El Bien Común y la Política


1.- ¿Qué pasa, si no hay Dios?

Para Dostoievski, si no hay Dios, no hay hombre.

Si no hay Dios, automáticamente la humanidad queda dividida en dos clases, los hombres extraordinarios y los hombres ordinarios. El hombre extraordinario o superhombre toma el lugar de Dios y se dedica a organizar arbitraria y despóticamente la sociedad con el pretexto de atenerse a la razón o a la ciencia, para hacer felices a los hombres. Pero su acción será nefasta y destructora porque le quita al hombre (ordinario) su libertad y su conciencia y porque la libertad absoluta que se arroga el superhombre (todo le está permitido) será necesariamente una libertad para el mal, porque la virtud sin Cristo es imposible.

La salvación no puede venir del superhombre (el hombre Dios) ni del Leviatán (el dios Estado). Sólo puede venir del Dios hombre, Cristo. No hay salvación fuera de Cristo

2.- La libertad humana

La libertad del hombre ¿es absoluta o condicionada? ¿es una libertad contra la ley y contra Dios o para la ley y para Dios? La libertad incondicionada conduce a la negación de la libertad y del hombre; conduce al superhombre nietzscheano. Pero el superhombre libertino, más allá del bien y del mal, se destruye a sí mismo. El hombre, mientras lo es, mientras conserva un resto de humanidad y de conciencia, no puede soportar la brutal ideología del superhombre que avanza por encima de cadáveres. El superhombre acaba destruyéndose a sí mismo porque el pecado es oscuridad, tinieblas, alejamiento y enemistad con Dios. El hombre autodeterminado y autónomo es luciferino: enemigo de Dios, a quien aborrece. El malvado se esconde de Dios porque sabe que sus obras son malas y se avergüenza. Y mientras tanto, trama contra el justo, porque las obras del justo dejan en evidencia aún más su maldad.

Cuanto más sometido a Dios está el hombre, más libre esIncluso podemos decir que el único modo que tiene el hombre de conquistar su libertad es el de obedecer a Dios. Dios es nuestro creador, es Él quien en todo momento nos mantiene en la existencia como seres libres. Él es el origen de nuestra libertad y, cuanto más dependemos de Dios, más brota esta libertad. Depender de un ser humano puede ser una limitación, pero no lo es depender de Dios, pues en Él no hay límites: es infinito. La única cosa que Dios nos «prohíbe» es lo que nos impide ser libres, lo que impide nuestra realización como personas capaces de amar y de ser amadas libremente y de encontrar nuestra felicidad en el amor. El único límite que Dios nos impone es nuestra condición de criaturas: no podemos, sin ser desgraciados, hacer de nuestra vida otra cosa distinta de aquello para la que hemos sido creados: recibir y dar amor.

Dios no sólo no suprime la libertad del hombre, sino que es el único que la funda y la hace posible. La heteronomía ahoga la libertad; la autonomía conduce al hombre hasta la divinización de lo arbitrario… Solamente en la aceptación libre de la teonomía encuentra el hombre la verdadera libertad, pues en Dios, el hombre reconoce su Patria y se encuentra a sí mismo.

3.- Tres Concepciones del Hombre

Hay tres concepciones del hombre: la del ateísmo libertino, que pone el ideal humano en el superhombre y da un valor absoluto a la libertad, una libertad más allá del bien y del mal (antropolatría); la del hombre hobbesiano (el hombre es un lobo para el hombre) que pone su ideal en el poder omnímodo del Estado Leviatán, al que el hombre debe someterse completamente, renunciando a su libertad, para evitar la guerra permanente entre individuos y colectivos (estadolatría); y la de la fe cristiana, que pone a Cristo en el centro y da un valor condicionado a la libertad, una libertad para el bien, una libertad para cumplir la voluntad de Dios: su Ley Eterna que no reconoce privilegios ni excepciones. Todos, gobernantes y gobernados, coronados y no coronados, grandes y pequeños, ricos y pobres, dependen igualmente de Dios. De la totalidad de sus derechos de Creador dimana esencialmente su exigencia de una obediencia absoluta por parte de los individuos y de toda la sociedad. Y esta exigencia de una obediencia absoluta se extiende a todas las esferas de la vida, en las que cuestiones de orden moral reclaman la conformidad con la ley divina y, por esto mismo, la armonía de los mudables ordenamientos humanos con el conjunto de los inmutables ordenamientos divinos.

4.- El Bien Común

Así lo define Santo Tomás: el bien común es aquella conveniencia de la naturaleza humana que promueve a los hombres como creaturas racionales y libres en la virtud, los establece como ciudadanos responsables y los conduce como seres creados hacia Dios.

