Misterio de unidad (Tu Catedral - IV)

burgos

En cada Iglesia local hay una sola catedral, porque cada Iglesia local está regida por un solo obispo, sucesor de los apóstoles por la ordenación sacramental, y signo del mismo Cristo para la Iglesia.

Una sola catedral y un solo obispo son expresiones claras de la unidad de la Iglesia. ¡Qué fuerza tienen estos conceptos, y cómo resalta la unidad de la Iglesia un Padre apostólico, san Ignacio de Antioquía! Discípulo directo de los Apóstoles, desarrolla una bella teología de la unidad eclesial:

“Que nadie os engañe. Si alguien no está dentro del altar del sacrificio, carece del plan de Dios. Pues, si la oración de uno o dos tiene tal fuerza, ¡cuánto más la del obispo y toda la Iglesia!” (Ad Ef., 5,2).

“Esforzaos por frecuentar una sola Eucaristía, pues una es la carne de nuestro Señor Jesucristo y uno el cáliz para unirnos a su sangre, uno es el altar como uno es el obispo junto con el presbiterio y los diáconos” (Ad Fil., 4,1).

¡Visto así, cómo cambia la catedral! Ya no es un edificio cultural, poseedor de innumerables tesoros arquitectónicos, o pictóricos o escultóricos… ni tampoco lo veremos como una iglesia más, tal vez alejada del sentir cotidiano de la fe. La catedral, tu catedral, cualquier catedral es signo de unidad de la Iglesia.

Entramos en la catedral. Es grande, hermosa. Es un templo de gran capacidad, pero sobre todo es un templo con mucho significado. La catedral es casa de todos los católicos. Es hogar de los hijos de la Iglesia, presidido por el pater familias, el obispo, padre y pastor.

En la catedral, sitio hay para todos…, cada cual en su orden y lugar. Su misma distribución nos recuerda que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y que cada uno es un miembro. En la Iglesia hay una radical igual y dignidad, el bautismo y la confirmación, que nos cualifican para la santidad, pero hay una diversidad ministerial y carismas distintos. Todos tienen su lugar. Preside el Obispo, sucesor de los apóstoles, Cabeza visible de la Iglesia, incluso esposo de la Iglesia diocesana. Rodean al Obispo sus presbíteros –de ahí el presbiterio- como una corona: son sus amigos y colaboradores directos, sus hijos, ¡¡sus hijos!!, y por tanto siempre colmados de atenciones y cercanía de su padre y pastor (no son sus empleados, sus servidores o sus trabajadores: ¡hijos!); y están los diáconos, que auxilian al Obispo y sirven al pueblo cristiano.

Estarán otros servicios eclesiales: los acólitos, los lectores, el salmista, el coro. Allí estarán convocados los religiosos y las religiosas, todos los miembros de vida consagrada y las vírgenes consagradas de la propia diócesis. Y luego todos los demás fieles, el resto del pueblo cristiano: matrimonios con sus hijos, familias, ancianos y enfermos, catequistas de niños, jóvenes y adultos, quienes sirven a los pobres en la caridad y quienes visitan a los enfermos, etc. y miembros de las diferentes hermandades y cofradías, Ordenes terceras, Asociaciones, Movimientos, Comunidades que no caminan sectariamente, encerrados en sí, sino en plena comunión eclesial.

Todo el Cuerpo místico de Cristo es reunido por el Espíritu en la catedral y es una epifanía de lo que es la misma Iglesia. ¡Preciosa la Iglesia en su multiforme variedad! Al mismo tiempo, es crecimiento de la Iglesia armónicamente, en unidad, al desarrollarse en comunión con el Obispo y bajo su vigilancia: “Toda catedral es un lugar particularmente significativo. Es el centro de la Iglesia diocesana, la sede del obispo, encargado de la unidad entre todas las comunidades locales. En efecto, alrededor de los obispos, sucesores de los Apóstoles, se construye la Iglesia, cuya piedra angular es Cristo” (Juan Pablo II, Mensaje a la Vigilia de oración en Notre-Dame de París, 21-agosto-1997).

La catedral diocesana, iglesia del obispo y madre y cabeza de todas las iglesias diocesanas, es un fuerte reclamo a la comunión y a la unidad eclesial.

Quedémonos con estas palabras de Benedicto XVI:

“La unidad de una catedral gótica, es sabido, no es la unidad estática de un templo clásico, sino una unidad nacida de la tensión dinámica de diferentes fuerzas que empujan la arquitectura hacia arriba, orientándola hacia el cielo. Aquí podemos ver también un símbolo de la unidad de la Iglesia que es –como nos ha dicho san Pablo- unidad de un cuerpo vivo compuesto por muchos elementos diferentes, cada uno con su propia función y su propia determinación. Aquí vemos también la necesidad de reconocer y respetar los dones de cada miembro del cuerpo como “manifestación el Espíritu para provecho común” (1Co 12,7). Ciertamente, en la estructura de la Iglesia querida por Dios se ha de distinguir entre los dones jerárquicos y los carismáticos (cf. LG 4). Pero precisamente la variedad y riqueza de las gracias concedidas por el Espíritu nos invitan constantemente a discernir cómo estos dones tienen que ser insertados correctamente en el servicio de la misión de la Iglesia.

