"En el principio fue el Hijo"

“Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y los granos de arena de la playa” (Génesis)

¿Cuál es el fin de la asociación política? La conservación y la prosperidad de sus miembros. ¿Y la señal más segura de que se conservan y prosperan? El número y el poblamiento. No vayáis pues a buscar en otro lugar esta señal tan discutida. Dejando todo lo demás igual, el gobierno bajo el cual, sin recursos extranjeros, sin naturalizaciones, sin colonias, los ciudadanos se extienden y se multiplican más, ES INFALIBLEMENTE EL MEJOR. Por el contrario, un gobierno bajo el cual un pueblo disminuye y desfallece, ES EL PEOR. Calculadores, ahora es la vuestra: contad, medid, comparad. (Jean-Jacques Rousseau, EL CONTRATO SOCIAL)

Es de ver y de admirar cómo se movilizan todos los animales que esperan un HIJO para recibirlo: unos hacen largos viajes para depositar los huevos donde el sol los incube y los vea nacer; otros construyen nidos para darles cobijo; otros excavan madrigueras para poner las crías a salvo. Observad a las madres en todas las especies, cómo defienden a sus hijos; ved cómo se afanan las hormigas para poner a salvo las larvas ante una situación de peligro. En unas especies se basta la madre para recibir a sus hijos y defenderlos de los peligros; en otras, las menos, les ha preparado un padre para contar con su ayuda. Es que del éxito en la recepción de los HIJOS, de su seguridad y del triunfo en la tarea de criarlos, depende la supervivencia de toda la comunidad.

UN PADRE Y UNA MADRE PARA UN HIJO

Para recibir y dar cobijo a los HIJOS se diseñó y construyó la más sólida edificación humana: LA FAMILIA. Es el hábitat más confortable y seguro para el HIJO, el único capaz de darle seguridad y de propiciar su crecimiento humano. Es la construcción de la VIDA específicamente humana. La naturaleza nos dotó de MADRE como a los demás animales hasta el final de la lactancia, cuando la cría alcanza autonomía. La civilización en cambio revistió a todo ser humano con la categoría jurídica de HIJO: con carácter vitalicio. Y para ello le dotó de PADRE (categoría eminentemente jurídica, también vitalicia); y completó el recio triángulo de la FAMILIA elevando a la madre biológica (que como tal concibe, gesta, pare y amamanta) a la condición jurídica y a la sublime condición humana de MADRE, también para toda la vida. Todo en función del hijo.

Es que en fin de cuentas toda sociedad se construye en torno a dos ejes: cómo resolver la necesidad de comer todos los días y cómo garantizarse que se podrá seguir comiendo todos los días incluso cuando flaqueen las fuerzas. La solución consistió en construir una sociedad de dependencia de ida y vuelta a la que denominamos FAMILIA. Es lo que ha permitido proveer a esta necesidad a lo largo de más tiempo y a lo ancho de más países y culturas; fue el primer paso, ciertamente de gigante, en el empeño de prolongar la vida humana. Y la piedra angular de este edificio es justamente EL HIJO. En torno a él se edifica la familia. No hay más que ver cuál es la fiesta más importante del año, que ha trascendido su sentido religioso: es la NATIVIDAD, que ha impregnado de tal modo a toda la sociedad, que la mayoría sigue celebrándola sin importarle de quién es el nacimiento que celebra; porque celebra EL NACIMIENTO DE UN HIJO.

UN HIJO PARA UN PADRE Y UNA MADRE

Si fuese por la naturaleza, EL HIJO SERÍA COSA ÚNICAMENTE DE LA MUJER, y no por toda la vida, sino tan sólo hasta que su madurez física le permitiese alimentarse por sí mismo. La madre para el hijo. Pero esto no crea los lazos que vinculen el hijo a la madre de tal modo que cuando flaqueen las fuerzas de ésta, el hijo se haga cargo de su supervivencia, del mismo modo que ella lo hizo con él cuando no se valía por sí mismo.

Y puesto que un objetivo tan ambicioso y tan definitivo para la supervivencia de la especie humana hubiese sido totalmente imposible sin la implicación del varón, no una ni cien culturas, no una ni tres civilizaciones, sino todas, encontraron en la FAMILIA la fórmula de implicar al varón en ese empeño, asignándole las funciones y los privilegios de padre respecto al HIJO, y de esposo respecto a la madre. He ahí el mayor signo de superioridad social del hombre respecto a las demás especies, la clave de su triunfo y predominio sobre todas ellas. El invento del PADRE fue quizás el detonante del crecimiento humano, el que hizo que el hombre descollara sobre los demás animales. Es que para sostener al HIJO (no ya a la cría) eran necesarios una madre y un padre; era imprescindible la FAMILIA. Un padre y una madre para un hijo, a fin de que llegado el día, el padre y la madre tengan un hijo que sostenga su vejez. Tanto si interviene el Estado como si no, son los hijos los que sostienen a los padres en su ancianidad.

EL PROGRESO CONTRA EL PADRE, CONTRA LA MADRE Y CONTRA EL HIJO

Pero por lo visto el Estado ha avanzado tanto en su propia construcción, que se permite dedicarse a la demolición de la familia sin importarle llegar a la destrucción del que es su razón de ser: EL HIJO. En esa dirección apuntan certeramente las leyes de muerte: el ABORTO (eutanasia prematura y preventiva) y la EUTANASIA propiamente dicha: más propiamente aún, la muerte terapéutica del padre y de la madre.