Cuando el hombre, siguiendo la conveniencia de la naturaleza, busca un bien particular, al mismo tiempo contribuye al bien común, por lo que, en estricto sentido, bien particular (cuando es auténticamente bien) y bien común no se contraponen de ningún modo:

Quien busca el bien común de la multitud busca también, como consecuencia, el suyo propio por dos razones. La primera, porque no puede darse el bien propio sin el bien común, sea de la familia, sea de la ciudad, sea de la patria. De ahí que Máximo Valerio dijera de los antiguos romanos que “preferían ser pobres en un imperio rico a ser ricos en un imperio pobre”. Segunda razón: siendo el hombre parte de una casa y de una ciudad, debe buscar lo que es bueno para sí por el prudente cuidado del bien de la colectividad. En efecto, la recta disposición de las partes depende de su relación con el todo, ya que, como escribe San Agustín en el libro de las Confesiones: “es deforme la parte que no está en armonía con el todo”. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q.47, a.10, ad2

Lo que es bueno para el hombre es bueno para el bien común y lo que es bueno para todos, es bueno para el hombre. El bien particular y el bien común no son incompatibles. Sólo el hombre virtuoso puede lograr el establecimiento del bien común en la sociedad a la que pertenece: es imposible alcanzar el bien común de la ciudad si los ciudadanos no son virtuosos. Sólo en la medida en que seamos santos, por la gracia de Dios, cambiaremos el mundo, acabaremos con el pecado y construiremos el Reino de Dios, la Ciudad de Dios, ya en este mundo.

Pero el hombre tiene muchos impedimentos para conseguir su fin, por lo que necesita el auxilio de la gracia de Dios para alcanzar su fin último. Dice Santo Tomás:

“El hombre tiene muchos impedimentos para conseguir su fin. Lo impide la debilidad del entendimiento, que fácilmente se siente arrastrado hacia el error, que lo desvía del camino recto hacia el fin. También las pasiones de la parte sensitiva y los afectos con que le atraen los seres inferiores y sensitivos, los que, mientras más se adhiere a ellos, más lo apartan del último fin. Y estos impedimentos son inferiores al hombre mientras que su fin le es superior. Muchas veces lo impide también la debilidad física, de modo que no puede lograr la ejecución de los actos virtuosos por los que tiende a la bienaventuranza. Luego necesita el auxilio divino para que tales impedimentos no le sean un total obstáculo en cuanto al fin último” (Suma contra los Gentiles, libro III, capítulo 147).

5.- La Felicidad, la Buena Vida y la Política

Todos los hombres apetecen por naturaleza el bien. El fin del hombre es la felicidad. El Doctor Angélico identifica el fin del hombre con una felicidad plena, total e ilimitada, llamada también beatitud, que sólo se logrará después de la muerte. La vida en amistad con Dios es el mismo fin de la vida de todo hombre. El hombre debe obrar bien y vivir bien desde, en y para Dios.

El concepto bien común es perfectamente aplicable tanto a una realidad trascendente como a una realidad inmanente. El camino de perfección del hombre en este mundo en el que peregrina hacia Dios no puede darse sino en sociedad.

El primer principio de la ley natural consiste en hacer el bien y evitar el mal, y de éste derivan todos los demás principios arraigados en las tendencias naturales del hombre. Esta afirmación, de carácter primario, vale para el ámbito moral y político.

Tres son las tendencias básicas de la naturaleza humana según Santo Tomás: la primera consiste en la preservación del propio ser; la segunda es la conservación de la especie por la procreación, la educación de los hijos y otras semejantes; y la tercera es la inclinación de toda naturaleza racional a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad.

El bien común promueve la vida (existir), la conserva (subsistir) y la perfecciona (vida buena), en la medida que su consecución comporta la colaboración del gobierno con los diferentes órdenes sociales para que desarrollen sus propias funciones y, así, alcancen sus fines particulares.

Un gobernante es legítimo cuando procura el bien común, es decir, cuando proporciona todo lo necesario a la buena vida de la ciudad. Corresponde a la ley ordenar al bien común, evitando la injusticia.

Dice Santo Tomás que para que un hombre sea de buena vida y costumbres necesita de dos cosas; una que es capital, la virtud que es base de la buena vida; y otra que es secundaria e instrumental: una cantidad suficiente de bienes materiales que se necesitan para el ejercicio práctico de la virtud y que permita satisfacer las necesidades básicas de la sociedad humana: un trabajo decente, un sueldo digno y suficiente para sostener a la familia, alimentación, vivienda, educación, atención sanitaria…

4.- Bien Común Inmanente y Transcendente

El gobernante ha de procurar la justicia por medio de las leyes y preceptos, las penas y los premios, que deben perseguir el propósito de apartar de la maldad a los ciudadanos y moverlos a la virtud. Dicho en otros términos: las leyes humanas han de promover la justicia y, por el ejemplo de ésta, mover prudentemente a los hombres a la vida virtuosa. La justicia política es causa ejemplar de la vida virtuosa, pues procura y premia la vida buena y castiga y corrige el vicio y la maldad.