Vosotros, queridos sacerdotes, por medio de la ordenación sacramental, habéis sido conformados con Cristo, Cabeza del Cuerpo.

Vosotros, queridos diáconos, habéis sido ordenados para el servicio de este Cuerpo.

Vosotros, queridos religiosos y religiosas, tanto los contemplativos como los dedicados al apostolado, habéis consagrado vuestra vida a seguir al divino Maestro en e amor generoso y en plena fidelidad a su Evangelio.

Todos vosotros que hoy llenáis esta catedral, así como vuestros hermanos y hermanas ancianos, enfermos o jubilados que ofrecen sus oraciones y sus sacrificios para vuestro trabajo, estáis llamados a ser fuerzas de unidad dentro del Cuerpo de Cristo. A través de vuestro testimonio personal y de vuestra fidelidad al ministerio o al apostolado que se os ha confiado preparáis el camino al Espíritu. Ya que el Espíritu nunca deja de derramar sus abundantes dones, suscitar nuevas vocaciones y nuevas misiones, y de dirigir a la Iglesia –como el Señor ha prometido en el fragmento evangélico de esta mañana- hacia la verdad plena” (Benedicto XVI, Hom. Catedral de S. Patricio, Nueva York, 19-abril-2008).

2 comentarios

  
Javidaba
¿Podría aclararme, D. Javier, algo que no entiendo?
En su cita de S. Ignacio: “Esforzaos por frecuentar una sola Eucaristía, pues una es la carne de nuestro Señor Jesucristo y no el cáliz para unirnos a su sangre, uno es el altar como uno es el obispo junto con el presbiterio y los diáconos” (Ad Fil., 4,1), ¿acaso el cáliz no nos une a nuestro Señor?
Ya lo veo... creo que algún duende tipográfico, escondió una "u" delante de "..no el cáliz...", ¿verdad?.
Muchas gracias. D. Javier.

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JAVIER:

Corregida la errata. Miré, remiré, revisé... y no la vi: ¡estoy torpe! Pero muchísimas gracias por advertirlo.
27/07/21 2:23 PM
  
Diácono
Muy de acuerdo con todo. Gracias.

Daré a leer su artículo a mi obispo y al Cabildo je,je,je. En nuestra catedral, las celebraciones litúrgicas más importantes se han convertido en actos protocolarios, donde en la nave central se sitúan un conjunto de fuerzas vivas que les importa un pimiento la liturgia allí vivida: alcalde y concejales, de la Diputación, de la Junta, militares, policía y guardia civil, partidos políticos, empresarios, asociaciones varias,... Casi ninguno comulga, claro. Y el covid ha acentuado este desdén litúrgico, ya que, siendo grande, ha reducido el aforo, se va con invitación y ya no hay sitio para el que realmente quiere vivir las celebraciones. No nos dejan asistir siquiera ahora a los curas o diáconos diocesanos (sólo asisten los que tienen un cargo relevante). Y los laicos...¡Ay los laicos! Hace tiempo iba el que quería, y yendo con tiempo podía coger buen sitio tras las autoridades. Pero ahora ni eso. Olvidados. Lo de que la Catedral es signo de la unidad del cuerpo eclesial es sencillamente aquí una quimera.

Incluso se ha perdido el norte litúrgico en las más importantes: la música dura más que la acción litúrgica (realmente son misas dentro de conciertos), se privilegian los discursos y agradecimientos, y hay un desbarajuste ministerial (como no hay sitio en el presbiterio y en la nave central porque se acogen a autoridades y canónigos, pues no queda sitio para los que sirven realmente al altar como diáconos o acólitos).

Resumiendo: que lo de que la Catedral es sede del obispo y casa del Pueblo de Dios diocesano, se ha convertido en lugar donde se hacen actos sociales protocolarios con invitación, y donde clero y fieles no tienen cabida. Y no hablo hoy del turismo. Puffffff.

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JAVIER:

Así es ya en tantos y tantos sitios... Y la unidad del presbiterio, como vd. bien sabe, claramente manifestada en el uso de casullas iguales, destacando solo la del obispo, porque -jejeje- eso de casullas según el rango: vicarios y capitulares, luego casullas simplonas para el resto..., eso ya pasó a la historia.
27/07/21 2:34 PM

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