InfoCatólica / Santiago de Gobiendes / Archivos para: 2020

5.09.20

No tengáis miedo: nuestra patria es el cielo

En la actual situación de pandemia, el miedo a la enfermedad, al sufrimiento y a la muerte es normal. Sobre todo si no tenemos fe. Os copia a continuación algunos fragmentos del libro titulado Nada te turbe, nada te espante, de Antonio Royo Marín con morcillas y adaptaciones mías.

Levantemos nuetra mirada del fango hacia la eternidad.

La Muerte

¡La muerte! He aquí una palabra fatídica que llena de turbación y de espanto a la mayor parte de los seres humanos, incluso entre los que creen en la supervivencia de las almas y en un más allá lleno de felicidad y de paz. El tener que atravesar ese oscuro túnel, aunque sea para encontrarse al salir de él con la luz de la eternidad, es algo que estremece y hace temblar a la mayor parte de los hombres, sean o no creyentes.

No todos experimentamos los mismos sentimientos ni reaccionan de idéntica manera ante el hecho inexorable de la propia muerte. Entre una verdadera y auténtica desesperación y un ardiente deseo de la misma, caben muchos matices intermedios. Los principales, en orden ascendente y progresivo de perfección, son seis: desesperación, miedo, preocupación, resignación, esperanza gozosa y deseo ardiente de morir.

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12.08.20

Por la restauración de la civilización cristiana (o contra el liberalismo)

Por pura casualidad, encontré un video en Facebook, patrocinado por el BBVA y por el diario El País (entidades de las que no soy muy fan, dicho sea de paso), en el que salía hablando el filósofo José Carlos Ruiz. Y me llamó la atención una parte en la que don José Carlos señalaba la diferencia entre la vida de las personas de “antes” y las de “ahora”. Dice el filósofo (subrayados míos):

“Yo creo que la felicidad anteriormente, la de mi generación, la de mis padres, tenía mucho que ver con una búsqueda y la búsqueda significaba encontrar o no encontrar pero no era prioritario en ninguna de las vidas; es decir, para nuestros padres, incluso para mí, lo prioritario era construirte la vida. Había de vez en cuando un encuentro con la felicidad pero no era el objetivo. El objetivo era la construcción vital. Sin embargo, la felicidad contemporánea me parece que está más orientada hacia la conquista. Como se diría hoy en día en un mapa: “está geolocalizada”. O sea, te dicen que lo importante en esta vida es llevarte una mochila de experiencias encima y que eso te va a dar la felicidad. Entonces, estamos obsesionados con ir acumulando experiencias una tras otra. Entonces, de repente, la gente tiene en su cabeza una especie de check list, donde necesita, pues, consumir la última novedad que ha salido al mercado, visitar el último país que se ha puesto de moda, ir al último restaurante a comer la última comida foodie, practicar el último tipo de deporte, etc., etc. Las consecuencias para mí son catastróficas. ¿En qué sentido? En el que entras en una dinámica en la que el consumo de experiencias se convierte en el eje que va a orientar tu vida. Y al final, cuando no estás en ese proceso de consumo, estás solo o estás tranquilo en tu propia vida, se te genera una angustia. Es decir, somos incapaces de tomar distancia de la realidad inmediata que tenemos y somos incapaces de tener el aprecio del tiempo en un tempo un poquito más tranquilo.”

Don José Carlos no habla de Dios para nada. No sé si es cristiano, agnóstico o ateo. Pero percibe la diferencia evidente que hay entre la sociedad tradicional (cristiana y católica) y la sociedad postmoderna hedonista.

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4.08.20

Honor

Una de las características más llamativas, al menos para mí, de la modernidad es la disociación, que todo el mundo parece aceptar con la mayor normalidad, entre la vida privada y la vida pública de las personas. Un político (un periodista, un profesor, un abogado) puede tener una reputación intachable en su vida “pública” profesional y, al mismo tiempo, en su vida privada, puede ser adúltero, mentiroso, perjuro, ladrón y sinvergüenza. Porque parece ser que la vida pública y la privada no tienen nada que ver. Pero ¿se puede uno fiar de alguien que incumple su juramento matrimonial de fidelidad? Si no es capaz de cumplir su palabra con su propia esposa, ¿cómo vamos a poder fiarnos de él para ocupar responsabilidades públicas?