La política no tiene una misión sobrenatural. El bien común político es inmanente, pero no puede quedar cerrado al bien común trascendente que es Dios. Por el contrario, un bien común exclusivamente inmanente no sería bien. Santo Tomás lo ha dicho claramente: «Porque la vida buena que en este siglo hacemos, tiene por fin la bienaventuranza celestial, le toca al oficio del Rey procurar la vida buena de sus súbditos por los medios que más convengan, para que alcancen la celestial bienaventuranza». Si el fin último y supremo al que se ordena toda la vida humana es la visión beatífica de Dios una vez pasemos de la existencia temporal, la comunidad política subsidiariamente colabora con la Iglesia a ello. Una comunidad política fundada en el bien común supone una ayuda inestimable para la virtud de cara a la bienaventuranza celestial. El fin de la política es la felicidad de los ciudadanos en este mundo para que pueda llegar al cielo al final de su camino en este mundo.

El bien común último es Dios. Si nos alejamos de Dios, nos alejamos de nuestro bien y de nuestra felicidad. Y las sombras del pecado nos sumirán en la desesperación y en el nihilismo. Una vida sin Dios acaba siendo un infierno. Una sociedad sin Dios nos trae a la memoria los tiempos de Noé:

Viendo Yahvé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y cómo todos sus pensamientos y deseos de su corazón sólo y siempre tendían al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra, doliéndose grandemente en su corazón. (Génesis 6, 5-6).

Una sociedad sin Dios es un infierno. Y el Corazón de Jesús sigue sufriendo la maldad y la ingratitud de tanto pecado, tanto mal, tanto dolor, tanta muerte…

La caridad es el bien común al que aspiramos. Por eso, todo pecado atenta no solo contra la salvación del pecador, sino también contra el bien común de la sociedad, sea esta la familia, la escuela, el trabajo, la región o la patria. Todas las leyes han de pasar por el tamiz de su adecuación con la ley de eterna y universal de la caridad. Cualquier ley que atente contra Dios, contra la única religión verdadera; cualquier tipo de idolatría, nos aparta del bien común. Y toda ley que atente contra la dignidad del hombre y de la Creación atenta contra el bien común.

Así lo expresaba Pío XI:

Es una nefasta característica del tiempo presente querer desgajar no solamente la doctrina moral, sino los mismos fundamentos del derecho y de su aplicación, de la verdadera fe en Dios y de las normas de la relación divina. Fíjase aquí nuestro pensamiento en lo que se suele llamar derecho natural, impreso por el dedo mismo del Creador en las tablas del corazón humano (cf. Rom. 2,14-15), y que la sana razón humana no obscurecida por pecados y pasiones es capaz de descubrir. A la luz de las normas de este derecho natural puede ser valorado todo derecho positivo, cualquiera que sea el legislador, en su contenido ético y, consiguientemente, en la legitimidad del mandato y en la obligación que implica de cumplirlo. Las leyes humanas, que están en oposición insoluble con el derecho natural, adolecen de un vicio original, que no puede subsanarse ni con las opresiones ni con el aparato de la fuerza externa.

5.- El Principio de subsidiariedad

El Catecismo de la Iglesia Católica cita a Pío XI para explicar el principio de subsidiariedad:

1883 “La socialización presenta también peligros. Una intervención demasiado fuerte del Estado puede amenazar la libertad y la iniciativa personales. La doctrina de la Iglesia ha elaborado el principio llamado de subsidiariedad. Según éste, “una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común” (CA 48; Pío XI, enc. Quadragesimo anno).

La comunidad política es comunidad de comunidades; se asienta en la vocación social y política de los hombres y en el entramado de comunidades naturales e históricas, universales y peculiares, en las que comienza la vida buena en las virtudes y sanas costumbres. La pluralidad de sociedades integradas en la comunidad política tiene su origen ya en la naturaleza misma (la familia, la ciudad, las estirpes, los gremios). El bien del todo (el bien común) se afirma como el mejor bien de cada una de las partes o sociedades inferiores (los bienes particulares). Esto es, el orden político recto afirma la competencia de cada uno de sus miembros, individuales o sociales, para perseguir sus fines y, desde cada fin particular, contribuir al bien común, pues toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos.

6.- Conclusión

Imponer leyes injustas, sea con la supuesta legitimidad que dan las urnas, sea por el abuso de la fuerza del Estado, va contra el bien común, porque el mal es mal lo diga quien lo diga. Fomentar el abandono de la Ley Eterna es un atentado criminal contra el porvenir del pueblo. Por ello, cualquier gobierno y cualquier sistema político (democracia o dictadura, monarquía o república) que atente con sus leyes contra la vida, contra la familia, contra la educación de los hijos según la ley de Dios y contra la paz y el bienestar de la sociedad será siempre un régimen tiránico, dañino para el hombre y aborrecido por Dios. El bien común ha de procurar que el hombre pueda vivir una vida buena y virtuosa y deber procurar a cada familia los bienes materiales necesarios para poder vivir con dignidad y educar a los hijos decentemente. La gloria de Dios es el bien del hombre, de todo hombre.

Un sistema que asesine o que encarcele o haga desaparecer injustamente a los disidentes no es decente ni justo ni querido por Dios.

Un sistema que condena a muerte a los niños no deseados antes de que nazcan no es un régimen decente ni querido por Dios.

Un sistema que legisla a favor de la manipulación de embriones humanos y que permite el uso industrial de los fetos de niños abortados para la producción de productos cosméticos o farmacéuticos no es un régimen decente ni querido por Dios.

