El Reino del Anticristo
Todos los males que sufrimos tienen una causa: el alejamiento de la mayoría de los hombres de Jesucristo y de su ley santísima, tanto en su vida y en sus costumbres, como en la familia y en el gobierno de los Estados.
Eso escribía Pío XI en 1925: hace menos de cien años… Pero no: no es solo que nos hayamos alejado de Jesucristo y de su Ley Santísima. Hemos dado un paso más. El mundo adora al mismísimo demonio, a Satanás, al Anticristo.
Y se postraron ante el Dragón, porque había dado el poderío a la Bestia y se postraron ante la Bestia diciendo: «¿Quién como la Bestia? ¿Y quién puede luchar contra ella?» Le fue dada una boca que profería grandezas y blasfemias y se le dio poder de actuar durante 42 meses; y ella abrió su boca para blasfemar contra Dios: para blasfemar de su nombre y de su morada y de los que moran en el cielo. Se le concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió poderío sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. Y la adorarán todos los habitantes de la tierra cuyo nombre no está inscrito, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado. (Apocalipsis 13).
¿Acaso no lo ven? ¿No se dan ustedes cuenta de las mentiras de quienes mandan y gobiernan en este mundo? El Demonio es el padre de la mentira. Dice el Catecismo:
2482 “La mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar” (San Agustín, De mendacio, 4, 5). El Señor denuncia en la mentira una obra diabólica: “Vuestro padre es el diablo […] porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44).