Las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique, yo y mis circunstancias

La primera obra maestra del literatura española tiene a Jorge Manrique como autor. Se trata de las Coplas a la muerte de su padre

Esta obra no solo es una magnífica elegía por la muerte del Maestre don Rodrigo Manrique: es un verdadero compendio de la filosofía, de la cosmovisión y la antropología cristianas.

Algunos se empeñan en ver en esta obra maestra un anticipo del antropocentrismo renacentista. Nada más falso. Nada de antropocentrismo ni de humanismo: es teocentrimo, es Cristiandad pura y dura. 

Si pinchan el enlace que les dejo aquí debajo, podrán disfrutar de las inmortales coplas de Manrique. No tienen desperdicio. Son magistrales en la forma y en el fondo. Es una obra maestra que jamás pasará de moda porque habla del sentido de la vida y de la muerte; habla de Dios y habla de nosotros mismos. 

Con que lean las Coplas, me daría por satisfecho. El resto es mi glosa personal a partir del poema manriqueño. Esa parte es innecesaria. Esa glosa es la reflexión que a mí me suscitan las Coplas en mi tiempo y en mis circunstancias. Si algo bueno les aporta, fenomenal. Pero lo importante es leer las Coplas de don Jorge Manrique. Disfrúten de ellas. Pinchen el enlace:

Coplas a la muerte de su padre


Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

¡Despierta! ¡Espabila!

La vida pasa deprisa y la muerte llega cuando menos te lo esperes. Lo bueno pasa muy rápido y siempre parece que lo que pasó es mejor que lo que vivimos en el presente o lo que nos quede por pasar. Que nadie se engañe: si tenemos la sensación de que los años que hemos vivido han pasado muy deprisa, caigamos en la cuenta de que lo que nos quede por vivir pasará igual de rápido. El tiempo pasa volando. Tempus fugit.

Todos vamos a morir: da igual lo que seamos. La muerte llega igual para el mendigo que para el rey; para el albañil y para el doctor; para el Papa y para el ateo. Todos vamos a morir. Y muchos son tan necios que se creen inmortales, como si fueran dioses, como si no fueran a morir nunca.

¿Cómo se explica, si no, la vida depravada que llevan tantos? ¿Cómo se entiende la vida del sacerdote homosexual que vive con su pareja haciendo vida «marital» con él? ¿Cómo se entiende, si no, el silencio de tantos obispos ante las herejías que deberían combatir hasta con su propia sangre? ¿Cómo se puede entender la idolatría de la Pachamama en el Vaticano? Solo se puede entender tanta maldad desde la falta de fe. No creen que haya juicio después de la muerte. No creen en Dios. Creen que no hay nada después de la muerte. O creen que, de haber algo, será una salvación universal de un Dios injusto que salva lo mismo al justo que al pecador.

Pero la muerte nos hace a todos iguales. Y lo importante es morir en gracia de Dios. Porque, según nuestra fe, hay cielo para los justos e infierno, para los malvados, para los réprobos, para los impíos y fornicarios; para los opresores, los explotadores, los codiciosos y los adúlteros. Por eso conviene vivir como si fuéramos a morir mañana mismo. Conviene vivir de tal manera que podamos comulgar cada día en gracia de Dios. Porque lo que nos separa del Cielo es el canto de una Hostia o la puerta de un sagrario.

Este mundo es el camino hacia el otro, que es morada sin pesar: el cielo. Desde que nacemos comenzamos ese camino. Y mientras vivimos, caminamos hacia Dios por este valle de lágrimas. Vivimos en este mundo como desterrados de nuestra Patria verdadera, que es el cielo, que es Dios mismo. Porque Dios nos creó para sí y nuestra alma no descansará hasta volver a su Creador. Pero hay que tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Porque es fácil equivocar el camino y perderse. ¡Cuánta gente hay perdida o echada a perder!

Esta vida es como la Odisea. Todos somos Ulises. Todos regresamos penosamente a la Patria. Y por el camino tenemos que luchar contra los cíclopes monstruosos de las ideologías blasfemas; resistir los cantos de sirena de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que bajo apariencia de bien, no esconden sino aborto, eutanasia, ideología de género, homosexualismo político; maltusianismo so capa de cambio climático, disfrazado de ecología sostenible y resiliente; y resistirse a las Circes que nos quieren hechizar para que olvidemos nuestra Patria verdadera, encantándonos con sus banquetes y sus placeres envenenados, para someternos y convertirnos en los cerdos de la piara del hedonismo de Epicuro (de estos cerdos está el mundo lleno).