Un sistema que aparta al hombre de Dios y promueve el vicio y la depravación y se burla de la virtud y de la piedad no es un régimen decente ni querido por Dios.

Un sistema que desprecia la familia y que procura su destrucción mediante leyes que desnaturalizan el matrimonio y que fomentan el divorcio, la promiscuidad y las rupturas no es un régimen decente ni querido por Dios.

Un sistema que legisla un sistema educativo que aparta a los niños de la virtud y de Dios y procura adoctrinarlos en la bondad del pecado y la depravación y en ideologías ateas e impías no es un régimen decente ni querido por Dios.

Un sistema que no garantiza que cada familia pueda vivir y educar a sus hijos en un hogar digno y que la familia pueda ganarse decentemente su sustento mediante un trabajo digno no es un régimen decente ni querido por Dios.

Un sistema que no garantiza una vida digna a los ancianos y a los enfermos en el seno de sus propias familias y que favorece su abandono en residencias o su condena al suicidio o a la eutanasia no es un régimen decente ni querido por Dios.

Un sistema que legisla excluyendo a Dios y contra Dios no es un régimen decente ni querido por Dios.

Un sistema que fundamenta sus leyes y su moral en la opinión de las mayorías y no en la Ley eterna e inmutable y universal de Dios no será nunca un régimen decente ni querido por Dios.

Un sistema que impone despótica y arbitrariamente sus leyes desde la voluntad omnímoda de un partido o de un líder carismático no puede ser nunca un régimen decente ni querido por Dios. Las desapariciones, las torturas o los asesinatos; el terrorismo de Estado o el terrorismo como medio político no es decente ni querido por Dios.

El laicismo, las filosofías y las ideologías modernas quieren edificar una sociedad sin Cristo y establecer la justicia sobre la base de la sola razón o de la ciencia o de los intereses de unas clases contra otras o de las mujeres contra los hombres o de la Naturaleza contra el hombre… Piensan edificar bien y ofrecen la felicidad en este mundo pero, al prescindir de Cristo, acaban anegando el mundo en sangre… Una sociedad sin Dios, una sociedad impía y blasfema, es una sociedad donde reina el pecado y con él, el sufrimiento, el dolor y la muerte. Cuando Cristo murió en la cruz, las tinieblas cubrieron la tierra. Una sociedad sin Dios se vuelve inhumana, cruel, despiadada y asesina. Una sociedad como la actual cuyo entendimiento no es capaz de distinguir el bien que debe hacerse del mal que debe evitarse es una sociedad degenerada y corrupta. Lejos de Dios, todo se oscurece: también la inteligencia.

Las enfermedades de nuestro tiempo son la ignorancia y la soberbia que han llevado al hombre a romper con Dios y a creerse él mimo un dios todopoderoso. De ahí que el abandono de la fe vaya parejo con el abandono de las verdades en el mundo y a la pérdida de la razón. Vivimos en un mundo enloquecido, desquiciado, delirante y paranoico. Si no hay Dios, no hay hombre, no hay dignidad; la vida no tendría sentido. Si no hay Dios, nos queda el infierno. Donde no está Dios, no hay otra cosa que maldad y pecado.

No acepto ninguna ideología. No acepto ningún sistema político que prescinda de Dios como Rey y Señor. El hombre sin Dios es un hijo de la ira; la sociedad sin Dios, un infierno. Nada sin Dios.

 

13 comentarios

  
hornero (Argentina)
Don Pedro, no quiero salir de esta cuestión tan grave y bien planteada por usted. El bien común está amenazado en los altos niveles de la Iglesia.

Creo ofrecer a los estudiosos del Tercer Secreto de Fátima, dado a conocer en el año dos mil, una información de gran importancia, en lo que respecta a la figura del Papa.

En el Diario de León Bloy, “El Peregrino de lo Absoluto – 1910-1912”, escribe León Bloy el 25 de noviembre de 1911: “De mi amigo el Abate Pient Cornau: ¿Le he contado a usted un impresionante hecho referente a Pío X? No hace mucho el Papa recibió en audiencia privada a Mons. Gazet, jesuita, vicario apostólico en Madagascar. Hablaban de los tiempos terribles que atravesamos. De pronto Pío X pareció hundirse en un abismo de tristeza e inclinó profundamente su cabeza, casi hasta las rodillas, guardando silencio. Entonces, Mons. Gazet le preguntó respetuosamente el motivo de esa abrumadora pesadumbre, y el Papa alzando la frente le respondió: -Hijo mío, lo que veo es pavoroso, No sé si seré yo mismo o mi sucesor, pero lo seguro es que el Papa abandonará a Roma, y para salir del Vaticano deberá pasar sobre los cadáveres de sus sacerdotes…
Esto le ha sido referido a una persona veraz, a quien conozco muy bien, por un barrnabita, el P. Lechien, autor de un libro donde se habla convenientemente de la Salette: France et Papauté.”