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29.07.20

Consideraciones Intempestivas

Dice el documento de la Pontificia Academia por la Vida, titulado Humana Communitas en la era de la pandemia: consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida, que “con el Covid-19 nos hemos encontrado vinculados de manera diferente, compartiendo una experiencia común de contingencia (cum- tangere): como nadie se ha podido librar de ella, la pandemia nos ha hecho a todos igualmente vulnerables, todos igualmente expuestos”. Debe de ser que antes de la pandemia no éramos todos contingentes o no nos habíamos dado cuenta de que lo éramos. Ahora resulta que toda una Academia Pontificia por la Vida no había caído en la cuenta hasta ahora del hecho incuestionable, de la certeza absoluta de que todos vamos a morir. No sabemos cómo, cuándo ni dónde pero, indefectiblemente, todos vamos a morir y por ello, somos todos contingentes (cum-tangere). Dicen que hemos aprendido que somos frágiles. Y es que no sabíamos hasta ahora que lo éramos. El sorprendente descubrimiento de la Academia Pontificia por la Vida nos ha cogido desprevenidos con este inquietante constatación de nuestra propia fragilidad.

“Es necesaria la disposición de los países ricos a pagar el precio requerido por el llamado a la supervivencia de los pobres”.

En resumen: otro mundo es posible. Vamos a cambiar el mundo para evitar las desigualdades económicas entre los países ricos y los pobres. Creemos órganos globales de gobierno que garanticen el derecho de todos a la sanidad. Y la esperanza consistiría en “imaginar y poner en práctica un proyecto de convivencia humana que permita un futuro mejor para todos y cada uno”. Pelagianismo puro y duro.

Permítanme alguna consideración intempestiva a partir de la lectura de dicho documento.

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22.07.20

Los pecados contra el Santísimo Sacramento y la necesidad de una cruzada de reparación eucarística

Se ha perdido el sentido de lo sobrenatural y lo que impera es el antropocentrismo: ahí está la raíz de la actual crisis de la Iglesia, según el obispo Athanasius Schneider. Así que, si queremos salir de esta pavorosa crisis que sufre la Iglesia hoy en día, hemos de volver a poner a Cristo - y su revelación - en el centro. Hoy asistimos a una tremenda crisis doctrina, moral y litúrgica.

Nuestro primer deber es adorar a Cristo, realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. “La Iglesia de nuestros días sufre de una fuerte cardiopatía eucarística", señala Monseñor Schneider en su último libro, Christus Vincit, debido a la desacralización y a la debilitación de la fe en la presencia real de Jesucristo y en la naturaleza sacrificial de la Misa.

Para salir de esta profunda crisis interna de la Iglesia, realmente, el programa es uno: Cristo mismo. En primer lugar, debemos intensificar la vida de oración en la Iglesia a todos los niveles. Esto supone restaurar la centralidad de la adoración a Dios: significa restaurar la centralidad de la Eucaristía y del sacramento de la Confesión. No podemos evangelizar si no le damos a Cristo el honor debido, especialmente en la Eucaristía. Debemos renovar con toda seriedad el culto eucarístico. Esto es imprescindible e inaplazable: acabar con el antropocentrismo y restaurar el Cristocentrismo.

El sacramento de la Eucaristía es el corazón de la Iglesia. Cristo superará la crisis de la Iglesia en y a través de la Eucaristía. En esta línea, el obispo Athanasius Schneider acaba de realizar un llamamiento desde The Remant para invitarnos a todos a iniciar una cruzada de reparación eucarística, ante los pecados que se cometen contra el Señor Sacramentado. He aquí el texto de Mons. Schneider traducido al español:

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