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14.11.21

Caridad y Educación

Fe, Esperanza y Caridad

“Se dice que un ser cualquiera es perfecto cuando alcanza su propio fin, que es la perfección última de las cosas. Ahora bien, la caridad es el medio que nos une a Dios, fin último del alma humana; pues como dice San Juan, el que vive en caridad permanece en Dios y Dios en él. Por consiguiente, la perfección de la vida cristiana se toma de la caridad” (Santo Tomás de Aquino).

Sólo la caridad nos une enteramente con Dios como último fin sobrenatural del hombre. La fe y la esperanza nos unen ciertamente con Dios – como virtudes teologales que son – pero no como último fin absoluto, sino como primer principio del que nos viene el conocimiento de la verdad (por la fe) y la perfecta bienaventuranza (por la esperanza). La caridad mira a Dios y nos une a Él. La fe nos da un conocimiento de Dios necesariamente oscuro e imperfecto (de non visis) y la esperanza es también radicalmente imperfecta (de non possessis), mientras que la caridad nos une con Él ya desde ahora de manera perfecta, dándonos la posesión real de Dios y estableciendo una corriente de mutua amistad entre Él y nosotros. Por eso la caridad es inseparable de la gracia, mientras que la fe y la esperanza son compatibles, de alguna manera, con el pecado mortal (fe y esperanza informes). La caridad, en fin, supone la fe y la esperanza, pero las supera en dignidad y perfección. La caridad constituye la esencia misma de la perfección cristiana; supone y encierra todas las demás virtudes.

Dios nos ha dado la libertad para que amemos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Dios: eso es la caridad. Somos libres para caminar por este mundo en gracia de Dios para llegar a nuestro fin, que es Dios mismo. Esto es el cielo: el gozo de la visión beatífica de Dios; es decir, del Bien, la Belleza y la Verdad. La dignidad de ser hijo de Dios exige del justo un comportamiento adecuado; es la raíz de una nueva plenitud de vida que le es dada al hombre en el plano sobrenatural, en la que no hay contradicción entre el precepto del amor y la libertad: cuanta mayor caridad tiene alguien, más libertad posee; cuanto más sometido está el hombre a Dios, más libre es. Incluso podemos decir que el único modo que tiene el hombre de conquistar su libertad es el de obedecer a Dios. Él es el origen de nuestra libertad y, cuanto más dependemos de Dios, más brota esta libertad. La única cosa que Dios nos «prohíbe» es lo que nos prohíbe ser libres, lo que impide nuestra realización como personas capaces de amar y de ser amadas libremente, y de encontrar su felicidad en el amor; lo que Dios nos prohíbe es pecar y lo que nos exige es que le amemos a Él sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Lo que Dios nos pide es lo que Él mismo nos da por pura gracia: la caridad.

La misión de la Iglesia es predicar la fe, proclamar a tiempo y a destiempo la Verdad revelada por Dios (el Credo, el Padre Nuestro, los Mandamientos de la Ley Eterna de Dios). Por la fe, la Iglesia debe ser signo de esperanza en un mundo desesperado y que vive sumido en las tinieblas de pecado: el mal no tiene la última palabra, la muerte ha sido derrotada por Cristo en la cruz, tenemos la esperanza de la vida eterna junto a Dios. La injusticia y el mal recibirán su merecido y el bien y la justicia prevalecerán. Dios es la esperanza de que cada uno de nosotros podamos alcanzar todo aquello que siempre hemos deseado: el conocimiento de la verdad, la delectación de la belleza y el gozo del bien, de la justicia y del amor absolutos y eternos. Nosotros tenemos la esperanza de la vida eterna.

Pero más perfecta que la fe y la esperanza es la caridad: en eso conocerán que sois discípulos míos: en que os améis los unos a los otros. El amor debe ser la seña de identidad de la Iglesia y de la escuela católica, que no es sino una parte de la propia Iglesia. La caridad debe ser nuestro distintivo: lo que haga diferentes a nuestros colegios. ¿Habrá mejor escuela para educar a un niño que aquella en la que los maestros amen de tal manera a los niños que estuvieran dispuestos a entregar su vida por ellos; que los quisieran como si fueran sus propios hijos? ¿Habrá mejor escuela que aquella en la que los profesores se amen entrañablemente entre sí y se apoyen y cooperen y recen los unos por otros? ¿Habrá mejor escuela que aquella en la que los profesores amen y recen por las familias de sus niños? ¿Habrá mejor escuela que aquella en la que la fe y la esperanza se prediquen con la palabra y se manifiesten de modo tangible a los ojos de cualquiera mediante el lenguaje universal del amor? No hay mejor escuela que aquella en la que la Caridad sea el centro de su vida: el principio y el fin de su labor. Educamos por caridad y llevamos las almas de los niños hacia la Caridad, hacia Dios, que es el Bien más grande. ¿Hay mejor escuela que aquella que quiere siempre lo mejor para sus alumnos? ¿Hay mejor escuela que aquella que enseña al que no sabe, que corrige con amor al que se equivoca, que da buenos consejos al que los necesita, que consuela a los tristes, que perdona las injurias y sufre con paciencia los defectos del prójimo, que reza de manera incesante por los niños, por sus familias y por los profesores?

