintetizado, resumido:

“Este gesto, humilde y sencillo tiene un sentido muy grande: en el pan y el vino que llevamos al altar toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada y presentada al Padre. En este sentido, llevamos también al altar todo el sufrimiento y el dolor del mundo, conscientes de que todo es precioso a los ojos de Dios… Permite valorar la colaboración originaria que Dios pide al hombre para realizar en él la obra divina y dar así pleno sentido al trabajo humano, que mediante la celebración eucarística se une al sacrificio redentor de Cristo” (Ibíd.).

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8.10.22

El valor del «Yo confieso ante Dios»: ni cátaros ni puros ni perfectos

Confiteor

Fórmula medieval, recitada por el sacerdote en voz baja como preparación para la Misa y cuyo uso se fue extendiendo también para los fieles; en el Misal romano de 1962, después del sacerdote, al pie del altar, lo rezan los acólitos (y fieles) y de nuevo, otra vez, mientras el sacerdote comulga lo rezan los fieles preparándose para la comunión.

En la Misa ahora es la 1ª fórmula del acto penitencial para que juntos, sacerdote y fieles, se dispongan a celebrar dignamente, santamente, los sagrados misterios. También, en la fórmula B del sacramento de la Penitencia (celebración comunitaria con confesión y absolución individual), se recita estando todos de rodillas o profundamente inclinados (RP 27; CE 628), antes de acercarse a los sacerdotes para la confesión individual.

Tiene algunos aspectos interesantes que se deben considerar.

En primer lugar el “Yo”, “yo confieso”, personal, concretísimo, sin generalizaciones en las que esconderse o difuminar la propia responsabilidad (“todos somos pecadores”, “la Iglesia-institución es pecadora y necesita reformarse”, y excusas semejantes).

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1.10.22

Solo ante Dios se hace genuflexión (Liturgia frente a ídolos -VI)

Genuflexión

5.2. La genuflexión para el Señor

La genuflexión y la postura de rodillas es remedio eficaz, espiritual, interior, pero visible y claro, contra toda idolatría. La Iglesia lo prescribe en distintos momentos de la liturgia.

¿Cuándo?

La genuflexión se realiza al pasar delante del Sagrario o del Santísimo expuesto, rodilla derecha en tierra, adorando.

“Todos los que entren en la iglesia no descuiden adorar al Santísimo Sacramento, sea visitándolo en su capilla, sea por lo menos haciendo genuflexión. Asimismo, hacen genuflexión todos los que pasan delante del Santísimo Sacramento, a no ser que vayan procesionalmente” (CE 71).

El sacerdote hace durante la Misa genuflexión “después de la elevación de la Hostia, después de la elevación del cáliz y antes de la Comunión” (IGMR 274). También se hace genuflexión al llegar al presbiterio para la Misa y al salir si el Sagrario está allí.

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24.09.22

Testimonios y discursos durante la Misa. ¿Cuándo hacerlos?

Testimonio en misa

Hace ya tiempo se introdujo una costumbre y es la de emplear la Misa dominical (o las distintas Misas dominicales) para todo, desde una salva de avisos interminables antes de dar la bendición o saludos y despedidas a cuantos han asistido, como también la introducción de testimonios y/o experiencias durante la celebración de la Santa Misa. Es un uso tan común y extendido, que a nadie llama la atención que se haga así. Excepto que la liturgia no da margen para ello, ni los documentos de la Iglesia lo permiten, sino que lo han reprobado como un abuso.

Sin duda es enriquecedor para los fieles de una parroquia escuchar el testimonio vibrante de un misionero o una misionera sobre la dura tarea de evangelizar ad gentes, formar catequistas, sostener la vida sacramental de comunidades dispersas, el catecumenado de adultos y los bautismos de nuevas conversiones. O escuchar el testimonio de caridad y solidaridad fraterna de quienes desarrollan algún voluntariado o sirviendo a los pobres o llevando a cabo algún programa de Cáritas o Manos Unidas. Asimismo, es ilusionante escuchar a un seminarista, del Seminario Menor o del Mayor, ofrecer nervioso su testimonio vocacional, su descubrimiento de la llamada del Señor, su deseo de ser santo sacerdote. Igualmente, es enriquecedor cuando algún fiel laico narra su experiencia en algún Movimiento o Comunidad, animando a quien quiera a compartir ese carisma.

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9.09.22