Del megáfono a la canonjía

¡Quién se lo iba a decir a aquel joven y protestatario sacerdote que, megáfono en mano, encabezaba una manifestación contra la división de la archidiócesis de Barcelona! Al cabo de tan solo cinco años, ya es miembro del Capítulo catedralicio. Y eso que la canonjía solo ha sido un premio de consolación, pues los desvelos de su arzobispo habían ido encaminados a nombrarlo obispo auxiliar. Haciendo abstracción de su implicación manifiesta en la protesta anti-romana, Sistach puso sus ojitos en el bueno de Turull. Solo llegar le nombró vicario episcopal. Al año, ya lo encumbró como Rector del seminario. La penosa sustitución del obispo Carrera no perseguía otra finalidad que la promoción episcopal de Turull. En él contemplaba Sistach a su alter ego. Sí nuestro actual arzobispo fue, en su día, el fámulo del Cardenal Jubany; Turull debía ser el doméstico de Sistach. Era su absoluta reencarnación.

Pero la oposición que producía aquel disparatado nombramiento y la salida a la luz (¡cómo te lo agradecemos, Casabella!) de la incómoda fotografía, provocaron que Roma parase el despropósito. Turull tuvo que cambiar la mitra episcopal por la muceta capitular.

Obviamente es un premio menor. Pero Turull es hombre agradecido y así se le pudo ver el pasado día 25 de Julio (festividad de Santiago Apóstol) en el acto de toma de posesión como Canónigo de la Catedral de Barcelona. Sudoroso y exhausto, pero repartiendo besos y abrazos por doquier. Entre sus amigos que no quisieron perderse tal encumbramiento de Turull no podía faltar Jordi Llisterri contento y satisfecho mostrando “tripita".

Probablemente no era el día grande esperado, pero solo tiene cuarenta y tres años y la acumulación de cargos empieza a ser abultada: Rector del Seminario mayor y del Seminario menor de Barcelona; Delegado de pastoral vocacional; miembro del Consejo Presbiteral y de los Colegios de rectores y de consultores de la archidiócesis. Y por si faltaba poco, ahora miembro del capítulo catedralicio.

Por eso me extrañó sobremanera la alocución que hizo el deán catedralicio Guiteras, cuando hizo hincapié a los nuevos canónigos que el nombramiento debía llevar implícito una expresa dedicación de tiempo a su nueva función. ¿De dónde lo sacará Turull? ¿Del Seminario? ¿Del mayor o del menor? ¿De la delegación de pastoral vocacional? ¿De los múltiples encargos que recibe del Cardenal? Inexplicable. A lo mejor era una indirecta del Deán acerca de la seriedad del capítulo catedralicio, que no puede tomarse como compensación de anhelados cargos que no llegaron a puerto.

Pero si Turull estaba feliz con su enésimo cargo, no menos lo estaba nuestro Cardenal.

Ya tenía a su más fiel sacerdote en el capítulo catedralicio y aunque fueran turistas que, a pleno sol de un mediodía canicular, se paseaban por el barrio gótico barcelonés, él se retrataba con quien se le pusiera a tiro. La lástima es que los visitantes extranjeros, a lo mejor, se lo tomaron como una atracción turística más. Aunque él, para disimularlo, iba diciendo: “Soy el Cardenal, soy el Cardenal”. Lamentable, pero cierto. Ahí están las fotos.

Oriolt