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11.11.21

La Felicidad y el Misterio de la Libertad

 

Continuamos en nuestra tarea de descender a la caverna para tratar de liberar a quienes viven atados con grilletes y oprimidos por la esclavitud del pecado y de la ignorancia, en medio de las tinieblas del este mundo, para anunciarles la Luz que es Cristo; la Luz que nosotros hemos visto, no por nuestros méritos, sino por pura gracia de Dios; Luz de la que nosotros somos testigos y de la que damos fe para gloria de Dios. Y ello, a riesgo de que nos linchen, de que nos calumnien, de que nos desprecien o de que simplemente se rían de nosotros. Pero ¡Ay de mí si no evangelizara!

Sin embargo, predicar la Buena Noticia no es algo de lo que pueda jactarme. Estoy obligado por Dios a hacerlo. ¡Ay de mí si no predicara la Buena Noticia! (1 Cor. 9, 16).

Yo también busco salir de mi propia caverna, de mi ignorancia y de mi pecado… Y es ese esfuerzo incesante el que comparto con ustedes, por si les sirve de algo. A quien da lo que tiene, no se le puede pedir más. Yo sigo leyendo, meditando y buscando la Luz. Y sigo dándole vueltas a los problemas de la felicidad y la libertad del hombre. Y ello porque estimo que no hay mayor pecado que el de la soberbia que esconde la llamada libertad negativa, que es la libertad del Estado de Derecho liberal que padecemos por nuestros muchos pecados. 

Ya sé que estos posts son muy largos (demasiado largos). Pero es que mi entendimiento no da para más y necesito repetirme a mi mismo con insistencia determinadas ideas clave que, cuando las captas, te cambian la vida. Así que discúlpenme pero escribo para entenderme a mí mismo y para entender el mundo. Y nadie está obligado a leerme.

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7.11.21

La Perfección Cristiana

–Y si en su vida anterior hubiese habido honores, alabanzas, recompensas públicas establecidas entre ellos para aquel que observase mejor las sombras a su paso, que recordase mejor en qué orden acostumbran a precederse, a seguirse o a aparecer juntas y que por ello fuese el más hábil en pronosticar su aparición, ¿crees que el hombre de que hablamos sentiría nostalgia de estas distinciones, y envidiaría a los más señalados por sus honores o autoridad entre sus compañeros de cautiverio? ¿No crees más bien que será como el héroe de Homero y preferirá mil veces no ser más «que un mozo de labranza al servicio de un pobre campesino» y sufrir todos los males posibles antes que volver a su primera ilusión y vivir como vivía?
–No dudo que estaría dispuesto a sufrirlo todo antes que vivir como anteriormente.
–Imagina ahora que este hombre vuelva a la caverna y se siente en su antiguo lugar. ¿No se le quedarían los ojos como cegados por este paso súbito a la obscuridad?
–Sí, no hay duda.
–Y si, mientras su vista aún está confusa, antes de que sus ojos se hayan acomodado de nuevo a la obscuridad, tuviese que dar su opinión sobre estas sombras y discutir sobre ellas con sus compañeros que no han abandonado el cautiverio, ¿no les daría que reír? ¿No dirán que por haber subido al exterior ha perdido la vista y no vale la pena intentar la ascensión? Y si alguien intentase desatarlos y llevarlos allí, ¿no lo matarían, si pudiesen cogerlo y matarlo?
–Es muy probable

La actualidad del Mito de la Caverna de Platón resulta sorprendente. Realmente había semillas de verdad en la filosofía griega, que apuntaba ya, sin conocerlo, a la Luz verdadera, que es Dios: “en los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que percibimos con dificultad, pero que no podemos contemplar sin concluir que ella es la causa de todo lo bello y bueno que existe.”

