Cristo y el sacerdote en la Plegaria eucarística (celebrar mejor - III)

Plegaria Eucarística: epiclesis

El Señor mismo pronunció una plegaria de bendición sobre el pan y el vino, es decir, dio gracias. ¿Qué es “eucaristía” sino dar gracias?

“La acción de gracias caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la Eucaristía, manifiesta y se convierte cada vez más en lo que ella es. En efecto, en la obra de salvación, Cristo libera a la creación del pecado y de la muerte para consagrarla de nuevo y devolverla al Padre, para su gloria. La acción de gracias de los miembros del Cuerpo participa de la de su Cabeza” (CAT 2637).

Este sacramento llama también “Eucaristía porque es acción de gracias a Dios. Las palabras eucharistein (Lc 22,19; 1Co 11,24) y eulogein (Mt 26,26; Mc 14,22) recuerdan las bendiciones judías que proclaman —sobre todo durante la comida— las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación” (CAT 1328).

Incluso en la antigüedad cristiana, los Padres hablaban de “eucaristizar” y de “dones eucaristizados” (cf. S. Justino, I Apol., c. 65), para referirse a la acción de dar gracias por la Plegaria, transformando la realidad sustancial del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo glorioso. “Eucaristizar” implica la Plegaria, los gestos sacramentos, las palabras de Cristo, el rito.

¡Dio gracias!, así hizo Cristo, así sigue haciendo la Iglesia; así lo sigue haciendo Cristo por medio del sacerdote, que ora in persona Christi, dando gracias al Padre, alabando, consagrando, ofreciendo e intercediendo.

Y todos también, por medio del sacerdote, oran, se ofrecen y ofrecen el sacrificio (“te ofrecemos de los mismos bienes que nos has dado”, Canon romano), alaban a Dios “porque nos haces dignos de servirte en tu presencia”, y así responden “Amén”, sellando, ratificando, la gran Plegaria, “es afirmada y concluida con la aclamación Amén del pueblo” (IGMR 79).

Cristo, en la liturgia, ora en nosotros y por medio de nosotros y la Plegaria eucarística es el gran modelo de toda oración.

Muy especialmente el sacerdote está vinculado a la gran Plegaria porque sólo él la pronuncia in persona Christi y en nombre de la Iglesia.

La Plegaria eucarística es un formulario inalterable; es una gran oración, y el sacerdote (y todos) debe entender que es una oración, en voz alta, dirigida a Dios, y que todos escuchan interiorizándola y haciéndola suya. La actitud del sacerdote debe transparentar cómo realmente está orando, está dirigido a Dios, hablando con Él; no es un discurso hacia los presentes, ni se puede recitar ni glosar con intervenciones espontáneas (“nunca dentro de la misma Plegaria”, IGMR 31) como si fuera una catequesis a los fieles presentes, o recitarla mirando constantemente a los asistentes como si ellos fueran los interlocutores, ¡y no el mismo Señor!

Orar la Plegaria eucarística, brazos extendidos, requiere atención por parte del sacerdote, dar sentido a lo que recita con buena entonación y pausa, recogimiento de la vista, devoción en el alma.

Su modo de hacer en el altar y de orar la Plegaria eucarística puede posibilitar (o impedir) la participación de los fieles, es decir, la unión orante en este momento solemne, elevando las almas a Dios (“lo tenemos levantado hacia el Señor”, hemos contestado al inicio de la Plegaria). De distinta forma ciertamente, pero tanto sacerdote como diácono y fieles participan en la Plegaria eucarística.

“Todos, presidente y asamblea junto con los variados ministros que haya, cada uno según su grado, participan en la celebración que es acción de toda la Iglesia. La Plegaria eucarística es el gran momento del estupor y la contemplación, y si no me lleno de ese estupor ante la santidad de Dios corro el riesgo de vaciar de frutos la participación en el rito” (Díez, L.E. “Celebrar mejor la Plegaria Eucarística”, Phase 286 (2008), 318).

Esto mismo es lo que indica el Misal:

“El sentido de esta oración es que toda la asamblea de los fieles se una con Cristo en la confesión de las maravillas de Dios y en la ofrenda del sacrificio. La Plegaria eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y con silencio” (IGMR 78).

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