En el Informe de la Congreg. Para la Doctrina de la Fe, Sor Lucía identifica categóricamente que el obispo vestido de blanco es el Papa. Por más que se haya interpretado cumplida esta profecía en el atentado del 13 de mayo de 1981 contra J.P. II, queda en pie lo relativo a su partida de Roma, a su salida del Vaticano entre cadáveres de sacerdotes. ¿Falta algo todavía? Lo dejo a los estudiosos.

___________________________________
Pedro L. Llera
Querido amigo:
Claro que el bien común está amenazado por cierta parte de la jerarquía, que ha caído en la herejía modernista. Pero no prevalecerán. Sus leyes y sus normas inicuas son nulas por definición. Todas las leyes y las normas que atentan contra el bien, contra la virtud y contra el culto que le debemos a Dios, Nuestro Señor, no tienen validez alguna. Dios sabrá poner a cada cual en su sitio. Y los idólatras y los apóstatas serán borrados de la faz de la tierra. Dios no deja de cumplir sus promesas y Cristo vive y reina por los siglos de los siglos. Y aunque lo quieran crucificar de nuevo, ya no podrán volver a hacerlo. Cristo Rey vencerá sobre sus enemigos y la Reina del Cielo nos protege de nuestros enemigos y nos ampara en estos tiempos de tribulación.
24/12/21 12:07 AM
  
Francisco de México
Don Pedro:

solo para desearle a usted, a sus alumnos , a los lectores de su blog y a sus respectivas familias una feliz navidad.
____________________________________
Pedro L. Llera
Querido Francisco:
Muchísimas gracias por su felicitación. Yo le deseo igualmente toda clase de bendiciones para usted y para su familia y sus seres queridos.
Un fuerte abrazo desde España.
24/12/21 1:03 AM
  
hornero (Argentina)
Así es, Don Pedro, la crisis de la Iglesia sería terminal si no fuera la Voluntad de Cristo de sostenerla por Mediación de Su Madre.

Por esto adquiere singular significación la visión de Pío X respecto al Papa que abandona Roma y que sale del Vaticano pasando sobre los cadáveres de sus sacerdotes.

¿Qué sucedió? ¿Algún ataque terrorista o faccioso de escala tan grande que no pudo ser contenido, y un gobierno de Roma que no puede ofrecer seguridad al Papa, ni restablecer el orden en el Vaticano? ¿Fue devastado el Vaticano por algún terremoto o explosión? ¿Y, Roma permanece en pie, o también ha sido devastada? Es llamativo que no se mencione a la Administración romana, como si no existiera. Y si Roma hubiera sido devastada ¿qué sucede con Europa? ¿Hubo algo que pudo afectar a sus naciones? ¿Hubo fuego del cielo, o guerra nuclear? El silencio al respecto en la visión de Pío X, permite distintas hipótesis, pero algo muy grave habría de ocurrir. No se dice a dónde se dirige el Papa que abandona Roma, ni el motivo “pavoroso” que lo obliga.

Quedan abiertos estos y otros interrogantes.

Por ello resulta tendenciosa e inadmisible la interpretación simplificadora, carente de objetividad, formulada por el entonces Prefecto Para la Doctrina de la Fe, Card. Ratzinger, cuando sostiene que la visión de Lucía sobre el Papa es convenientemente explicada por el Card. Sodano, Secretario de Estado (Informe del año 2000, pedido por J.P.II.). El atentado del 13 de mayo de 1981 no presenta al Papa conforme a la visión de Lucía del 13 de julio de 1917 en Cova de Iria-Fátima, comunicada por Sor Lucía como Tercera Parte del Secreto, y firmada en Tuy, 3-1-1944:

“atravesó una gran ciudad medio en ruinas, y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba en el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de armas de fuego y flechas; y del mismo modo murieron los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones”

El primer párrafo coincide casi de modo literal con la visión de Pío X.

Por esto, insisto, la amenaza de acontecimientos graves permanece pendiente.


24/12/21 3:45 PM
  
Marta de Jesús
hornero, déjeselo a Dios, dormirá mucho más tranquilo. Mi humilde consejo. Los estudiosos están muy bien. Pero dejemos lo realmente importante a Dios.

Por lo demás, muy interesante artículo, que describe la realidad actual. Como hoy es Nochebuena y mañana Navidad, y por lo tanto volvemos a celebrar el nacimiento de Cristo-Dios, nuestro Redentor, nada de lo que preocuparse. Que haya sitio en nuestra posada. Que lo exterior contamine lo menos posible nuestro interior.

Que Dios nos marque lo que toca cada día y digamos siempre que SÍ.

Feliz Navidad D.Pedro. Feliz Navidad a todos.
24/12/21 3:52 PM
  
hornero (Argentina)
La Navidad nos trae una felicidad que no es de este mundo. El mundo del “hombre viejo del pecado” da paso al mundo del “hombre nuevo” nacido en Cristo por el Bautismo.

El mundo, y digo los cristianos en general, no entienden, ni aceptan, ni menos desean que ”pase la figura de este mundo” (I Cor 7, 31). Se escandalizan de las profecías y de la doctrina de Cristo, que no vino a consolidar el mundo perecedero de la corrupción, sino a transformarlo y restituirlo a su condición original sobre-elevado.