¿Por qué nos perdemos? Porque nuestra naturaleza está herida por el pecado original. Todos queremos ser felices. Todos. Pero nuestro entendimiento caído nos hace creer que la felicidad está donde no está: creemos que la felicidad está en el dinero, el lujo, el placer, el sexo, las drogas; el poder, el prestigio… Y ¡cuántas personas siguen ese camino y acaban suicidándose o muriéndose de asco viviendo de manera miserable como desgraciados o, peor aún, como verdaderos desalmados! ¡Cuántos poderosos, cuántos artistas famosos, cuántas personas conocidas y envidiadas por todos los necios que en el mundo han sido han acabado sus vidas de manera trágica: sobredosis, enfermedades contraídas por su mala vida, suicidios… Acordémonos de Marilyn, de Amy Winehouse, de tantos cantantes, actores, actrices,… Recordemos la muerte trágica de la Princesa Diana de Gales… ¡Cuántas vidas tan envidiadas como desgraciadas!

Y sin ir al mundo de los famosos… ¡Cuántas familias se han roto y cuántas vidas destrozadas por la infidelidad conyugal! ¡Cuántos niños ven sus vidas destrozadas por la canita al aire de su padre o de su madre! «Es que tengo derecho a ser feliz», dice en adúltero. «Es que se acabó el amor y me enamoré de otra!». ¡Farsantes y mentirosos! El amor no se acaba nunca. Y el juramento que se da a la esposa hay que cumplirlo hasta la muerte. No hay excusas. Es una cuestión de amor y de honor.

Los placeres de este mundo carecen de consistencia. Tienen fecha de caducidad. Esta vida sería buen si viviéramos como Dios manda. Nadie nos ha dado permiso para pecar. Esta vida es el camino para ir al Cielo. Y debemos vivir buscando y cumpliendo la voluntad de Dios y cumpliendo sus mandamientos. En esta vida todo es bueno en tanto en cuanto contribuya a dar gloria a Dios y a salvar nuestra alma. Y todo es malo, en tanto en cuanto nos lleva a la perdición. He ahí un criterio de discernimiento infalible. Lo que vas a hacer, ¿da gloria a Dios? Adelante. ¿Es pecado? Pues no lo hagas. Todo el mundo puede cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios porque Dios da la gracia suficiente para que todos nos podamos salvar. Ningún mandamiento es imposible de cumplir para el hombre.

Pero los títulos nobiliarios, los honores académicos, los cargos, los puestos de trabajo de nombre interminable en la tarjeta de visita… Todo eso es vanidad de vanidades: todo vanidad. Lo único importante es Dios. Y para servir a Dios, para ser santo, lo único que necesitas es convertirte, confesarte; y vivir con humildad y caridad. No eres más que nadie ni mejor que nadie; ni más listo ni más sabio ni más santo que nadie. Y si lo eres no es por mérito propio, sino por gracia de Dios. Todo lo que tienes es gracias a Dios: todo. Nada es mérito tuyo. Nada tendrías si Dios no te lo hubiera dado. Todo lo bueno es gracia de Dios. Y todo lo malo es culpa de nuestros pecados.

La vida perdurable no se gana con los cargos, con los títulos o con el relumbrón social y mediático. La vida eterna no se alcanza con los lujos, los coches, las mansiones o los trajes caros. Humildad y caridad: ese es el camino angosto que hemos de recorrer con la gracia de Dios. La santidad es lo único importante y el cielo nuestro fin último.

Pero hoy vivimos en un estercolero moral, rodeados, agobiados por tanto pecado. El hombre sin Dios es un demonio infecto. Esto es Sodoma, Gomorra, Nínive y Babilonia: todo junto elevado al cubo. Porque el hombre moderno se ha apartado de Dios y vive como si Dios no existiera. El hombre se cree dios. Cree que puede autodeterminarse de Dios, como si el barro pudiera moldearse a sí mismo al margen del Alfarero. Cree el hombre moderno que su voluntad es ley; que su voluntad lo puede todo, por encima de lo que diga la razón, la lógica o la ciencia. El hombre moderno sin Dios cree que cada cual se crea a sí mismo y que puede construir su propio mundo a su medida. Y ese hombre enemigo de Dios lo que crea es un infierno, cruel, inhumano e insufrible. El hombre autodeterminado liberal reza el anti-Padre Nuestro: hágase mi voluntad y no la Tuya.

