Los equilibrios de Vives
Se sorprenden muchos lectores del resquemor que nos produce la persona de Monseñor Vives Sicilia. Un prelado tan ortodoxo, nos dicen algunos. Un obispo tan encantador, nos manifiestan otros. Se asombran también los seguidores que tenemos en la diócesis de Urgel, donde jamás le han tenido por progresista. Es más, aunque su territorio sea una balsa de aceite -mayormente por su despoblación- si alguna oposición ha hallado procede del lado más heterodoxo. Es cierto que en el ámbito vaticano, en la conferencia episcopal o en su páramo diocesano, el arzobispo-obispo hace gala de una rectitud doctrinal y pastoral intachables. A veces simples mohines, porque Vives es tributario de un pasado. De un pasado barcelonés, firmante de manifiestos, miembro del "Forum Home i evangeli", muy progre rector del seminario, persona clave en el desmantelamiento de lo que es hoy en día la diócesis de Sant Feliu de Llobregat. ¿Cómo sería el nuevo Vives en Barcelona?

A la derecha del Cardenal, Mn. Matabosch y el canciller Mn. Gordo, a su izquierda, Bernades y el Sr. Pere Alegrí.
Basílica constantiniana de la Natividad en Belén (333-335)
Sobre la pietas construyeron los romanos la sociedad primitiva, de carácter familiar, y sobre la aéquitas construyeron las leyes de ciudadanía. Es que no ha sido nada fácil construir al hombre. Los demás animales, nacen y así son. A los seres humanos en cambio, no nos basta nacer: además debemos hacernos. Y este hacernos tiene dos dimensiones: la individual familiar (basada en las relaciones de nacimiento) y la colectiva (basada en la voluntad de convivencia de colectivos e individuos distintos).
Se ha explicado hasta la saciedad con múltiples ejemplos el carácter egocéntrico de quien se sienta actualmente de la cátedra de San Paciano y de cómo ha invertido el orden de los términos: es el obispado quién debe servir al obispo y no al revés. Vamos a demostrar estas afirmaciones.