El mundo tiene una historia corta para contar, cuando se considera la Eternidad.

Quienes se abruman porque los anuncios y los signos nos indican que el mundo moderno, sea el primero, segundo o cuarto, tiene los días contados, han tomado este mundo que pasa, como definitivo. En vez de despreciarlo y ansiar el Mundo Nuevo, “la Nueva Jerusalén que baja del Cielo de parte de Dios” (Apocalipsis), se empecinan en no ver. Por eso acallan el triunfo del Corazón Inmaculado de María en el mundo, porque implica la caída de la moderna Babilonia.

Que la alegría de la Navidad aliente nuestra esperanza de ver que se desplome la tiranía diabólica, la que asesina a sus hijos, cambia el sexo, destruye la familia, fabrica prodigios, prepara las armas nucleares, y adormece a los hombres y disminuye en su condición de partícipes del Señorío Soberano de Cristo Rey del Universo.

Estamos llamados, no a llorar por el mundo que se aniquila, del que no quedará ni recuerdo (Apoc.), sino a poner las manos sobre el arado de los “tiempos nuevos de María”, a trabajar bajo la Luz de la Gloria de Cristo que irradia la Aurora de María.




25/12/21 1:49 PM
  
hornero (Argentina)
“No he venido a traer la paz, sino espada….” (Mat 10, 34-39).

He querido cantarlo en la estrofa 215 de mi “Churqui chico”, poema gauchesco (286 estrofas, edición privada, 4 de setiembre 2015):

“Cristo vino a trair
no la paz, sino la guerra.
“¿Qué quiero sino la tierra
encenderla para que arda,
ha de prender aunque tarda,
ha de arder cuando güelva!”.

Los cristianos somos despertados por la Navidad a la certeza de que el mundo en que vivimos, tal como lo conocemos, no es eterno, está bajo la lay de la muerte, como nosotros. De modo que, habiendo cumplido del mejor modo que nos sea posible nuestras obligaciones en defensa del bien común, debemos esperar que sea renovado desde sus cimientos (Púi XII). Es la gran empresa a que estamos llamados a participar.

Los progresos de la ciencia y de la técnica, del arte, de la cultura y de la política, realizados hasta hoy desde las edades remotas, han cumplido el mandato del Génesis; “Comerás el pan con el sudor de tu rostro” (Gén.). No obstante son conquistas míseras, precarias, para solventar la vida de los hombres hasta el término definitivo, cuando Cristo instaure su Reino de Gloria.

Tomar demasiado en serio nuestros trabajos y éxitos, es un error, máxime si nos adherimos a ellos olvidando su condición elemental y provisoria.

Que el Niño recién nacido nos libere de las ataduras al mundo, a fin de que “Cruzando el umbral de la Esperanza” (S.J.P.II), vayamos de las Manos de María a evangelizar a nuestros hermanos y alcanzar su conversión.

Habrá entonces la gran familia de los hijos de Dios. Sólo ella podrá realizar las cosas que las edades esperan, las que son propias del todo, que ninguna de las partes puede realizar por sí sola: convocar "a las creaturas todas a participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios".


25/12/21 4:50 PM
  
hornero (Argentina)
El aporte que he ofrecido en mi comentario anterior del día 24 sobre la visión que tuvo Pío X en 1911 sobre el Papa que abandonaba Roma y salía del Vaticano pasando sobre los cadáveres de sus sacerdotes, coincide estrictamente con la ofrecida por la Virgen a Sor Lucía seis años después, el 13 de julio de 1917 en Cova de Iria-Fátima, según se expone en el Informe e interpretación del Tercer Secreto de Fátima dispuesto por Juan Pablo II, realizado con la participación de Mons. Bertone, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe; del Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado de Su Santidad; y por Joseph Card. Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Estimo de gran importancia este aporte que ayuda a esclarecer este acontecimiento que involucra al Papa, a “sus sacerdotes”, a Roma y al Vaticano.

El Informe de referencia realiza una interpretación simplista, tendenciosa y racionalmente inaceptable de tal acontecimiento trascendente, cuya visión ha querido Dios fuera expuesta dos veces, es decir, primero a Pío X (1911) y luego a los Pastorcitos (1917).

Es innegable la no coincidencia con el atentado que sufrió J. P. II el 13 de mayo de 1981 en el Vaticano, en quien se habría cumplido esta visión profética según la interpretación del Informe de la Congregación para la Doctrina de la Fe; a lo sumo podría interpretarse éste como una reiterada advertencia de lo que ha sido anunciado en las dos visiones mencionadas.

En efecto, en el atentado contra J.P. II, el Papa no abandona Roma, no sale del Vaticano por “sobre los cadáveres de sus sacerdotes”, y no es muerto, ni tampoco son muertos obispos, sacerdotes y seglares, como lo manifiesta Sor Lucía en la Tercera parte del Secreto.

Por consiguiente, todo indica que tal acontecimiento revelado a Pío X en 1911 y a los Pastorcitos el 13 de julio de 1917, no se ha cumplido aún.

