Obispo Taltavull: ¡Debe aprender a serlo de todos!

La primera consideración que Germinans desea hacer en esta valoración global sobre la ordenación de Mons. Taltavull el pasado sábado 21, nace de un profundo sentido de la eclesialidad: acogemos con apertura de espíritu y profundo respeto al nuevo obispo auxiliar de nuestra Archidiócesis.

Tras esta bienvenida inicial es necesario proceder a una serie de consideraciones de fondo y de forma.

En primer lugar afirmar que para los propulsores y patrocinadores del evento la ceremonia fue un autentico éxito. Los que apoyaban desde un inicio la candidatura de Don Sebastián exteriorizaban una nada disimulada alegría. La cuestión fue bien patente: las sonrisas de oreja a oreja, los aplausos y los “Tià arriba, Tià abajo” eran una muestra más que evidente de ello.

En segundo lugar reiterar que la elección de Taltavull entra en las coordenadas a las que nos tiene acostumbrados últimamente la Santa Sede en cuanto a los nombramientos de obispos en Cataluña: que no causen sorpresa y que no sean recibidos con hostilidad por el clero mayoritario, más aún, que respondan al perfil que la mayoría del clero acepta gustoso.

El nombramiento de Sistach como arzobispo de Barcelona, los obispos de Lérida y Gerona, ahora el auxiliar Taltavull, dan buena fe de ello.

Esta diplomática estrategia si bien aparece como una política correcta por su aparente moderación, es sin embargo ambigua, pues perpetuará en muchos lugares el estado de cosas que sin duda irá a peor. Barcelona es el ejemplo señero y el más claro de entre todos ellos.

En cuanto a la forma, subrayar que tras el más que previsible protagonismo del Cardenal Arzobispo, el más chocante y revelador, aunque previsible si uno conoce el percal, fue el vedetismo nada disimulado de Turull: gozó de la venia del Cardenal para presentarse como el organizador del acto. Vestido con un clergyman de cuello romano que casi lo ahogaba, apareció como el mejor relacionado con el nuevo auxiliar. No paró de dar muestras ostensibles de ello, no ahorrándose la veleidad de lanzarse a saludar a su familia y a toda la menorquinada sentada en los primeros bancos de la nave. ¿A santo de qué tanto “remenar la cua”? (menear el rabo: hacerse ver y notar).

La jugada estaba bien preparada desde hacía semanas: experto en propaganda, consiguió que Taltavull ocupase la centralidad de la actual Jornada del Seminario, dándole por una parte una absoluta relevancia en las páginas de “Cataluña Cristiana” y por otra parte, cuando el recién ordenado llevaba aún el helado en la boca, haciéndole presidir los actos de dicha Jornada en la tarde del mismo sábado. Inaudito.

Turull con todo ello recalca una vez más que no se siente acabado, que está en el candelero del protagonismo diocesano y que no piensa abandonar sus aspiraciones. Con esta actitud demuestra que el Seminario en realidad no le importa nada, pues todo el mundo sabe que tras esa centralidad dada al Seminario y a los seminaristas, incluso en la corta lista de agradecimientos del nuevo auxiliar, no hay otra cosa más que un “bluff”. Le da a todo un empaque que no corresponde para nada a la realidad. Como en todo lo realizado hasta ahora por Turull: ejemplo clarividente fue su paso por San Ramón de Peñafort. Mucha bravata, muchas baladronadas y jactancias y detrás ninguna sustancia, sólo un gran engaño. Acostumbrado a hacer trampas en las cartas, Turull va siempre de farol.

Otro aspecto a resaltar fue lo insustancial de las palabras del Sr. Nuncio: “ni chicha ni limoná”, ni “carn ni peix”. ¿Cómo puede parecerse tanto lo lusitano y lo catalán, después de tantos siglos de distanciamiento?

Buena parte del clero alabó una liturgia que quería parecer popular y comprensible, con cantos sencillos y conocidos, interpretados y dirigidos de una manera medianamente discreta. Excepto por la presencia de un número singular de obispos y por la ejecución de algunas piezas de polifonía de cierta calidad, la ceremonia no pasó de ser una Misa Mayor de cualquier parroquia de la diócesis. Seguramente lo que ellos deseaban. A resaltar, junto a la estola de “lamé” dorado con una vistosa franja “virolada” estilo café-teatro Arnau, del canónigo ceremoniero Arenas, la presencia silente del otrora paje Baró en un presbiterio reservado a las dignidades eclesiásticas. También inaudito.

¿Quién se esforzó en mostrar su incondicional apoyo al poder? En primer lugar, un sector trepa del clero que codiciosamente arropó al obispo Taltavull como cosa suya. De entre ellos y haciendo de padrino, el Delegado Diocesano de Catequesis Mn. Enric Termes, unido a él por fecunda amistad al parecer desde siglos inmemoriales. En segundo lugar, el niño heredero (Puer Haeres) y Rector del Seminario, Mn. José María Turull.

Sepa el obispo Taltavull que tal protagonismo exagerado no gustará a todos. No olvide que curiosamente los que más aparecen estaban en las ternas iniciales presentadas por Sistach, y este hecho no deja de ser escabroso.

Destacada la ausencia por una parte de los ancianos patriarcas antediluviuanos de la U, queremos pensar que por razones de asistencia sanitaria y horarios de medicación, y por otra del clero joven y de mediana edad, incluso el más moderado y pactista. Cuestión no sólo para no despreciar por Don Sebastián sino para tener en cuenta y valorar si, como ha afirmado en algún lugar de manera retórica, quiere ser un “obispo de todos”. Deberá aprender a serlo.

Concluyendo esta serie de considerandos, hacer patente y no sin preocupación, que el mutante rostro de nuestro n.s.b.a. Cardenal Arzobispo, a medida que avanzaba la ceremonia, fue descomponiéndose lentamente y abandonando su peculiar sonrisa “aquí me las traigan todas” hasta convertirse en un semblante desencajado y ensombrecido por una más que evidente perdida de protagonismo que aún no sabemos si fue momentánea o tendrá correspondencia en la marcha pastoral que a partir de ahora tendremos por delante.

Nuestro consejo afectuoso al obispo Sebastián es este: ¡No se deje envolver por el “lazo de los cazadores” de una tendencia o un grupo que siempre buscará lo mismo: trepar lamiendo! No por nada el restaurante más conocido de Barcelona y publicitado en el extranjero, para desesperación de todos los “restaurantes gastronómicos” de estrella Michelín, es el Restaurante “Los Caracoles” del recordado y tristemente desaparecido señor Bofarull.

Germinans germinabit