La larga marcha hacia la normalidad diocesana
Resulta a veces necesario hacer un alto para adquirir perspectiva del recorrido hecho y del trecho de camino aún por recorrer. En nuestro caso se convierte en imprescindible. Fácilmente, demasiado concentrados en problemas concretos, podemos perder las claves de lectura que nos permitan sopesar el valor de las realidades que aún debemos construir hasta llegar a algo que sea parecido a una normalidad diocesana.
Y digo parecido, porque en esta archidiócesis hace decenios que no conocemos algo que pueda adjetivarse como de “normal”. Somos tan peculiares que hasta nuestra peculiaridad debe significarse. Ciertamente venimos de una gran tradición eclesial cimentada a través de muchas dificultades, especialmente durante la segunda mitad del XIX y primera del XX y que dio como frutos tanto un laicado bien formado y organizado como un clero significado en muchas virtudes y méritos. Debemos estar orgullosos. Pero la causa política nacionalista y lo peor del progresismo eclesial que tanto daño ha hecho a la Iglesia en el siglo XX, ha dejado aquí no sólo heridas sino muy hondas raíces.


En este martes de Carnaval y a pocas horas de empezar la seria y estricta Cuaresma, planteamos una pregunta a nuestros lectores para que aprovechen estos momentos aún de euforia y alegría antes de que recibamos la ceniza en nuestras cabezas. 

A escasos 15 meses de que nuestro n.s.b.a. Cardenal presente la preceptiva renuncia como Arzobispo de Barcelona la situación en la que se encuentra nuestra Diócesis es de coma casi irreversible. Y de ello se dan cuenta desde el primero hasta el último de los agentes pastorales de esta Iglesia, sean estos laicos o sacerdotes. Lo perciben los seglares de todas las corrientes y sectores, desde los que trabajan en las parroquias y arciprestazgos hasta los más estrechos colaboradores de los ámbitos de acción pastoral diocesana, parálisis de ilusiones, encefalograma plano en los proyectos y sobredosis de autocomplacencia en las palabras y actitudes del Cardenal, pagado de sí y de sus logros. Típico del autócrata que no toca con las manos la realidad, que no pisa con los pies en el suelo. Demasiado empacho para poderlo digerir. ¿Punto del plan Pastoral para este año? Como conocer, vivir y celebrar mejor la Palabra de Dios. Con conferencias de Salvador Pié y de alguno de estos biblistas tipo el pesado de Rius Camps arriba y abajo, amén que alguna otra monja iluminada. Y sonrisa de Netol y mirada de corneja…