Ni crisis ecológica ni cambio climático: Virgilio habla de la conciencia ante lo efímero de la existencia

En su Carta Dominical de ayer, nuestro n.s.b.a. y Cardenal Arzobispo Mons. Martínez Sistach, afirma:

“San Pablo, en su carta a los Romanos, contempla un mundo que sufre dolores de parto esperando su liberación y el poeta Virgilio se acercó a esta visión con aquel famoso medio verso de la Eneida que dice “Sunt lacrimae rerum”, que podríamos traducir diciendo que “¡en la misma naturaleza, todo llora!”.

La actual crisis ecológica es una manifestación más de este llanto. Podemos afirmar que el mismo cambio climático, que afecta a la calidad del aire, tan necesario para la vida, es también una manifestación de este llanto”

Y una vez más debemos disentir de nuestro Cardenal ecologista y ahora metido a latinista.

Virgilio a través de su pluma magistral y profundamente humana, nos invita una vez más a comprender la esencia de lo humano y qué es aquello que nos define y no nos anima, de manera casi panteísta como hace Vd. , a realizar una lectura alegórica en clave ecologista.

“Sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt”

En el libro I de la Eneida, verso 462, encontramos este magnífico verso que nos recuerda nuestra fragilidad y nuestra profunda belleza – belleza en el horror y en el dolor – por medio de tópicos que nos conciernen, no de forma exclusiva, pero sí crucial.

Al hablar de fragilidad, belleza y tópicos, se refiere al tema de la muerte, de aquello tan insondable como inefable, aquello que nos constituye y da sentido a la existencia, tiñéndola de una belleza tan particular, la que queda demostrada en todo lo efímero y valioso que se haya en el momento, en la acción y en todo aquello que somos y ejercemos.

Y a esto nos invita el verso de Virgilio: “Hay lágrimas en las cosas y tocan a lo humano del alma”. En el fondo, nuestra vida está teñida por la conciencia de lo efímero de nuestra existencia.

Esta es nuestra condición: todo es perecedero. Tomar conciencia de aquello nos embarga y el dolor que se desprende, lo tiñe todo, lo abarca todo. Aceptar el dolor es justo del hombre sabio, quien ahora puede tomar el peso de la vida en sí, su valor.

Sunt

No es mera coincidencia que Virgilio haya escogido el verbo ESSE(infinitivo “ser”, “estar”, “existir”, “haber”) para el comienzo de este verso. Verbo en presente, plural: SUNT, que nos revoca a los significados: son, existen, hay. Todos definen, establecen, afirman. No puede negarse que en las cosas, hay (yace, habita) un dolor que toca a lo mortal. No es una pregunta, no es una duda, es simplemente una afirmación, la que funda y define lo que pertenece a la vida.

Lacrimae rerum

La acción, sunt, recae directamente en las cosas. En un análisis sintáctico actual, rerum sería complemento agente, pero en latín es acusativo (complemento directo). La importancia de este análisis yace fundamentalmente en el sentido de la frase, su significación. Pues en nuestro caso, sunt define a rerum, lo modifica, lo establece. RES (“cosa, asunto, materia”), no es, en el caso del verso, una simple “cosa”, es una esencia, es una materia. Podría afirmar que se refiere a todo. O sea, todo está bañado de lágrimas; en el caso del verso, lacrimae rerum , el dolor pertenece a las cosas, pertenece a esa esencia.

Lacrimae rerum nos indica que en la existencia todo está sujeto al dolor, es parte de ella y no solamente parte, sino definición de la vida: sunt lacrimae rerum.

No obstante quien toma conciencia de ese dolor, de esta caducidad, es el hombre. Esto se expresa en la segunda parte de este verso:

Et mentem mortalia tangunt

Pues esta pena, estas lágrimas que se haya en todas las cosas, también alcanzan o tocan al espíritu humano y sus empresas. O sea, todo lo grandioso, todo lo que el ser humano realiza, piensa, siente, está bañado de esta finitud. Dolor de la muerte en sí, quien el hombre en toda su razón y capacidad no puede vencer, sino sólo comprender y aceptar. Aquí yace la sabiduría de nuestra condición: todo está sometido a la muerte, tanto el hombre y sus obras. Tomar conciencia de la muerte implica dolor. La muerte está, sunt, pero quien toma conocimiento de aquello es el hombre: tangunt.

