La mona de Antoñito Matabosch
En el mes de Agosto de 1945, el Colegio Ntra. Sra. de Loreto en cuyo parvulario creció y recibió sus primeras enseñanzas el niño Antonio Matabosch Soler, publicó la poesía premiada en los Juegos Florales Infantiles y compuesta por el susodicho con apenas diez años.
Un fidelísimo lector, no creemos que muy devoto de la personalidad y figura del líder en acumulación de cargos de la Archidiócesis de Barcelona (18 por más detalle), nos lo envió durante este mes de agosto y estoy convencido que a pesar del gran espacio de tiempo que nos separa de aquel entonces, refleja a la perfección el talante, la personalidad y la actuación del “amiguet” de nuestro n.s.b.a. Arzobispo el Cardenal Martínez.

Abierta la cuestión sucesoria en la sede celsonense, tal como Oriolt refería en su artículo de este mes de agosto, y habiendo encontrado este tema eco entre los lectores de “La Cigüeña de la torre”, que se hizo eco del artículo, así como también algunos comentarios circunstanciales referidos a Mons. Vicente Enrique y Tarancón en un breve post del mismo Fernández de la Cigoña, dando la noticia del fallecimiento de Don Joaquin Ruiz-Giménez, he decidido redactar este artículo en el intento de evidenciar como el ejercicio del ministerio episcopal de Don Vicente Enrique durante los casi 19 años que pastoreó la diócesis de Solsona (1945-1964) fue de tan alto calibre y dignidad, de tal altura de miras y de tal dedicación y entrega, que cómo él mismo refería al final de su vida “constituyó el más hermoso y fecundo periodo de su ministerio episcopal”. Nunca como en Solsona, aquel sacerdote diocesano de Tortosa, inteligente e ingenioso, sensible y paterno, que compactaba una erudita formación teológica con una honda espiritualidad sacerdotal, sería lo que ha de ser un obispo católico: un gran Pastor del pueblo a él encomendado.
Mientras en nuestra Santa Iglesia Catedral Basílica, nuestro n.s.b.a. Cardenal Arzobispo presidía la toma de posesión de los nuevos cuatro canónigos, de la cual daremos cumplida cuenta en el artículo que mañana publicará Oriolt con reportaje fotográfico incluido, algo de realmente emocionante y trascendente sucedía a muchos centenares de kilómetros.
En su Carta Dominical de ayer, nuestro n.s.b.a. y Cardenal Arzobispo Mons. Martínez Sistach, afirma:
Nunca suficientemente bien amado Sr. Cardenal: