¿Por qué prefirieron a Burke?

Que el Cardenal Martínez Sistach era uno de los candidatos para sustituir al Cardenal Vallini como Prefecto del Tribunal de la Signatura Apostólica era un hecho sopesado por los más reputados vaticanistas. Indudablemente la candidatura de nuestro “cardinale giurista” fue estudiada por las altas instancias vaticanas. Sin embargo, se decantaron por el arzobispo de Saint Louis (USA) Raymond Leo Burke.

¿Pero quién es Monseñor Burke? Este arzobispo norteamericano, de sesenta años, es una figura emergente y tremendamente sólida del episcopado católico estadounidense. Prelado de enorme celo pastoral, se halla en las antípodas de la corrección política de nuestro Cardenal. Gran amante de la liturgia tradicional, no ha tenido el menor rubor en revestirse de capa magna. Asimismo, se ha distinguido con negar la comunión en su archidiócesis a los políticos católicos que propugnen el aborto en sus programas. Pero no solo era reconocido su celo pastoral, sino que era reconocido el tremendo dinamismo de su diócesis, con un seminario repleto de jóvenes entusiastas.

Estos son algunos de los rasgos de Monseñor Burke. Frente a ellos se oponían los rasgos de nuestro “cardinale giurista” y las noticias que últimamente llegaban del gobierno de su diócesis a Roma eran absolutamente contrarias a la fotografía que se obtenía del arzobispo de Saint Louis. Un seminario vacio, un cura que se jactaba de haber pagado abortos, otro sacerdote que remitía una carta a un periódico en la que recomendaba no marcar la cruz en la declaración de IRPF a favor de la iglesia católica o un autor de cantorales de misa dominical que hacía propaganda pública de su matrimonio homosexual.

¿Se imaginan que habría hecho un Monseñor Burke, que niega la comunión a los políticos que propugnan el aborto, ante el caso Pousa? ¿O que habría realizado con los cantorales de Josep Anton Rodríguez Collado? ¿O la que le hubiere caído a Mossén Vergés?

Es fácil de imaginar. Pues Roma ha elegido a Burke, no siendo Cardenal, y ha preterido a Sistach.

Obviamente, con ello han finalizado las ilusiones romanas de nuestro arzobispo. Se queda aquí. Hasta su jubilación. O mejor dicho, nos quedamos con él. Para cuatro, seis o siete años, si sigue la premiosidad en los nombramientos episcopales españoles.

Ignoramos si nuestro prelado habrá entendido el mensaje vaticano. No nos hacemos ilusiones. Observamos últimamente su aspecto avejentado, las canas que -por arte de magia- han surgido en su antaño lacio cabello, su mirada opaca, su poca atención en los temas que se le someten. Esperamos que este feo romano no signifique una frustración, ni venga a agriar su carácter. Sigue teniendo muchas responsabilidades, más de las que le convienen, aunque menos de las que desea. Los rumores que nos llegan de los nuevos nombramientos de párrocos no son nada esperanzadores, pero desde Germinans no cejaremos en reclamarle que revitalice esta lánguida diócesis.

Ciertamente, Roma se ha manifestado de forma expresa e inequívoca con la designa de Burke. Su nombramiento se incardina plenamente en la línea de los que viene efectuando Benedicto XVI. Solo anhelamos que las próximas designaciones de obispos de Lérida y Gerona no constituyan una excepción. Los nombres que se han dejado correr de Piris y, sobre todo de Taltavull, lo serían. Esperemos que pase como con Burke.

Oriolt

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