El inaceptable “Comentario teológico” que ofrece el Card. Ratzinger, sólo cabe explicarlo como el deseo de concluir con una amenaza pendiente de cumplirse que afecta al Papa, al Vaticano y a Roma.

Que la Iglesia revea tal Informe, antes que los acontecimientos se precipiten. Su responsabilidad es enorme. Dios ha enviado a Su Madre a anunciar estos hechos a fin de prevenirnos, y lo ha hecho por medio de Pío X y de los Pastorcitos.

Si no lo hace, si continúan despreciando los anuncios de la Virgen, como sucede con el triunfo del Corazón Inmaculado en el mundo, que implica la caída del mundo moderno actual, suya será la responsabilidad de lo que acontezca.






26/12/21 2:30 PM
  
hornero (Argentina)
Pensando en estas cosas, considerando que la Misericordia de Dios puede elegir un camino menos duro y aniquilador, que lograra el objetivo de demoler la moderna Babilonia sin recurrir a una catástrofe nuclear, se me ocurrió que podría disponer que las lenguas se confundieran nuevamente, sobre todo en los niveles de los responsables, de modo que no se entendieran entre ellos al hablar, ni con sus colaboradores y auxiliares.

Sería trágico, pero Dios podría regularlo según su Voluntad, y dar tiempo a la humanidad que responda a su llamado a la Conversión. En todo caso menos trágico que las armas nucleares.

Una parálisis de los gobiernos, de los empresarios y finanzas, y demás sectores de la producción, crearía una extrema tribulación (Apoc), pero no las muertes masivas de las armas nucleares.

Como hipótesis posible, recomiendo una reflexión al respecto. Si alguien católico capacitado escribiera un libro imaginando tal situación, creo que sería no sólo un gran éxito literario, sino un aporte cristiano, un llamado a la Conversión.





26/12/21 11:09 PM
  
hornero (Argentina)
“El Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte Voz: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!” (Tercera parte del Secreto de Fátima).

Esto nos indica el camino a seguir para superar el derrumbe progresivo de la Iglesia. La Penitencia debe ser real y visible. Lo cual supone disposiciones por parte de la autoridad de la Iglesia.

Desde el Papa a los Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles, debiéramos vestir de peregrinos, es decir, de modo pobre, austeros en los alimentos, callados en el hablar, humildes en todo momento, meditando y orando.

Buen ejemplo y aliento daría la Jerarquía si depusiera los signos que ostenta de dignidades y que tan gustosa porta siempre. Que abandone sus palacios, automóviles y demás elementos mundanos de que se rodea. El Vaticano puede cerrar muchas de las puertas de sus salas y capillas, y cubrir con paños oscuros ventanas y monumentos, en señal de luto penitencial. Nada de ostentosas ceremonias litúrgicas. El Papa puede celebrar en diversas iglesias menores, casi como anónimo peregrino.

Después de esta preparación larga y definitiva, y creado un nuevo espíritu consciente de los tiempos escatológicos que vivimos, la Iglesia debiera realizar un solemne acto penitencial por el que reconozca humildemente su impotencia para detener el mal que la destruye desde hace más de tres siglos. Que reconozca su fracaso ante los ataques del enemigo, el demonio. Que renuncie públicamente a toda componenda con el mundo y sus poderes. Que presente ante la Virgen su confesión, arrepentimiento y pedido de perdón de haber despreciado y ocultado los llamados misericordiosos que Ella le ha dirigido de parte de Su Hijo. Que confiese que sólo a la Virgen le ha conferido Dios la eminente Misión de pisar la cabeza del dragón infernal. Misión que muchos Pastores creen poder llevar adelante por cuenta propia.

La Navidad nos vuelve a la realidad, pone ante nosotros nuestras miserias que nos ocupamos de ocultar, nuestra incapacidad para medirnos con el demonio, sus secuaces y con el espíritu mundano.

Si escuchamos el llamado del Ángel, podremos disminuir los rigores que nos esperan.



27/12/21 4:48 PM
  
hornero (Argentina)
¡Llegaremos a las estrellas!

Cuando me hago cargo de las cosas que Dios ha previsto para el hombre, me acuerdo que debemos expandir el Reino hasta los confines del universo.

Allí, en aquellos mundos lejanos, plantaremos el Paraíso terrenal. El “hombre nuevo” nacido de Cristo, cuando se manifieste (Col 3, 4), no estará sujeto a las leyes naturales que rigen el cosmos, sino que dominará sobre ellas en virtud de ser partícipe del Señorío de Cristo Rey del Universo.

Su mente y corazón gozarán de la sabiduría y santidad, hasta volar cerca de los ángeles.

Cuando el alma se libera de los pesos de las cosas, de las zarzas, lianas y ramajes de la selva del “hombre viejo del pecado”, lanza un silbo de alegría, esperanza y victoria, como el que entona el ave que anida en las altas copas de los árboles y contempla la libertad y amplitud desde las cimas de la selva.