“El gobierno bajo el cual un pueblo disminuye y desfallece, ES EL PEOR”. ¿Qué juicio le merecería a Rousseau nuestro gobierno, empeñado en legislar para que el pueblo disminuya, desfallezca y envejezca? Enferma, profundamente enferma ha de estar en efecto la sociedad que se recrea en la elaboración de leyes autodestructivas, leyes de muerte (¡de muerte digna, dicen!); leyes que atentan sádicamente, CONTRA LA VIDA DEL HIJO. Realmente profunda y enajenante ha de ser esa enfermedad cuando esta sociedad que incumple las más elementales normas de sostenibilidad de sí misma y que suspira por su crecimiento demográfico, sigue luchando por reducir su natalidad a pesar de que no alcanza el relevo generacional. Y se llenan la boca con que son leyes de progreso. ¿Qué entenderán por progreso? Han proclamado y están propalando EL DOGMA “PROGRESISTA” DEL ABORTO como si estuviese escrito en las estrellas.

En su virtud, todo el que se declara progresista, por coherencia con su siniestra fe de carbonero, se siente obligado a declararse abortista para adherirse al último dogma proclamado por la izquierda urbi et orbi. También la facción progresista de la Iglesia ha caído en esa burda trampa: no son sólo los laicos los que han picado el anzuelo, sino que un número demasiado crecido de clérigos se ha alineado contra la doctrina de la iglesia. Los más extremistas se han abrazado al progreso abortista y lo proclaman sin el menor pudor. En las páginas de Germinans hemos visto los ejemplos del sacerdote barcelonés que paga abortos y de la monja benedictina de Montserrat que en su calidad de religiosa va por los medios predicando su evangelio del aborto. ¿Y el resto del clero? La inmensa mayoría mirando para otro lado y tocando el violón. Algunos, muy pocos, condenando tibiamente esas aberraciones en vez de poner el grito en el cielo.

INSTINTO SUICIDA

Y los ojos en la cara, ¿para qué nos sirven? Resulta que LA VIDA es el mayor prodigio de la naturaleza; un prodigio que alcanza su culminación y su máxima belleza en los primeros pasos, tanto en el reino animal como en el vegetal; resulta que como nos enseña la misma naturaleza, si no hay relevo no hay vida colectiva; y como es el relevo, así es la vida del grupo en cualquier especie; por eso la naturaleza y las sociedades sanas acogen al HIJO que viene como el máximo paradigma de la felicidad.

Pero he aquí que la especie humana se enfrenta hoy a gravísimos problemas de relevo generacional en cada uno de sus colectivos (incluidos países como India y China) por haber reducido drásticamente sus tasas de natalidad. He aquí que España se enfrenta a un horizonte de envejecimiento de la población a pesar de la inmigración porque, aún así, apenas alcanza su tasa de natalidad a la mitad de la necesaria para ese relevo. He aquí cómo nos estamos ganando a pulso la rebelión de la población productora (los jóvenes) contra la población consumidora de recursos (los ancianos): uno de los clásicos en las convulsiones de los pueblos. Pero ya han previsto la solución: la EUTANASIA.

¿Cómo es posible tamaña insania cuando, en consonancia con toda la naturaleza, venimos no sólo nosotros, sino toda la humanidad de milenios de cultura natalista? Pero es igual; vamos nosotros, nos inventamos el progreso y en nombre de ese gran invento decidimos que somos demasiados en el mundo y que hemos de reducirnos. Pero eso sí, traumáticamente, para que resplandezca el progreso: los pequeños primero, empezando por los que llevan pocos días, pocas semanas o pocos meses de vida. Se les aborta, y ya está. Es la eutanasia de primera hornada, la eugenésica. Luego vendrán los mayores y los enfermos: todo está previsto y calculado.

Evidentemente empezamos a romper la cuerda por el punto más débil. Otras sociedades que decidieron suicidarse lentamente, recurrieron también a la eliminación del HIJO, pero mediante el infanticidio. Nuestra sociedad ha optado por el ABORTO, valiéndose de la “ventaja” de la tecnología médica y del progreso, que nos permiten adelantar el infanticidio en varios meses, mediante la eliminación del HIJO antes de que nazca. Eso sí, lo hacemos con un gran despliegue de piedad para con la madre: ateniéndonos a la letra y al espíritu de la ley, le tapamos los ojos para que no vea a su hijo; le damos tres días de aplazamiento del aborto para que lea una información que se le entrega en sobre cerrado, sin una imagen, sin un CD siquiera, no vaya a ser que salga huyendo, ¡y a por el HIJO! Ojos que no ven, corazón que no siente. ¿Ojos y corazón del HIJO? No, que esos no importan ni en el aborto ni en el infanticidio. Son los ojos y el corazón de la madre los que hay que preservar de cualquier sufrimiento.

¿Y la última explicación para que la menor pueda abortar sin conocimiento de los padres? ¡Ah sí, por dar respuesta a los problemas de mal entendimiento con ellos! ¡Menudo lucimiento! Resulta que los abortos en gestación más avanzada, los más espeluznantes y sanguinarios se producen cuando la embarazada es abandonada por su pareja. ¡Recuerden a Medea! Pues bien, no hacemos más que trasladar a los padres el mismo problema: si hay un choque entre la menor y sus padres, la ley decide que ésta pueda abortar a espaldas de ellos. Ya ven, aunque sólo sea por darles un disgusto. Y los responsables de la salud sexual y reproductiva de la embarazada, los de conciencia más progresista sin duda, le administrarán un “aborto libre y gratuito”, interpretando la ley con la misma magnanimidad con que lo hacen ahora. ¿Hemos de felicitarnos?

EL DIRECTORIO DE MAYO FLOREAL en Defensa de la Vida