Por eso no queda otra que aceptar vivir como un apestado y gritar día y noche «¡Conversión y penitencia! ¡Volved a Dios!».

Y que Dios me conceda no apartarme de Él ni un milímetro. Aborrecezcamos el pecado por pequeño que sea.

Yo no pertenezco a este mundo, que es el Reino de Satanás, ni a la iglesia del Anticristo. En medio de este mundo orgulloso de sus pecados, que se levanta insolente contra Dios; en medio del combate contra la iglesia del Anticristo que se rebela contra el Señor y vomita cada día sus blasfemias y herejías, yo no quiero nada más que ser de Cristo y de su Santa Iglesia, que subsiste en la persecución y en la tribulación.

Soy un pecador pero no quiero serlo. Porque yo te amo, Señor. Soy un miserable pero te amo. Hazme Tú tan santo como quieras que sea, porque yo sin ti no puedo nada.

Dios no pone deseos irrealizables en nuestro corazón; al contrario, nos hace desear todo aquello que nos quiere dar.

Dios perdone mis pecados, no por mis merecimientos, sino por su sola clemencia; y que algún día me lleve a su gloria. Cuanto antes, mejor. Cada día tengo más nostalgia del Cielo. Cada día me siento más extranjero en este mundo.

Y, cuando la muerte llegue a llamar a nuestra puerta, Dios nos coja confesados. Que el Señor nos conceda la gracia de la perseverancia final. Y que podamos morir como el Maestre don Rodrigo: en nuestra cama, con todos los sentidos conservados, plena consciencia y rodeados de nuestros seres queridos. Porque querer hombre vivir, cuando Dios quiere que muera, es locura.

No me resisto a reproducir el final de las Coplas, que recoge el ideal de la muerte de un cristiano. 

«No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo.
Y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura.»

Tú que por nuestra maldad
tomaste forma servil
y bajo nombre;
Tú que en tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
Tú que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia,
me perdona.

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
Y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio,
el cual la ponga en el cielo
y en su gloria,
y aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.

Que mi voluntad esté siempre conforme con la divina en todo. 

O como escribió Santa Teresa de Jesús:

Porque todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya y desasirnos de las criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho que importa, no digo más en ello; sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este servicio a su eterno Padre: porque nos disponemos para que, con mucha brevedad, nos veamos acabado de andar el camino… 
 
Y en esto -como ya tengo escrito- ninguna cosa hacemos de nuestra parte, ni trabajamos, ni negociamos, ni es menester más -porque todo lo demás estorba e impide- de decir fiat voluntatis tua: cúmplase, Señor en mi vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiereis; si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, pues vuestro Hijo dio en nombre de todos esta mi voluntad, no es razón falte por mi parte; sino que me hagáis Vos merced de darme vuestro reino para que yo lo pueda hacer, pues él me lo pidió , y disponed en mi como en cosa vuestra conforme a vuestra voluntad.

Amén.


Tópicos literario de las Coplas

Tempus fugit: (El tiempo pasa irremediablemente) Se trata de un tópico muy dramático que nos advierte de que la condición humana está limitada por el paso del tiempo de manera inevitable. En las Coplas por la muerte de su padre lo podemos encontrar en la primera parte de las coplas, es decir, de la copla I a la XIV.

Homo viator: (La vida como camino) Carácter itinerante de la vida del ser humano. Considera la existencia como camino, como peregrinación hacia el cielo. Se encuentra en la copla quinta de las Coplas por la muerte de su padre.

Vita flumen: Una metáfora de la vida como un río que desemboca en el mar, que es la muerte. Este tópico se ve reflejado perfectamente en la copla 3 en las Coplas por la muerte de su padre.

Ubi sunt?: (¿Dónde están?¿qué fue de los personajes envidiados y conocidos por todos, ricos y famosos, que murieron, algunos trágicamente?) Este tópico hace referencia a la fugacidad de las glorias mundanas, de los elementos del mundo terrenal y sensorial. Se observa en las coplas 16 y 17 y, en general, en toda las segunda parte de las Coplas.

Vanitas vanitatum: (La vanidad de las cosas mundanas) Habla del carácter engañoso de las apariencias y que el hombre se mueve muchas veces por ellas sin tener en cuenta que es un ser condenado a morir sin remedio. De acuerdo con ello, la vida terrenal se entiende a la manera bíblica, como «vanidad de vanidades». En las Coplas, el mundo, con todo su aparato de riquezas, honores y privilegios queda menospreciado.