San Agustín escribió: “Mi corazón está ansioso hasta que descanse en Ti”, algo semejante experimenté cuando hace años escribí en mis viejos papeles: “¡Para cuán grande has hecho el corazón del hombre, no le basta el universo!”.



28/12/21 5:15 AM
  
hornero (Argentina)
Sí, ¡no le basta el universo!

Porque el universo en su inmensidad aún desconocida, es sólo un medio que Dios ha puesto a disposición del hombre a fin de que tribute por medio de él la gloria que Dios espera recibir de la Creación.

Es un gran instrumento, como un órgano con un teclado y tubos casi infinitos.

No comprendemos aún la Creación como don de Dios al hombre, fuera de este don el hombre no es comprendido. Su razón de ser como creatura es ser la culminación del proceso de la Creación, desde el primer día hasta el sexto en el que es creado Adán.

Debemos aprender desde ahora a ejecutar en el órgano del universo los himnos celestiales que la Santísima Trinidad espera de nosotros. El pobre “hombre viejo del pecado” a pesar de sus méritos y buena voluntad, ha tomado demasiado en serio los trabajos que realiza en las cosas, o por medio de las cosas. Nos falta que emerja en nosotros el “hombre nuevo” nacido en Cristo, que se manifieste en nosotros de modo creciente, conforme Cristo se manifiesta (Col 3, 4) por Mediación de la Aurora de María.

Por eso es bueno y necesario elevar nuestro espíritu hacia la Aurora de María a fin de que su Luz, que es la de la Gloria de Cristo que la colma como la Señora Vestida de Sol, nos ilumine con uno de sus rayos y podamos vislumbrar desde ahora algo de ese mundo de Gloria que está amaneciendo sobre el mundo todo, aún cuando no lo veamos todavía.

“La noche que ha caído sobre el mundo y oprime los corazones, tiene señales claras de un alba que vendrá, a la que besará un Sol nuevo y más esplendoroso” (Pío XII).

Es necesario que tomemos conciencia de que esta realidad la hace presente María, esa es la Misión que Cristo le ha confiado: preparar el camino a Su Venida.

Lo haremos en la medida que ejecutemos algunas notas tremendas del órgano que se nos ha confiado.
28/12/21 11:51 PM
  
hornero (Argentina)
El Reino es el BIEN COMÚN por excelencia, del que participa nuestro bien común terreno.

Pero han llegado los tiempos en los que no basta atender a éste, limitado, pasajero, precario, destinado a satisfacer las necesidades del “hombre viejo del pecado”. Es menester abordar el fondo de la cuestión, su más excelsa realidad.

Para lo cual deberemos ”Cruzar el umbral de la Esperanza”, como pedía S. J. P. II. Hacerlo, supone una potencia del espíritu mayor que la de un misil. Porque no se trata de salvar distancias, sino de pasar del orden natural al orden de la gloria que “ha de manifestarse en nosotros” (Col 3, 4). Lo cual es obra de la Gracia.

En tanto el orden de la gloria se manifieste en nosotros, conforme Cristo se manifieste de modo creciente por Mediación de la Aurora de María, podremos ejercer el señorío que Cristo nos participa, mediante el cual podremos volver la Tierra y el universo todo a sus quicios originales, los que perdió por obra del pecado.

Entonces, el órgano del universo atronará con las notas graves y tonantes de la divina sinfonía (Pío XII) ejecutada por los hijos de Dios, y la Tierra conocerá los esplendores de un Mundo Nuevo.

No permitamos que la duda decepcione a nuestro espíritu cristiano, tomemos fuerte las Manos de María, porque necesitamos ser elevados de la ciénaga que nos rodea, y descubrir que, en verdad, más allá de ella y por arriba de ella, existe la belleza impoluta de las primeras mañanas del mundo, cuando Dios caminaba por los senderos del Paraíso.

Cada amanecer, mediodía, ocaso y noche, van mostrando los fulgores del Reino, y nos permiten percibir que éste es el mundo verdadero, más duro y consistente que las abstrusas algaradas del demonio y sus secuaces. A estos usurpadores los correremos y derrotaremos con la fuerza que María nos ofrece.



29/12/21 9:45 PM
  
hornero (Argentina)
Aprendamos a hablar el lenguaje de los ángeles. En el Reino de Dios hay una sola lengua y un solo idioma, el del Verbo Eterno, Cristo, que nos lo participa a ángeles y a hombres.

Una de las consecuencias de la torre de Babel fue el castigo de Dios a la soberbia de los hombres, confundiendo sus lenguas.

Es probable que vuelva ocurrir, se ve que ya está presente, parece que el Covid los ha enredado, Ucrania también, la parálisis de la economía también, los inmigrantes también, los sínodos también.

El triunfo del Corazón Inmaculado de María en el mundo pondrá las cosas en su lugar.

Entonces volverán los hombres a entenderse entre sí mediante una lengua común, no la del “hombre viejo del pecado”, sino la de una inteligencia espiritual más eficaz que las palabras, porque cuando nos entendemos en las cosas de Dios, una sonrisa y una Cruz bastan.

30/12/21 1:19 PM

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.