La cantera latinoamericana
No les voy a hablar de fútbol, ni de la desangelada Copa América celebrada el pasado mes de julio. Pero al igual que hay una pléyade de futbolistas latinoamericanos por estos pagos, existe también una hornada de cristianos provenientes de aquellas latitudes, que se han visto obligados a emigrar a nuestra tierra. Ojo: digo cristianos, sin distinguir, porque entre los mismos hay un enorme grupo de católicos, pero también existe una creciente cantidad de adeptos a las diferentes corrientes protestantes. En los últimos años esta cantera se ha hecho presente en nuestras parroquias. Se trata de personas con una religiosidad muy acendrada, fieles, piadosas y, en especial, muy rezadoras. Pero, como a toda cantera, debe cuidársela, porque el riesgo de perderla está siempre presente. Especialmente cuando el protestantismo consigue cada vez más adeptos en sus países de origen.



Uno de los fenómenos más curiosos que ha producido el advenimiento de Germinans ha sido la extraordinaria adicción que compulsivamente sufren algunos de nuestros lectores. Conocido es uno de nuestros más conspicuos comentaristas, feligrés de una parroquia germinante, que suele saltar raudo a la red, para afearnos tal o cual comentario o desvelar alguna incoherencia, rescatando algún párrafo de un artículo de hace tres o cuatro años. También hay otro, de apellido Morrós, que es un distinguido cliente VIP de esta casa. Son germinans-dependientes . Pero a esta laya de sufridores, que entran a leernos con disgusto, aunque no pueden dejar de tomar su dosis diaria, tenemos que añadir el grado elevado de enganchados en los medios socialdemócratas. El penúltimo ejemplo ha sido un artículo de Jordi Mercader (en la fotografía) en El Periódico de Catalunya, titulado "
Han pasado casi cuatro meses desde el fallecimiento de mosén Jordi Moya Ródenas (en la fotografía), vicario de la parroquia del Roser, a la tempranísima edad de 32 años. Como no podía ser de otra manera, el mazazo fue terrible. Un sacerdote joven, ordenado hacía solo dos años, con un porvenir extraordinario, dinámico hasta la extenuación, dignísimo en la forma de celebrar, incansable en su presencia en el confesionario, bondadoso en su carácter, abierto, simpático y hasta un punto irónico en el trato personal. Solo estuvo dos años en la parroquia (sus dos únicos años sacerdotales), pero fue un sensacional colaborador del párroco, mosén Joan Costa Bou, y aunque en el devenir del tiempo podrá parecer que su paso fue fugaz, dejó una huella imborrable en la comunidad parroquial. Dios se lo llevó en la flor de la vida, por esos designios que a los simples mortales nos parecen inescrutables, pero el recuerdo indeleble de su celo pastoral y su categoría humana será difícil de borrar. Especialmente para el grupo de jóvenes, a los que el golpe de su muerte afectó de una forma muy especial. ¡Estaba tan unido a ellos! Qué curioso que un cura ensotanado, recién ordenado, congregase más jóvenes que aquellos que quieren parecerse -y vestirse- como ellos. ¡Cómo han cambiado los tiempos! Antes, cuando veías a un cura con sotana era un cura anciano. Hoy los sacerdotes con traje talar o clergyman son los curas jóvenes.