Memento mori: recuerda que has de morir.

Fortuna mutabile: la diosa Fortuna es caprichosa y mueve su rueda sin cesar, de tal modo que hoy puedes estar en lo más alto y mañana caer en lo más bajo.

El poder igualatorio de la muerte: da igual el Papa que el labriego, el rico que el pobre. Al final la muerte nos hace a todos iguales. Este tópico se remonta a la Roma clásica y al poeta Horacio que, en una de sus sentencias, declaraba: Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas regumque turres: La pálida muerte hiere con pie igual las chozas de los pobres y los palacios de los reyes.

Contemptus mundi: menosprecio del mundo. El mundo solo es una valle de lágrimas y de dolor.

6 comentarios

  
Ricardo
MARAVILLOSO. Me inclino reverente ante un artículo así que dice la verdad y nada más que la verdad. Irrefutable. Lo voy a compartir con mucha gente. Me ha alegrado el día. Que Dios le bendiga 🙏
26/02/23 3:39 PM
  
Chico
Pero lo bueno es que la vida u la muerde heroica de Jorge Manrique dan valor supremo a sus Coplas porque murió escalando en combate para conquistar un castillo a los motos. Una piedra le rompió el cráneo. Era un guerrero poeta o poeta guerrero y no un cantamañanas sentimentalote o lacrimal
27/02/23 3:57 AM
  
Fvl
D. Pedro, cada día se supera en la observación de este maléfico mundo y su claridad adonde desemboca esta vida efímera. Dios le bendiga.
27/02/23 8:56 AM
  
Emilio
Verdades guardadas cual gemas deslumbrantes en cofres de fina orfebrería literaria adornada con bellos versos de ritmo y rima impecablemente construidos: pura delicia para los sentidos y para el espíritu. Gracias
27/02/23 12:20 PM
  
Angeles Wernicke
Mil gracias, Sr. Llera, por traernos estas maravillas de la literatura española...! Ya disfrutè con el Poema del Mio Cid, que amè siempre, ahora este otro, que es una perfecta homilìa...!
27/02/23 1:01 PM
  
hornero (Argentina)
Sucede que entre los años de Jorge Manrique y 1917 de Fátima media un espacio de tiempo en el que la Virgen irrumpe a cargo de la Misión encomendada por Cristo de llevar al triunfo Su Corazón Inmaculado en el mundo.

Es ésta una Revelación que Dios hace por Mediación de María a fin de reconfortar a la Iglesia, a la cristiandad y a la humanidad, que yacen en el desaliento ante tantos horrores pasados y presentes.

María inaugura un “tiempo nuevo” por el que prepara el Camino a la Venida de Su Hijo, conforme Ella lo afirma en sus actuales Mensajes.

Es por tanto el nuestro un tiempo de Esperanza. Por una parte en el derrumbe evidente de la moderna Babilonia, y por otra, en el advenimiento de “un mundo que debe ser edificado desde sus fundamentos” (Pío XII); en la instauración de la Civilización del Amor (S. Pablo VI); en el “Cruzar el umbral de la Esperanza” (S.J.P.II).

“Ha venido el Día ¿Y no lo ven? Ha venido la Misericordia ¿Y no la aceptan?” (Mens de Jesús en S. Nicolás).

Es verdad que el mundo rechaza la Misión de María, porque le está asestando golpes mortales. La devoción creciente de tantos hijos, las claridades invisibles que están despertando a la Iglesia; el fracaso de los planes de las logias que no logran apoderarse de modo definitivo del poder mundial (NOM), puesto que avanzan en dirección a la hecatombe por la guerra nuclear. Las horas abrevian sus perspectivas.

Por otra parte, el orgullo impide que la humanidad advierta el fracaso de su “progreso” , bienestar y consumismo, de su condición de “primer mundo”, transformado en un chiquero de depravaciones. Es realmente para largar los brazos.

Pero María, la Mujer Vestida de Sol, lleva adelanta su Misión victoriosa. Nos convoca a trabajar en Su Causa. No hay tiempo para la incertidumbre. La tarea es inmensa en el orden de la inteligencia y de la voluntad. El cosmos espera de la cristiandad la señal que lo dispondrá a “participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios” (Rom 8)..

27/02/23 3:24 PM

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