Toma este mismo punto, Séneca en Cartas a Lucilo:

“Acostúmbrense los hombres a conocer y a soportar los percances de la suerte; sepan que el azar puede traerlo todo, que la fortuna tiene sus derechos sobre los Estados y sobre los gobernantes, con el mismo poder sobre las ciudades que sobre sus moradores. No hay que quejarse: hemos venido a un mundo en el que se vive con esa condición. Si te conviene obedece; pero si no te conviene, sal de la vida como quieras.”

Y también:

“Sí, todo lo que existe debe perecer; el destino de todos los seres es la nada. Las causas de destrucción no son fáciles de enumerar: terremotos, huracanes y sobre todo el tiempo. Vivimos rodeados de cosas que perecerán, como nosotros mismos.”

Que nos recuerda a otro verso de Virgilio, el cual se constituyó en un tópico literario (Tempus fugit):

Sed fugit interea, fugit inreparabile tempus

Y en la misma línea,

Omnia fert aetas, aninum quoque

En ambos versos da la idea de la fragilidad de la vida, someter a ésta a las condiciones de inestabilidad del tiempo.

Finalmente, toda soberbia que del hombre emane, queda opacada y no vale nada ante los poderosos dardos del destino. Este destino que nos toca a todos por igual y constituye nuestra condición. Condición llamada a la muerte y esto nos denuncia la fragilidad de nuestro estado.

De esta fragilidad emana una extenuante belleza, como la definió Dostoievski:

« ¡La belleza es cosa terrible y espantosa! Es terrible debido a que jamás podremos comprenderla, ya que Dios sólo interrogantes nos plantea. En el seno de la belleza, las dos riberas se juntan y todas las contradicciones coinciden (…) Y así vemos que aquello que el intelecto considera vergonzoso, a menudo le parece de espléndida belleza al corazón. ¿Hay belleza en Sodoma? Creedme, muchos son los hombres que encuentran su belleza en Sodoma. ¿Sabías este secreto? Lo más horroroso es que la belleza no sólo es aterradora, sino también misteriosa. Dios y el Diablo luchan en ella, y su campo de batalla es el corazón del hombre. Pero el corazón del hombre sólo de su dolor quiere hablar.»

Por lo tanto, nuestra humanidad está sometida a un hondo dolor, bello dolor. Manifestado en los versos de Virgilio: sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt, que nos demuestra que la contradicción de la vida se da en aquello que es motor y nos sustenta (mortalia), el cual se configura con una belleza que nos muestra su doble faz: como lo dulce y hermoso que nos puede proporcionar la vida y también el dolor de lo perecedero que subyace en ella. La pena de la conciencia manifestada en las lágrimas, quienes bañan todo. Entender esto y vivirlo guarda uno de los mayores acercamientos con la sabiduría. Entrar en su mundo, es en cierta forma, también entrar al mundo de la comprensión de la belleza de la existencia.

Y dolorosamente una vez más, esto es lo que tenemos que constatar: que usted no ha entrado en el auténtico drama del hombre ni en su mundo, de la misma manera como no ha entendido el verso de Virgilio y por eso no puede comprender la autentica necesidad que este tiene de Dios, que al entrar en el mundo del hombre da belleza y consistencia a su existencia.

Y con grave responsabilidad pastoral, Eminencia, usted debe esforzarse en su ministerio episcopal, como un autentico “Pontifex”, en llevar a Dios al hombre para que el hombre vaya a Dios…

¡La religión feneciendo, las almas perdiéndose y usted hablando de flores gimiendo y gorriones llorando!

Prudentius de Bárcino