La liturgia incide en lo espiritual (Notas de espiritualidad litúrgica - XXXVI)
La constitución Sacrosanctum Concilium trazó líneas fundamentales, pautas de trabajo a fin de que la liturgia sea u manantial de espiritualidad y los fieles encuentren en la liturgia la misma vida espiritual, beban en la liturgia el espíritu verdaderamente cristiano, uniéndose al Señor y siendo transformados por Él.
La liturgia es de la Iglesia, por tanto, de todo el Cuerpo místico, y no es clerical, ni privilegio del clero: es de la Iglesia, pertenece a todos. Y celebrar la liturgia compromete la vida, la existencia cristiana queda marcada: se ofrecen los fieles con Cristo y así “se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos” (SC 48). Por eso la Iglesia “procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores” (SC 48).
¿Qué busca la liturgia? ¿Qué inculca? ¿Qué significa para la vida interior? “La finalidad de la liturgia es implantar en los fieles una vida espiritual plenamente insertada en el misterio de Cristo, cosa que, a su vez, implica ser y sentirse parte viva de su Cuerpo eclesial, con la consiguiente actuación a nivel de vida personal y de testimonio ante los demás” (Soler Canals, J.M., La liturgia, fuente de vida espiritual, CPh 106, Barcelona 2000, 29).
La liturgia debe presentarse también bajo su aspecto espiritual (cf. SC 16), y así la liturgia con su espiritualidad es la base de la vida espiritual de todo cristiano, si bien luego puede desplegarse con diversas escuelas de espiritualidad. Por eso la liturgia es “fuente y culmen” (SC 10). Y por eso la Iglesia desea “vivamente que todos los fieles sean conducidos a la plena, consciente y activa participación en las celebraciones litúrgicas, tal como lo pide la naturaleza misma de la liturgia y a la que el pueblo cristiano tiene el derecho y el deber por la fuerza del bautismo, en tanto que linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido” (SC 14).
Por eso “esta participación plena y activa de todo el pueblo es lo que ante todo debe lograrse al restaurar y revitalizar la sagrada liturgia. Puesto que es la fuente primaria y necesaria de la que los fieles deben beber el verdadero espíritu cristiano” (SC 14). Así se entiende que “el celo para promover y reformar la sagrada liturgia es como un paso del Espíritu Santo por su Iglesia” (cf. SC 43). Si la liturgia es fuente del verdadero espíritu cristiano… por consiguiente debe ser fuente de espiritualidad.
El documento final del Sínodo de 1985 sobre el Concilio Vaticano II proponía, insistía, en profundizar en la vocación a la santidad de todo bautizado y en vivir el misterio de la Iglesia sobre todo en la liturgia, que es donde más se asimila la dimensión espiritual y la llamada a la santidad.
Así reconoceremos en la liturgia la acción y la presencia del Señor, más importante que cualquier acción humana o que cualquier creatividad litúrgica “La liturgia es, pues, el “lugar” privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y con su enviado, Jesucristo” (Juan Pablo II, Carta Vicesimus quintus annus, 7).
Por eso hemos de comprender y valorar que “la liturgia es la gran escuela de oración de la Iglesia” de tal modo que “la fe vivificada por la caridad, la adoración, la alabanza al Padre y el silencio de la contemplación serán siempre los primeros objetivos que debe conseguir una pastoral litúrgica y sacramental”. ¡Porque la liturgia es “un hecho de orden espiritual”! (Vicesimus quintus annus 10. 14).
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