Pero si alguien intenta desatar a los que viven atados en la caverna y llevarlos a la Verdad, ¿no intentarán, si pudieran, cogerlo y matarlo? Lo mismo hicieron siempre los hipócritas impíos con los profetas:

“¿A cuál de los profetas no maltrataron los antepasados de ustedes? Ellos mataron a quienes habían hablado de la venida de aquel que es justo, y ahora que este justo ya ha venido, ustedes lo traicionaron y lo mataron.” (Hechos 7, 52).

“Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación.” (Lc. 11, 49-52)

A todos se nos pedirá cuentas por nuestros actos y a cada uno se le dará lo que merezca.

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos y decís: “Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!”  Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo vais a escapar a la condenación de la gehenna?” (Mateo 23, 29-33).

El mundo está como está porque los hombres se han apartado de Dios y viven como si Dios no existiera. Y esto tiene consecuencias: la primera, que han perdido el sentido de la vida, que nadie sabe qué pintamos aquí; que nadie sabe de dónde venimos ni a donde vamos. Sin Dios, nada tiene sentido y esta vida es un absurdo insufrible. El sufrimiento y el dolor no nos dejan en paz y solo la borrachera de un hedonismo desenfrenado es capaz de anestesiar por momentos el sufrimiento del hombre.

Sin Dios, la vida es un infierno.

Comparto de nuevo con ustedes mis lecturas y mi recopilación personal de aquello que a mí me sirve para entender cada día mejor la fe y crecer como cristiano. Si a alguien le aporta algo, fenomenal. A mí, desde luego que me ayuda a comprender y a comprenderme. Y así voy saliendo, poco a poco, y de manera muy penosa, de mi propia caverna.

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4.11.21

Filosofía Moderna y Doctrina Católica

Les dejo aquí aquello que en estos días me ha ocupado intelectualmente. Toda la vida tiene uno que seguir formándose y aprendiendo. Todos somos ignorantes y vivimos cómodamente en la caverna, atados a nuestra comodidad, dando por hecho que lo sabemos todo y que no necesitamos aprender más. Pero no es así. Siempre hay cosas nuevas que Dios, en su Divina Providencia, te va haciendo comprender poco a poco, según el Señor lo va estimando oportuno. Nada de lo que sigue es mío. Es lo que he ido leyendo y tratando de entender últimamente - en la medida en que mi razón me lo va permitiendo por la gracia de Dios. La mayoría de lo que viene a continuación está tomado del libro de Antonio Royo Marín, O. P. titulado Dios y su obra. Pero también hay fragmentos tomados de artículos del P. Iraburu y de otras fuentes. Como no se trata de un trabajo académico, sino más bien de unos apuntes personales, no voy a llenar el texto de citas ni de bibliografía. Tal vez resulte un tanto deslavazado o pueda dar una sensación caótica pero, para mí, hay una unidad de fondo: Dios gobierna el universo y nuestras vidas según su divina providencia… Nuestra vida está en sus manos… Necesitamos la gracia de Dios para alcanzar el fin que nos es propio, que es el cielo, es decir, Dios mismo.

Este es un texto que, en definitiva, recoge enseñanzas de maestros importantes sobre temas filosóficos y teológicos que me interesan. Y me gusta tener todo esto junto, a modo de recopilación, que me permita volver sobre estos temas cuando me haga falta. 


La tradición kantiana y su visión antropológica de la persona y la visión cristiana del hombre son absolutamente incompatibles. No hay posibilidad de síntesis entre dos concepciones radicalmente opuestas del hombre: son como el agua y el aceite. Todo intento de llegar a una síntesis entre la doctrina católica y las novedades de la filosofía moderna resultará baldía y estéril y será una pérdida de tiempo.

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31.10.21

Liderazgo

“Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo.” Mateo 20, 25-27

Según la Real Academia de la Lengua, una de las pocas instituciones españolas que aún no han podido corromper del todo los impíos inclusivos, el “líder”es la persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad. Este término sirve para designar igualmente a un rey, al presidente de un gobierno, al director de una empresa o al entrenador (o incluso al capitán) de un equipo de fútbol.

Los obispos de la Iglesia serían también líderes, pues tienen la obligación de conducir a un grupo, a una colectividad: en este caso, tienen que llevar al conjunto de los fieles bautizados y a los no bautizados a Cristo. Por lo tanto, la responsabilidad del obispo es enorme porque de él depende que la grey de su rebaño discurra por el camino angosto y lleno de peligros que conduce al cielo y no por la senda ancha y espaciosa que termina en el Infierno.

Cuando uno guglea el término “líder”, aparecen infinidad de enlaces. No hay escuela de negocios, curso de directivos, máster de dirección y gestión o, incluso, manual de autoayuda y desarrollo personal que no se zambulla en las atractivas aguas del liderazgo.

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