La Creu de Sant Jordi: una condecoración devaluada que debería abolirse

En 1802, el Gran Cónsul Bonaparte instituía la Legión de Honor, la condecoración más alta de la Francia revolucionaria. Ni rastro en ella de cristianismo: la insignia era y ha sido desde entonces una estrella de cinco rayos dobles. Incluso el grado de Gran Cruz de la Legión de Honor es puramente retórico porque no está representado por una cruz. Esta orden honorífica fue creada para reemplazar las antiguas órdenes de caballería y de mérito del Antiguo Régimen: la del Espíritu Santo y la de San Miguel (las Órdenes del Rey) y la de San Luis (al mérito militar), suprimidas por la Revolución. La tercera fue la última en desaparecer después de habérsele cambiado el nombre por el de “Condecoración Militar” para borrar el nombre del rey –Luis IX– que recordaba demasiado la antigua alianza del altar y el trono, que fue la que hizo a Francia. Los emblemas de todas estas órdenes antiguas tenían la forma inequívocamente cristiana de cruz y se hallaban adornados con imágenes propias del catolicismo. Era, pues, lógico que una revolución anticristiana como lo fue la francesa aboliera esos resabios confesionales y los substituyera por una condecoración meramente civil sin ninguna reminiscencia religiosa.

Viene esto a colación de la reciente concesión de la Creu de Sant Jordi (Cruz de San Jorge), la mayor distinción civil catalana después de la Medalla d’Or de la Generalitat, a mosén Manel Pousa, el cura pro-abortista confeso, lo cual pone de manifiesto una incongruencia más entre las muchas de nuestra actual sociedad, que reniega de sus raíces y referentes católicos –que fueron los que hicieron a Cataluña– y, sin embargo, es incapaz de prescindir de ellos, aunque sea para hacer escarnio o para caer en el esperpento (como en el caso que nos ocupa). Jordi Pujol, católico (montiniano, según se precia en llamarse), intentó desde la creación de este premio que hubiera una representación eclesiástica entre los galardonados de cada año, quizás debido a que la Creu tiene por objeto “distinguir a las personas naturales o jurídicas que, por sus méritos, hayan prestado servicios destacados a Cataluña en la defensa de su identidad” (Decreto de la Generalitat Catalana 457/1981 de 18 de diciembre) y, claro, la catolicidad es, velis nolis, una seña esencial de la identidad de Cataluña, aunque los actuales gobernantes se empeñen en desmentirlo.

Que se haya concedido la Creu de Sant Jordi a mosén Pousa es sencillamente demencial y escandaloso. Demencial porque se trata de una persona que –prescindiendo por ahora de su condición de sacerdote– está colaborando en impedir que haya más catalanes en el mundo, pues financia abortos de nascituros en Barcelona. ¿Es eso prestar un servicio destacado a Cataluña? Eso es anticatalanismo puro: es un crimen contra la nación. Escandaloso es, además, porque con esta distinción se está premiando a la cultura de la muerte mediante un símbolo cristiano (por muy secularizado que esté). La Cruz, en efecto, no tiene otra connotación que la cristiana (por eso los musulmanes no tienen “Cruz Roja” sino “Medialuna Roja”). Y esta connotación se halla redoblada con la titularidad de San Jorge, patrono de la caballería cristiana, una de cuyas misiones es la protección de los débiles, llevada a cabo mediante la fe en Dios y el valor intrépido. Lo simboliza la escena de San Jorge venciendo al dragón que amenaza la vida de los inocentes. ¿Qué ha hecho Pousa? Todo lo contrario: sacrificar a Moloch la vida de esos niños cuyos gritos de desamparo son ahogados en las entrañas mismas de sus madres.

El gobierno del Tripartito se ha cubierto de “gloria” con esta concesión y ha cubierto de sangre una condecoración que, en lo sucesivo, ya no puede ser considerada honrosa por ningún católico que se precie. Esperamos que la coherencia de aquellos sacerdotes y cristianos destacados que han recibido anteriormente la Creu de Sant Jordi los lleve a realizar el único acto que cabe como señal de protesta por su otorgamiento al cura abortista: devolverla incontinenti a la Generalitat y que con su pan se la coma. Para ellos ya no puede ser un motivo de legítimo orgullo sino de vergüenza, vista la degradación en la que ha caído. Ahora es cuando veremos en más de uno si es mayor la vanidad que los principios. Pero la reacción que más se impone es la del Sr. Cardenal Arzobispo, superior jerárquico de mosén Pousa. Ya que no puede impedir que la Generalitat galardone a su díscolo diocesano, sí que puede y debería elevar una protesta formal y pública manifestando inequívocamente su total desacuerdo y explicando las razones de éste. Pero claro, si después de que el año pasado este sacerdote de la parroquia de la Santísima Trinidad de Nou Barris dijera públicamente que había pagado abortos sin que ello le acarreara castigo canónico alguno, ¿qué se puede esperar del que se comporta como los perros mudos de Isaías? Son, pues, las organizaciones católicas las que tienen ahora la voz. Que no nos defrauden.

En cuanto a las autoridades políticas, bien harían en suprimir la Creu de Sant Jordi, que, por lo visto, ya no responde a sus connotaciones simbólicas ni a la realidad que quieren imponer los descreídos a Cataluña, llamada eufemísticamente plural, pero en verdad anticristiana. Que hagan como la Revolución: que creen su distinción civil sin simbología religiosa y que se la den a quienes les venga en gana. Pero a lo que no tienen derecho es a ensuciar emblemas cristianos destinándolos a distinguir lo contrario de lo que representan. Ya han demostrado, por lo demás, los señores del Tripartito el respeto que les merece la Religión mayoritaria de Cataluña durante la famosa visita a Jerusalén en la que Pasqual Maragall y Carod Rovira hicieron el payaso a costa de los símbolos de nuestra fe. Así pues, ya que no va de una cruz y un santo, que funden su Legión de Honor catalana y adopten una barretina o una hoz de segador o lo que sea, pero que nos dejen en paz a los católicos con lo que para nosotros es sagrado. Al menos, así darían alguna muestra de coherencia como los jacobinos franceses… aunque, ¿se puede pedir peras al olmo?

Aurelius Augustinus

Germinans germinabit